Por Pablo Sierra del Sol

En la vida, y en el fútbol, hay victorias de sabor amargo y derrotas que amargan menos de lo esperado. Es decir: en la vida, y en el fútbol, las sensaciones lo determinan todo. Y las sensaciones son como el viento de poniente: caprichosas y desobedientes. Van y vienen a su antojo. Si a algún aficionado del Ibiza le cuentan a principio de temporada, cuando todo era una incógnita, que el equipo estaría dos meses sin perder hubiera firmado seguro. Todo es cuestión de perspectiva y ahora se mira el tramo definitivo de la competición desde los puestos altos de la tabla. Por eso, el empate sin goles en Can Misses contra el Villanovense deja el regusto de haber perdido una oportunidad tremenda para acercarse al playoff.

Quizás porque el Ibiza empezó mandando con el gol entre ceja y ceja. Quizás porque ni Rodado (con un tiro que se fue lamiendo el palo largo al cuarto de hora de juego), ni Cirio (que tuvo una buena ocasión a punto de alcanzar la media hora), ni Javi Serra (que probó fortuna con un tiro lejano tras recoger el fruto de una gran combinación entre Chavero, que pasó en profundidad, y Grima, que encontró al castellonense tras una larga cabalgada, en el minuto 33), ni Núñez (un tiro en semivolea desde la frontal estuvo a punto de adelantar a los celestes en el descuento del primer tiempo) supieron acertar. Quizás porque el Villanovense mereció más suerte en el tramo final de un partido muy condicionado por ese hermano gemelo de las sensaciones, el viento, y el balance hubiera sido aún peor.

Hubo rachas intensas desde primera hora de la mañana en la isla. En Can Misses soplaron durante el encuentro sin dirección determinada. A veces impedían que un balón botado en una falta llegara al área. Otras, obligaban al defensa de turno a corregir para evitar que un despeje se convirtiera en un córner. Era difícil jugar al fútbol, por tanto, en medio del embrollo eólico. El Ibiza lo intentó durante una buena fase de los primeros cuarenta y cinco minutos. Se sienten a gusto los de Palop si tienen la pelota. Se dedicaron a la tarea de conservarla. Núñez es un comodín cuando juega en el centro del campo porque sabe asociarse y no está falto de técnica y recursos para el regate. Con él, Chavero se ve descargado de trabajo físico y puede jugar más cerca de la mediapunta. Ambos buscaron con insistencia a Rodado, que tuvo un duelo de titanes con Espín. El veterano central es un clásico de la Segunda B y se lo demostró a su oponente desesperándole en cada acción. El delantero mallorquín, además, vio amarilla en un choque con Espín a los nueve minutos. Calderiña Pavón demostraba que iba a ser un árbitro de tarjeta fácil. Hasta siete mostraría en el encuentro (tres para los visitantes y cuatro para el equipo local).

El Villanovense consiguió llegar vivo al descanso sin apenas haber pisado el área ibicenca. La reanudación espoleó a los pacenses, que sienten las brasas del descenso quemándoles el cogote. Tenían que arriesgarse y conseguir los primeros tres puntos lejos de La Serena en Can Misses, un campo inexpugnable últimamente. Con más oficio que buen juego, los extremeños anularon el centro del campo celeste. El Ibiza sin zona ancha está cojo. Se aprovechó el Villanovense volcando el juego en uno de sus fichajes invernales: José Ramón. El extremo, que llegó al club verde hace un par de semanas procedente del Marbella, estuvo a punto de ser el héroe del partido. Gonzalo se interpuso primero en un chut que conectó dentro del área después de haberse zafado de Javi García –que repitió en el lateral izquierdo del Ibiza–, un balón que le habría buscado las cosquillas a Lucas si no se hubiese marchado a córner. Después, el portero brasileño detuvo, con el brazo y la cara, otro lanzamiento de José Ramón que iba cargado de furia. Más tarde tuvo el jugador de banda otra oportunidad para marcar: recibió solo delante del meta y envió el cuero raso e inocente a los guantes de Lucas.

Fueron las más claras de un Villanovense que mandó en el segundo tiempo, donde Carrasco y Braim también fueron quebraderos de cabeza para la defensa local. El Ibiza se esperó hasta el suspiro final para jugar sus bazas. En los últimos cinco minutos el equipo de Palop recuperó el control de la pelota. Varias jugadas larguísimas se convirtieron en córneres que inquietaron a Isma Gil. Un centro de Grima se envenenó y obligó al portero a sacar la manopla para que la bola se colara por la escuadra. En una de esas acciones, Cristian Herrera cayó en el área extremeña. Contacto hubo con su par, pero el árbitro consideró que, visto lo visto, como el viento había querido soplar un rato hacia un lado y un rato hacia otro, no había mayor justicia que dejar el partido en tablas. Un punto que no satisfizo a ninguno de los dos oponentes pero que el balance final de la temporada dirá si suma o resta para conseguir el objetivo de cada uno. La promoción de ascenso, para el Ibiza. Evitar el descenso, en el caso del Villanovense.

UD Ibiza Lucas; Grima, Gonzalo, Albizua, Javi García; Iosu, Miguel Núñez (Riverola, m. 70); Javi Serra (Cristian Herrera, m. 74), Chavero (Bonilla, m. 85), Cirio; y Rodado.

Villanovense Isma Gil; Sergio Domínguez, Javi Sánchez, Espín, Tapia; Diakite, Poley (Borja García, m. 60); José Ramón, Xavi Puerto, Braim (Pedro Montero, m. 70); y Carrasco.

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