El fútbol te regala cuatro, cinco, seis días distintos cada temporada, dice Pablo Alfaro. Pocos partidos se ganan el derecho a sobrevivir al paso del tiempo, que lo tritura casi todo, sin piedad y a una velocidad de vértigo. Uno de los domingos que permanecerán en la memoria (en la humana y en la tecnológica) de los aficionados del Ibiza será el 8 de marzo de 2020. Los abonados celestes que disfrutaron en directo de la victoria en el derbi balear no han dejado de revivirla durante las dos semanas que han pasado desde aquellos noventa minutos. Tienen a mano las fotos y los vídeos que grabaron con sus móviles, y los recuerdos que han almacenado en sus cabezas. Durante las videollamadas que rompen virtualmente el aislamiento que nos obliga a guardar el coronavirus, muchos han puesto en orden esos recuerdos contándoselos a los amigos que no pudieron viajar a Palma. También los han repasado con los que tuvieron cerca en la grada aquel día. Todavía están recientes, pero siguen pareciendo increíbles. “Sabía que íbamos a ser muchos, pero me sorprendí al ver que éramos tantos en el campo. ¡Se nos escuchaba muchísimo! Cuando volví a casa me puse el partido y la sensación era tremenda, parecía una película, no me acababa de creer que hubiese estado allí”, dice Sonia Roig (abonada número 1114). Esta socia de la Penya Pagesa salió de su casa de madrugada para recorrer en coche los treinta y seis kilómetros que separan Portinatx del aeropuerto y montarse en un avión en el que viajaban decenas de pasajeros vestidos con una camiseta celeste. Eran la última oleada de un desplazamiento masivo que empezó el viernes y el sábado. “Hay rivalidad con el Atlético Baleares, pero el trato con sus aficionados fue buenísimo. Algunos socios de la Penya Pagesa estuvieron con peñistas balearicos el día antes del derbi, hermanando a las aficiones. Fueron muy amables con nosotros”, cuenta Sonia.

José Luis Escandell Yern (abonado número 409) se encontró con sus padres en Palma el mismo domingo por la mañana. Como otros ibicencos, habían aprovechado para viajar antes y pasar el fin de semana en la ciudad. Cuando aterrizó José Luis se reunieron, almorzaron y fueron juntos al Estadi Balear. Allí el padre de José Luis vivió una experiencia que no recordaba pese a las décadas de pasión futbolera que acumula. Su hijo explica su historia: “Cuando apareció este proyecto fui yo quien animó a mi padre para que viniera a Can Misses y volviera a disfrutar del fútbol en directo. Se ha ilusionado tanto con el Ibiza que ahora es él quien me empuja para que no falte a ningún partido cuando jugamos en casa. Mi padre fue socio de Sa Deportiva durante muchos años. Cuenta anécdotas muy chulas de aquel tiempo, pero dice que lo que está viviendo con este equipo no lo había vivido nunca. No me refiero solamente al partido de Copa del Rey contra el Barça. Hablo, por ejemplo, de lo que ocurrió en el derbi, de lo que vivimos tantos ibicencos durante aquellas horas que pasamos en el campo del Baleares”.

Uno de los socios de la Peña Corsarios pone fecha exacta al tiempo que ha esperado para cumplir el sueño de identificarse con un equipo de su isla. “Llevaba treinta y cinco años deseando que pasara algo así en Ibiza”, dice Daniel Bautista López (abonado número 382). Este aficionado ya es un experto en seguirle el rastro al Ibiza por el mapa de España. Estuvo en Majadahonda o en Valdebebas –donde el equipo consiguió dos victorias importantes– bien acompañado de otros socios de su grupo de animación. Los Corsarios no han fallado a ningún viaje importante desde que se constituyeron como peña. En la eliminatoria de Copa del Rey que se jugó en Pasarón estuvieron presentes. El 18 de diciembre solamente pudieron enviar un corsario a Galicia, pero el 8 de enero, cuando se reanudó un partido que detuvieron la lluvia y el viento, eran tres valientes los que animaban al equipo en el estadio del Pontevedra. Justamente, dos meses después, el 8 de marzo, la hinchada ibicenca se había multiplicado como si hubieran metido a un gremlin en la lavadora. “Que los jugadores te vean en la grada y sepan que has cogido un avión para apoyarlos fuera de casa les tiene que motivar muchísimo. Fui uno de los tres corsarios que estuvo en Pontevedra y, si ese día notaron nuestro apoyo, no me quiero ni imaginar lo que tuvo que suponer para ellos ver a tantos hinchas en el derbi contra el Baleares”, dice Daniel. El corsario refleja el ambiente de unión que hubo en la gradas supletorias donde vieron el partido la mayoría de seguidores del Ibiza. Como si fueran mosqueteros, fue un uno para todos y todos para uno. De pie, conteniendo los nervios y sin dejar de animar ni un segundo. Así estuvo la mayoría de aficionados celestes en el fondo sur del Estadi Balear. Desde allí vieron mejor que nadie cómo un saque de puerta de Germán Parreño se convirtió en el 0-2 gracias a la desafortunada intervención del blanquiazul Peris. “Cuando entró la bola me abracé con gente que no conocía. Mira que Ibiza es pequeña, pero diría que eran personas a las que no había visto en mi vida. ¡Nos daba lo mismo! ¡Aquello era una fiesta!”, dice Cristóbal Águila Raya (abonado número 216).

El recibimiento que le dieron al autobús del equipo. Los cánticos que se ensayaron durante el calentamiento. El buen rollo contagioso que crearon cuando el balón empezó a rodar y, minutos después, el Ibiza se adelantó tras un chut de Kike López. Los aficionados visitantes eran conscientes de la importancia de la misión que se traían entre manos y no se permitieron ni un segundo de respiro. “Creamos un ambiente precioso. Sabíamos que era un partido muy complicado en un campo en el que hacía mucho tiempo que un equipo visitante no conseguía la victoria. Cantamos, gritamos, aplaudimos desde el primer minuto. Todos a una. En nuestra grada no había nadie comiendo pipas”, recuerda Cristóbal. “Fue como jugar en casa”, dice Carolina Gómez Roig (abonada número 1127 y socia de la Penya Pagesa). “Yo empecé a ir al campo en octubre porque un primo de mi novio nos hablaba de lo bien que se lo pasaba en los partidos del Ibiza“, prosigue esta chica de Sant Jordi de ses Salines. “Cuando probamos la experiencia, nos gustó tanto que no hemos fallado ni un día. Cada jornada en Can Misses es emocionante. El buen rollo que las peñas conseguimos transmitir en la grada hace mucho para que el ambiente te enganche. A Palma trasladamos esa manera de animar, convertimos el partido en una fiesta y empujamos mucho al equipo”. Carol acaba explicando que los adolescentes ibicencos “están como locos por el equipo”: “Soy profesora y después de Navidad estuve haciendo una sustitución en un instituto de Vila. En cuanto mis alumnos se enteraron de que iba a los partidos no dejaron de hacerme preguntas sobre el Ibiza. A más de uno lo habían abonado sus padres y se había dado cuenta de lo bonito que es animar al equipo de tu isla”.

–Creo que el partido contra el Atlético Baleares ha puesto la primera piedra para conseguir que los desplazamientos masivos de aficionados del Ibiza sean una cosa habitual en el futuro.

Dice Joan Mayans. Habla el abonado número 44 del Ibiza. Se sacó el carné cuando el equipo jugaba en Regional. A aquellos primeros partidos en casa iban menos espectadores que los que viajaron a Mallorca hace quince días. No han pasado cinco años todavía de la fundación del club y a Joan le gusta hablar de los orígenes para disfrutar del camino recorrido hasta el momento. Por eso confiesa que el día del derbi balear se quedó “en shock ya en el aeropuerto” al ver que su avión “iba prácticamente lleno de aficionados con camisetas y bufandas del Ibiza”. Ya en Palma, bus al centro, desayuno en el Carrer del Sindicat y taxi al campo. Allí se encontraron con la marea celeste, de la que se separaron para sentarse en las localidades de Trbuna que les habían tocado. Vieron el partido con la afición local. “Vicente, el amigo con el que fui al derbi, y yo estábamos rodeados de aficionados históricos del Baleares. Incluso había algún ex jugador balearico de épocas recientes. Comentamos con ellos bastantes jugadas del partido. Celebramos los goles sin problema. El trato fue muy cordial, como tiene que ser en un partido entre vecinos”. Se sorprendieron los socios blanquiazules, explica Joan, de lo entregados que eran los aficionados del Ibiza. Tras el pitido final, su amigo y él vieron desde lejos, sentados en una Tribuna que se iba vaciando, a los futbolistas ibicencos acercarse a la grada supletoria donde estaban Sonia, José Luis, Daniel, Cristóbal o Carol –y trescientas personas más– para empezar a cantar:

Força Eivssa, ale ale!

La afición respondió coreando el grito:

Força Eivssa, ale ale!

Los abonados a los que he entrevistado para escribir este reportaje han escogido esa escena como los minutos más hermosos del derbi. Que los jugadores iniciaran el cántico, invirtiendo los papeles y mostrando cariño y agradecimiento hacia la hinchada, les cogió por sorpresa. Quizás ahí esté la clave, en que la belleza no se pueda planificar.

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