Cuando uno lleva muchas horas sin comer, una galleta Quely se convierte en un manjar. Cuando la sed arrecia, un culín de agua sabe a gloria. Sirvan la metáforas para explicar la acogida que ha podido tener entre los aficionados el partido del Ibiza en La Línea de la Concepción. No fue el Brasil del 70; tampoco el Barça de Guardiola. Pero al menos compitió, sobretodo en una segunda mitad en la que incluso llegó a fantasear con la victoria en los instantes finales. Y eso, viniendo de lo que se viene en cuanto a los partidos a domicilio, ya parece bastante. Eso sí, dos puntos más quedan en el camino, y tan solo pronunciar la palabra “play-off” comienza a sonar ciencia ficción.

Era una visita especial. El equipo de Pablo Alfaro viajó a uno de los estadios más remotos de España, de hecho, seguro, el que está más cerca de una frontera internacional: la de nuestro país con el Reino Unido. Y es que el estadio de la Balona no es un estadio cualquiera. Lo mandó construir Francisco Franco justo a unos escasos metros de la frontera con Gibraltar, con el imponente Peñón de fondo, a modo propagandístico. Para demostrarle a los ciudadanos británicos el poderío que se estaban perdiendo. La excusa fue acoger un encuentro de la selección española contra Finlandia, allá por 1969. Se llenó con 19.000 espectadores. Hoy, esos 19.000 asientos parecen vacíos para acoger partidos de Segunda B. De todos modos, el protagonista, fuera de lo deportivo, no fue el estadio, si no el fuerte viento que condicionó el juego de unos y otros.

Pablo Alfaro explicó que, en la primera parte, los locales se vieron beneficiados al estar más acostumbrados al viento. Fuera por eso o no, el caso es que el conjunto albinegro fue muy superior a una UD desdibujada en los primeros 45 minutos. El técnico aragonés presentó un once que significó un retorno al pasado: volvía el doble pivote Iosu – Miguel Núñez. Cirio recuperaba su sitio en la media punta, Giner hacía lo propio en banda izquierda y Raí repetía en el carril derecho. En punta, otra sorpresa: la primera titularidad de un Jordi Sánchez que no demostró merecer el sitio más que Rodado.

La vuelta al doble pivote significó también el regreso de la poca circulación de balón por el centro del campo. Fue la Balompédica quien tomó las riendas del juego, y las mejores ocasiones fueron suyas. En la primera mitad, tan sólo el acierto del meta Lucas y la falta de puntería local sostuvieron al Ibiza, que marchó al descanso con un 0 a 0 que era, sin duda, una buena noticia.

Pero tras el descanso, el partido tomó otro color. Alfaro introdujo a Provencio para darle algo más de sentido a su juego nada más comenzar el segundo tiempo y, poco después, acabó de confirmar que no era el día de Jordi Sánchez, sustituyéndolo por Rodado. El Ibiza, consciente de que no tiene ya mucho que perder, se fue animando con el paso de los minutos, además de mejorar el encaje de sus futbolistas del centro del campo hacia atrás, cortando la sangría que, en algunos momentos, se había producido antes del descanso.

Ya en la recta final del duelo, un centro chut envenenado de Cirio y, sobretodo, un remate de Núñez que sacó el meta con una gran estirada, hicieron fantasear a los más optimistas con llevarse tres puntos de un campo donde prácticamente nadie se los ha llevado. Al final, eso no sucedió, y el Ibiza suma un punto de complicada lectura. Si queremos seguir pensando que el play-off aún es posible, el empate sirve para poco tirando a nada. Pero si tenemos en cuenta las prestaciones del equipo habituales como visitante, pues no suena tan mal. Imaginamos, de todos modos, que cuando la propiedad se decidió a invertir con fuerza en el equipo en el mercado invernal, su apuesta era algo más optimista que continuar lejos, muy lejos, del play-off. Pero es que quizá, esa palabra, play-off, debemos ir eliminándola de nuestro vocabulario. Quizá, sin esa losa, sin esa presión, empates meritorios como el de La Línea sepan mejor.

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