El viaje del Class Bàsquet Sant Antoni por la LEB Plata conoció este sábado su primera sacudida. Tras tres jornadas de vuelo sin turbulencias, el conjunto ibicenco mordió el polvo en Huesca, en un partido en el que pasó de dominar con firmeza a desdibujarse en el momento más inoportuno. Un tropiezo inesperado (87-83), más por las formas que por el fondo, que deja varias lecturas y un recordatorio: en esta liga nadie regala nada.
El equipo de Josep Maria Berrocal arrancó con la energía de quien sabe a lo que juega. Control del ritmo, circulación fluida y una defensa que, durante muchos minutos, asfixió las ideas de los locales. El primer cuarto fue un ejemplo de autoridad táctica, con un parcial 0-10 que rompió el guion inicial y dejó a Huesca en la lona con un claro 18-30 al final de esos diez minutos.
Pero el baloncesto, como bien sabe este Sant Antoni, no es un deporte de instantes brillantes sino de constancia. Y ahí, el conjunto oscense fue creciendo desde la paciencia, recortando distancias sin ruido, empujado por la eficacia de Corraliza, el empuje de Vázquez y el oficio de Figueroa. Cuando los pitiusos parecían controlar la situación con una renta que oscilaba los diez puntos, llegaron las grietas: el desacierto exterior (7 de 28 en triples), los errores desde el tiro libre (14 de 27) y un tramo final en el que se tomó más café del necesario con decisiones precipitadas y tiros forzados.
A pesar de las lagunas colectivas, hubo nombres propios que merecen mención. Dani de la Rúa firmó una actuación estelar, con 20 puntos, 7 asistencias y una dirección que mantuvo a flote al equipo cuando el partido se llenó de barro. A su lado, Stoilov volvió a mostrar que es un pilar en la pintura, con 16 puntos y una presencia constante bajo el aro. Pero ni su esfuerzo ni su inspiración bastaron.
El tercer cuarto fue un canto a la bipolaridad. Sant Antoni volvió a estirarse (55-70), pero como si se tratara de un castillo de naipes, todo se derrumbó con un parcial letal del Lobe Huesca, que de la mano de Wells y Corraliza entró con todo en el último cuarto. Fue entonces cuando el partido cambió de piel.
Con el marcador dando vueltas como una ruleta, el Sant Antoni se descentró. El 74-70 tras un triple de Corraliza encendió las alarmas. El equipo, que había tocado la gloria minutos antes, empezó a jugar con prisas y sin claridad. Aun así, un fogonazo de De la Rúa desde más allá del arco (82-81) puso la emoción a flor de piel con apenas un minuto por disputarse. Pero el epílogo no fue feliz para los isleños: las pérdidas, la falta de contundencia defensiva y un rival con más oxígeno en las piernas decantaron la balanza.
Huesca, que llegaba sin victorias, encontró en su fe y en los errores del rival el impulso necesario para firmar su primer triunfo del curso. Sant Antoni, por su parte, baja del pedestal y recibe una dosis de realidad. Porque los partidos no se ganan solo con talento: hace falta cabeza, temple y, sobre todo, saber cerrar cuando toca.
La derrota debe servir como aprendizaje. No hay motivos para encender las alarmas en Sant Antoni, pero sí para revisar el retrovisor y entender que la LEB Plata no perdona ni un segundo de debilidad. El camino al ascenso es largo, y en noches como esta, cada error pesa el doble.




















































































