El estreno de Miguel Álvarez al frente de la UD Ibiza no fue el deseado. El equipo celeste cayó por la mínima ante el Teruel en Can Misses, en un partido que comenzó con buenas sensaciones, pero que se fue torciendo con el paso de los minutos. La ilusión inicial se transformó en frustración tras un gol visitante y un penalti que alteraron por completo el rumbo del encuentro.
El técnico andaluz vio algunos destellos que invitan al optimismo, aunque es consciente de que queda mucho por ajustar. La estructura táctica, la recuperación tras pérdida y la salida de balón aparecen entre los principales deberes a resolver. Su equipo mostró voluntad, pero también cierta falta de ritmo y coordinación, algo lógico en una plantilla que aún busca adaptarse a una nueva idea de juego.
Álvarez no quiso ampararse en las ausencias ni en las circunstancias. Sabe que el margen de mejora pasa por el trabajo colectivo y por asentar una base sólida desde el orden. Dentro del vestuario, la sensación fue de decepción, pero también de compromiso. El nuevo entrenador intenta trasladar calma y confianza, convencido de que el grupo necesita tiempo para asimilar conceptos y volver a creer en sí mismo.
Entre las notas positivas, el debut de Fran Castillo dejó buena impresión. El jugador mostró chispazos de calidad y promete ser pieza importante una vez recupere su plenitud física y mental. En el horizonte inmediato asoma la Copa del Rey, una oportunidad que el cuerpo técnico aprovechará para seguir probando variantes y dar minutos a todo el plantel.
En la segunda mitad, el equipo pecó de precipitación, empujado por las ganas de empatar y por la urgencia de agradar a la afición. Sin embargo, el fútbol, recordó el preparador, también se gana con cabeza, no solo con corazón. Pese al tropiezo, el mensaje es claro: el Ibiza tiene margen, calidad y hambre para darle la vuelta a la situación.
