La UD Ibiza vuelve a la carga sin tiempo para lamentos. Tras la eliminación en la Copa del Rey frente al Quintanar del Rey, el conjunto celeste se prepara para visitar este domingo al Tarazona, en un duelo que servirá como termómetro anímico y futbolístico después de una semana intensa.
Miguel Álvarez intenta reordenar las piezas tras el tropiezo copero. El técnico andaluz insiste en que la prioridad es competir y recuperar sensaciones, consciente de que los resultados mandan, pero sin renunciar a la idea de construir un bloque sólido. El reto ahora es dar ese paso que distinga a un equipo que juega bien de uno que sabe ganar.
La derrota en los penaltis dejó cicatrices, más emocionales que futbolísticas. El viaje de vuelta fue largo y silencioso, con una plantilla frustrada pero con la mirada puesta en lo que viene. En el vestuario hay ganas de revancha, de demostrar que el revés fue solo un paréntesis en una temporada que todavía promete mucho.
El Tarazona, por su parte, llega con confianza. En casa se hace fuerte: tres victorias de cuatro y la portería intacta en su feudo. Un aviso claro para un Ibiza que deberá exprimir cada detalle si quiere volver con algo positivo. Miguel Álvarez lo sabe y pide intensidad desde el primer minuto, sin margen para la duda.
El entrenador afronta además el duelo con varios interrogantes físicos. Mounir es duda por un golpe en el tobillo, mientras que Del Pozo apunta a la convocatoria. En cualquier caso, el mensaje interno es claro: solo jugarán los que estén listos para pelear. “Soldados”, como él mismo suele definirlos.
El ánimo, pese al golpe, sigue en pie. Álvarez confía en que la unión del grupo y el trabajo diario acaben girando la dinámica. En el fondo, el fútbol es eso: levantarse, ajustar el paso y volver a intentarlo.





















































































