Por Pablo Sierra del Sol

Hay esperas en terminales de aeropuerto que desesperan y otras que, en cambio, se pasan volando. El muermo puede combatirse con un libro o conectando a la WiFi una tableta electrónica para ver unos cuantos capítulos de la serie que te quita horas de sueño todas las noches. Encontrarte por casualidad con un viejo amigo en una escala aeroportuaria es un remedio todavía más potente. Así les ocurrió la pasada primavera a Dani Pendín y Antonio Méndez en el aeropuerto de El Prat. Pendín volvía a Mallorca desde Jerez de la Frontera. Méndez volaba a Ibiza desde Sevilla. “Estuvimos varias horas hablando de fútbol y de la vida. Somos buenos amigos desde que coincidimos en el Xerez, él como segundo entrenador y yo como futbolista. Adoro a los tipos que prefieren mantener un perfil bajo para ser importantes desde la sombra. Ese es Antonio. Por eso me cayó bien desde el primer momento”, dice Pendín. Aquella tarde sirvió para que se pusieran al día mientras veían despegar y aterrizar aviones por los ventanales de El Prat: “Me contó que había pasado unos meses alejado del fútbol. Trabajaba de administrativo en una empresa de Sevilla, pero había decidido irse a la Unión Deportiva Ibiza para convertirse en el segundo entrenador de Rufete, que cogía al equipo entonces. Me alegré mucho porque me parecía muy injusto que alguien de su talento no tuviera equipo. Les seguí muy de cerca durante las últimas jornadas del campeonato –porque estaban luchando codo con codo con nuestro filial– y luego en el playoff. Creo que hicieron un gran trabajo y solo la mala suerte de los penaltis evitó que subieran. Cuando me enteré de que Antonio se quedaba en el Ibiza como primer entrenador me alegré muchísimo. Es un gran profesional y merecía desde hacía tiempo una oportunidad así”, explica Pendín, segundo de a bordo en el Real Mallorca, donde forma tándem con Vicente Moreno, un ex jugador que compartió cinco temporadas con Antonio Méndez en el Xerez.

–Cuando Méndez y yo llegamos al Xerez, Moreno y Pendín ya eran entrenadores en potencia. Eran veteranos, se fijaban mucho en nuestro trabajo y tenían una relación muy cercana con Antonio, que se acababa de retirar y seguía sintiéndose futbolista. Me alegro mucho del ascenso que consiguieron con el Mallorca la temporada pasada. Son meticulosos, trabajadores y aman el fútbol. Sigo bastante en contacto con ellos, tantos años después, especialmente con Moreno, que aún me escribe para pedir consejo.

Dice Paco Chaparro, 76 años a sus espaldas, la mayoría dedicados a entrenar equipos de fútbol, ahora centrado en dar conferencias y en analizar y disfrutar los partidos que juega su Betis mientras sueña con una oferta apetecible que le permita desdecir a los que le consideran un preparador jubilado. El sevillano, ex entrenador del Betis entre muchos otros, es el puente que conecta las carreras de Pendín y Méndez. En el verano de 2004, Chaparro ficha por el Xerez y se lleva de segundo a un treintañero que acaba de colgar las botas después de 346 partidos entre Segunda A y Segunda B. “A Antonio lo había tenido la temporada anterior en el Écija y me había confirmado lo que se comentaba sobre él en los corrillos del fútbol sevillano: que era serio, disciplinado y, sobre todo, buen compañero; un tío de los que hay que tener en la plantilla. Yo oí hablar de Antonio cuando era un chaval que jugaba en el Altair, un colegio sevillano que tiene muy buena cantera, y luego le vi como juvenil en el Sevilla y le dirigí unos pocos partidos en el Cádiz, mucho antes de que nos encontráramos en Écija. Era un futbolista muy rápido y con bastante gol que tuvo una trayectoria más que digna. Como sabía que estaba estudiando para sacarse el título de entrenador, cuando acabamos la temporada en el Écija hablé con él y le propuse que viniera a Jerez conmigo”, recuerda Chaparro. El míster trianero no lo sabía, pero estaba a punto de cambiarle la vida a su nuevo ayudante. Juntos estuvieron apenas veinte partidos en Chapín. La exigencia en el Xerez era máxima y aunque el arranque en Segunda fuera fulgurante, una mala racha acabó con el técnico destituido en la penúltima jornada de la primera vuelta. Llegó el navarro Enrique Martín y Méndez siguió en el cuerpo técnico. La salvación se logró, pero hubo cambio de entrenador. Aterrizó Lucas Alcaraz, que siguió contando con Méndez como ayudante. “De él sacó Antonio su perfeccionismo a la hora de trabajar las jugadas de estrategia, una virtud que seguro que pondrá en práctica en la UD Ibiza”, dice José Luis González, el preparador de porteros del Xerez en aquella época y, también, el arquero que le detuvo a Djukic el penalti más famoso de la historia de la Liga española.

González estuvo en el Xerez sus últimas temporadas como profesional y allí conoció a Méndez, que en la 97/98 militó en el equipo de la ciudad más flamenca y taurina, con permiso de Sevilla, de la Baja Andalucía. Gracias a Chaparro se reencontraron en el banquillo jerezano y trabajaron con entrenadores como Pepe Murcia, Miguel Ángel Rondón o Casuco, siempre a la búsqueda de un ascenso a Primera que no se producía. Hasta que la directiva del Xerez, un club agobiado por turbulencias institucionales y económicas, decidió darle la batuta a Esteban Vigo. González y Méndez encajaron muy bien con el boquerón. “No les conocía, pero ellos y el preparador físico se convirtieron en parte de mi familia. Fuimos una piña en el banquillo del Xerez. Yo era el míster y tenía la última palabra, pero todas las decisiones las tomábamos casi por consenso. Hablábamos y discutíamos muchísimo”. En la temporada 2008/2009, “con un equipo que ni de lejos era el mejor de la categoría, pero estaba lleno de veteranos que sabían a qué querían jugar y de jóvenes con muchísima ambición”, el Xerez fue campeón de Segunda y tomó el ascensor a la élite después de muchos intentos frustrados. El cuerpo técnico, sin embargo, decidió bajarse. La relación con la directiva no era la mejor, el club se había convertido en una olla a presión y una tentadora oferta del Hércules les hizo poner rumbo a Alicante. En el Rico Pérez volvieron a subir y el Betis, que como el Hércules la temporada anterior se había quedado a las puertas de regresar a Primera, les puso encima de la mesa una oferta de las que cuesta rechazar. Vigo cuenta que fue Méndez quien disipó las dudas: “Míster, yo creo que ya nos vamos mereciendo entrenar en Primera, ¿no?” Y se quedaron en Alicante.

Vigo tiene claro cuál fue el papel de su segundo en esos logros: “Antonio era fundamental para que la comunicación fuese fluida entre nosotros y la plantilla. No solamente entiende al jugador al haber sido futbolista y haberlas visto de todos los colores. Yo estuve diez años en el Barça, tuve quince entrenadores y me tocó, a veces, jugar y, otras muchas, chupar banquillo o no ir ni convocado. Además de tener empatía con los suplentes, los lesionados o los jugadores que están pasando por un bache de juego, Antonio tiene mucha mano izquierda para manejarlas situaciones difíciles. En este oficio esa cualidad es oro puro”. Por eso, Vigo confía en que Méndez sepa guiar al vestuario de la Unión Deportiva Ibiza, que como el de la campaña pasada se espera galáctico para la Tercera balear. En el Hércules tuvieron a sus órdenes a una estrella mundial del nivel de David Trezeguet, a jóvenes promesas con problemas de ansiedad como Kiko Femenía y a internacionales con muchos partidos en Champions League como Farinós, Valdez o Rufete, que tanto tiempo después se ha acordado de él siempre que Amadeo Salvo ha buscado entrenador para su Ibiza ha acabado convenciéndolo para que venga a la isla. En el Rico Pérez también había díscolos de la talla de Royston Drenthe, que cuando no era cazado por conducción temeraria en las circunvalaciones de Alicante decidía no presentarse a un entrenamiento sin alegar motivos. “Los escándalos de Drenthe y los problemas que tenía la directiva con algunos futbolistas fueron muy nocivos para el equipo. Hicimos una primera vuelta fantástica para ser un equipo recién ascendido. ¡Hasta ganamos en el Camp Nou! Después de Navidad entramos en barrena y decidieron que nos marcháramos”. El Hércules colocó a Djukic de míster, pero no pudo salvarse y no ha vuelto a Primera desde entonces.

El tridente Vigo-Méndez-González tuvo dos breves reencuentros en el Almería y el Xerez, ambos en Segunda, pero la fórmula no funcionó como en los viejos tiempos. Vigo tiene claro que si su móvil volviera a sonar con alguna oferta interesante, Antonio Méndez sería su primera opción para acompañarle en el banquillo. No obstante, el malagueño se alegra de que su antiguo ayudante, que ya ha cumplido 48 años, haya emprendido carrera en solitario. “Este trabajo es muy agradecido pero también puede ser muy cabrón. Cuando las cosas van mal casi siempre se cambia de técnico. Es difícil durar en un banquillo, por eso hay que aprovechar las oportunidades al máximo. Creo que Antonio lo hará en el Ibiza. Ya conoce la casa, tendrá una buena plantilla, recursos económicos y unas instalaciones fantásticas para Tercera. Trabajo pondrá, luego todo dependerá de que la pelotita entre”, dice Vigo. “Yo creo que, en la medida de lo posible, apostará por un fútbol atractivo. Es pragmático, pero le encanta jugar con tíos rápidos que lleguen hasta la línea de fondo y pongan buenos centros al área, que era como jugaba él en sus mejores años. Yo estoy ahora en el Xerez Deportivo FC [una escisión del histórico Xerez, que cuenta a día de hoy con más aficionados que el club original] y me encantaría que subiéramos los dos a Segunda B. Antonio es un gran amigo y le deseo lo mejor”, añade José Luis González. Chaparro cree que Méndez no se arrugará: “Es muy cerebral y sabe manejar la tensión. El precedente del San Fernando es muy positivo: cogió al equipo hace dos años con la temporada empezada y lo subió a Segunda B. Luego lo mantuvo e, incomprensiblemente, la directiva no quiso que siguiera. Fue un palo para él, pero esta ocasión que se le brinda en Ibiza le servirá para reivindicarse”.

Pendín le da otra pincelada al retrato del nuevo entrenador de la UD Ibiza: “No tengo dudas de que va a construir un equipo muy intenso. Los equipos tienden a parecerse a sus entrenadores y Antonio es pura pasión. Yo recuerdo que Chaparro le metía en los rondos e iba a por la bola como un perro de presa. En los partidillos, el míster lo ponía de lateral derecho y, aunque retirado, rendía tanto como uno que se estaba jugando el puesto en el once. Vamos a ver la Tercera más competida de los últimos años. Además del Ibiza de Antonio, Formentera, Peña, Poblense y Mallorca B son candidatos al playoff y al ascenso a Segunda B, y, además, el Club Deportivo Ibiza es un serio aspirante a meterse en ese grupo de elegidos. Antonio tiene un reto precioso al frente de la Unión Deportiva Ibiza. Me alegraría mucho que las cosas le fueran genial”.

Jordi Agabo, uno de los periodistas que cubrió su paso por el Bahía Sur, el campo del San Fernando, recuerda a Méndez como un personaje eficiente en su puesto de trabajo y una persona “cercana y calurosa” en el trato personal. “Una buena muestra de su compromiso es que, aunque le fastidiara mucho que no le renovaran después de conseguir la permanencia en Segunda B, la temporada pasada vino desde Sevilla cinco o seis domingos a ver partidos del San Fernando. Se subía a la grada y veía los encuentros como un hincha más. Sin rencores”, dice Agabo, confirmando el mensaje que lanza Manuela Romero desde la redacción del Diario de Jerez: “Ante todo Méndez es un hombre de club. Da igual que lleve mucho o poco tiempo en un equipo, siempre parecerá un entrenador de la casa. Se hace querer y la gente no tarda mucho en llamarle Ñoño, su apodo de siempre. Una vez me contó que cuando jugaba en el Recre siendo un jovencito, Manolo Villanova, aquel entrenador que tuvo el Zaragoza, todo un veterano de los banquillos ya, le quiso quitar el apodo porque decía que un futbolista no podía saltar al campo con un nombre así. Méndez no cedió y al final el maño se tuvo que dar por vencido”.

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