Por Pablo Sierra del Sol

El tercer gol de El Ejido empuja a más de uno a marcharse del campo. Los Corsarios permanecen. Una docena de camisetas celestes se apiñan junto al túnel de vestuarios por el que se van los futbolistas del Ibiza (ovacionados) y el trío arbitral (abucheados). La derrota escuece, pero ha gustado la actitud de los ibicencos. En varias fases del partido se ha aplaudido a los locales. El fútbol, al final del primer tiempo y al inicio del segundo, de los celestes ha sido más rápido que otras jornadas y, aunque haya faltado pegada, otra vez, a ratos, hasta vibrante. Una victoria no solamente hubiera servido para huir de la zona caliente y no verse el domingo por la tarde en el pozo cuando se consulta la clasificación. También habría sido un tapón para evitar que el interés que suscita el proyecto de la familia Salvo a los mil y pico ibicencos que suben a Can Misses a ver al equipo se desbrave como una botella de gaseosa que se olvida a medio cerrar en el fondo de la nevera.

Quienes han visto que los partidos de la Unión Deportiva Ibiza puede ser un buen escaparate en el que exhibir los rostros que ocuparán los carteles electorales la próxima primavera son los partidos políticos. No así Podemos: al conseller de Deportes, David Ribas, ni está ni parece esperársele por las pocas veces que ha aparecido por las instalaciones deportivas de la isla durante los últimos tres años y medio. El PP se ha puesto, en cambio, manos a la obra con mucho esmero en la tarea de dejarse ver. Si la semana pasada José Vicente Marí Bosó se sentaba en el palco y daba un respingo de su asiento cuando el Ibiza marcaba el gol de la victoria contra el Badajoz, hoy ha recogido el testigo del ocupante de un escaño en el Congreso la ex alcaldesa de Vila, Virginia Marí. La aspirante a recuperar para los populares el ayuntamiento de la ciudad no tenía demasiado lejos a varios cargos socialistas.

En el mismo palco, el concejal de Deportes del gobierno al que ella hace oposición, Agustín Perea, que, colchonero como el Mono Burgos, nunca va a ver el fútbol sin calarse la gorra. A su izquierda, en la grada, la consellera de Presidencia del Govern, una Pilar Costa a la que, por no ser tan asidua, le costaba pasar más desapercibida que a otro veterano socialista. Raro será el domingo de temporada futbolística en el que no aparezca Xicu Tarrés, un futbolero empedernido, por algún campo de la isla. El diputado autonómico, sentado en la otra parte de la tribuna, vio con mucha flema los goles de El Ejido mientras a su alrededor había gesticulaciones y lamentos que se preguntaban ¿qué falla?, ¿cómo se arregla esto? y, sobre todo, ¿cuándo empezaremos a ganar? Cuerpo técnico y directiva aseguran que la pelota entrará. Que todo es cuestión de tiempo. El tiempo dirá, precisamente, si esos anuncios se convierten en realidad o si los arrastra el viento. Como a (muchas) promesas electorales.

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