La temporada ha llegado a ese punto en el que ya no hay espacio para excusas ni promesas vacías. Todo se resume a 90 minutos, una ciudad que no perdona y un equipo que todavía sueña con algo más que un simple play-off. La UD Ibiza viaja a Madrid para medirse al Atlético de Madrid B con la presión de quien sabe que su destino no está escrito, pero sí muy condicionado por lo que ocurra en ese césped del Cerro del Espino.
Nada en esta visita es circunstancial. No es un partido más. Los celestes lo saben, lo sienten y lo viven como tal. A falta de dos jornadas, la pugna por la segunda plaza se ha convertido en una cuestión casi de identidad, de orgullo competitivo. Porque, más allá del resultado, este tipo de partidos definen carácter, proyectan ambición y exponen sin filtros lo que realmente hay bajo el escudo.
Desde el banquillo, Paco Jémez no se anda con rodeos. Ha imprimido al grupo una consigna clara: este es el momento de pisar a fondo, sin levantar el pie ni mirar por el retrovisor. La idea de dosificarse ha quedado desterrada, sustituida por un discurso de intensidad pura y compromiso absoluto. No hay margen para la especulación. Lo que está en juego no se puede negociar: ni el esfuerzo, ni el resultado, ni la actitud.
La plantilla llega a la capital con heridas visibles en el historial reciente, sobre todo lejos de Can Misses, donde la solidez se ha diluido en un mar de dudas. Cuatro partidos sin ganar fuera de casa pesan, claro, pero no se sienten como una losa sino como un reto a superar. Porque, pese a todo, el equipo sigue en el podio clasificatorio. Un síntoma de que se ha hecho mucho bien, aunque falte el golpe definitivo para consolidarse.
En lo estrictamente deportivo, hay brotes verdes que alimentan la esperanza. Davo ha vuelto. Y lo ha hecho con gol, con chispa, con esa rebeldía que tanto se extrañaba en el frente ofensivo. Aún no está en plenitud, pero cada minuto que suma le acerca a ese jugador determinante que fue antes de la lesión. Como él, otros nombres clave comienzan a recuperar sensaciones justo a tiempo para el desenlace.
El Atlético de Madrid B, por su parte, no será un convidado de piedra. También apura sus opciones, también necesita ganar. El duelo se perfila, entonces, como un choque de trenes con billete a la gloria en juego. No hay secretos, ni planes conservadores. Se espera un enfrentamiento abierto, con dos equipos que se saben obligados a dar un paso al frente.
Pero más allá del tablero táctico, lo que realmente se palpa en el ambiente es ese cosquilleo inconfundible que solo provocan los partidos grandes. Los que huelen a final sin serlo. Los que no dan trofeos, pero sí cambian narrativas. Para la UD Ibiza, esta es una oportunidad de demostrar que está preparada para algo más. No se trata solo de puntos, ni de posiciones. Se trata de demostrar, con hechos, que este equipo no está de paso.
En Madrid no se juegan tres puntos. Se juega la fe en un proyecto que quiere mirar hacia arriba sin pedir permiso. Y partidos como el de este sábado son los que determinan si el sueño es real o solo una ilusión de primavera.