0-0. La UD Ibiza se enreda en su propio letargo

0
58

La tarde se desvanecía en Majadahonda entre bostezos, como si el fútbol también se tomara un descanso antes del desenlace. Allí, en el Cerro del Espino, la UD Ibiza dejó escapar mucho más que dos puntos: perdió claridad, perdió el control de su destino y, lo más preocupante, perdió chispa. Sin colmillo ni urgencia, el conjunto celeste se hundió en un empate sin goles que supo más a resignación que a resistencia.

Todo parecía dispuesto para dar un paso al frente. Un rival sin presión, una jornada propicia tras el tropiezo del Murcia, y una ocasión perfecta para reclamar el puesto que da acceso directo al segundo puesto. Pero nada de eso ocurrió. El partido fue una suma de minutos sin alma, un ensayo de lo que pudo ser y no fue, donde las áreas quedaron desiertas y las ideas, aún más.

El equipo de Paco Jémez saltó al césped con un once sin sorpresas, salvo por el regreso intermitente de Monju al eje defensivo y la inclusión de Eugeni como parche de emergencia. Fue un equipo reconocible, sí, pero irreconocible en el carácter. El plan parecía más orientado a no fallar que a buscar la victoria, y esa prudencia fue veneno para un equipo que necesitaba atrevimiento.

Durante la primera mitad, el balón rodó sin propósito. La UD Ibiza no encontraba ni los espacios ni la pausa necesaria para construir algo con sentido. Bebé, como tantas otras veces, asumió el rol de francotirador lejano, buscando el milagro desde zonas donde sólo habita la fe. El resto del equipo parecía contemplativo, como si el partido fuera una obligación más que una oportunidad.

Del otro lado, el Atlético de Madrid B puso más intención que talento. El filial rojiblanco, con la frescura de quien no se juega más que el orgullo, estuvo a punto de aguar la fiesta celeste con una acción aislada que rozó el gol en el tramo final. Fue un aviso, no por inesperado menos inquietante, de que la suerte no siempre espera al que menos se atreve.

Los minutos finales ofrecieron una pizca de vértigo. Un disparo al larguero, una parada salvadora de Ramón Juan, un suspiro de alivio. Pero ni eso alteró el desenlace: empate y caras largas. El tipo de empate que no suma, sino que pesa.

Con esta igualada, la UD Ibiza deja de depender de sí misma para alcanzar la segunda plaza. El margen de error ya no existe. Todo se decidirá en la última jornada, donde los celestes deberán ganar en el Palladium Can Misses al Ceuta y esperar. Una ruleta rusa emocional para un equipo que, si quiere volver al fútbol profesional, necesita mucho más que control: necesita creer.

No hay comentarios

Dejar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.