85-103. Sant Antoni pasa de milagro: mucho susto, poco basket y una calculadora en llamas

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Hay partidos que se ganan. Otros que se pierden. Y luego está lo que ocurrió en Sa Pedrera: un desmadre con balón naranja donde el Sant Antoni sobrevivió más por cálculo matemático que por baloncesto. Un duelo que empezó como verbena de barrio y terminó en misa de difuntos, con los portmanyins rezando a todos los santos de su topónimo para no quedarse fuera del tren del ascenso.

La tarde prometía alegría, cerveza fría y una clasificación tranquila. Pero el CB Prat no se leyó el guion. O peor aún: se lo leyó y decidió patearlo y escribir uno nuevo. Salieron como un tiro, con cara de no haber venido de excursión y con una puntería que hacía sospechar que habían afinado el pulso disparando dardos en una tasca catalana la noche anterior. En menos de lo que tarda un árbitro en pitar un paso dudoso, el marcador ya mostraba una diferencia que a los locales les provocó sudores fríos y recuerdos de Vietnam.

El Sant Antoni, mientras tanto, jugaba con una mezcla explosiva de nervios, desacierto y esa confianza peligrosa del que se cree clasificado antes de tiempo. Con defensa blandita como un flan sin cuajar y un ataque más espeso que una fabada, dejaron que el Prat hiciera y deshiciera. El parcial al descanso era una advertencia con forma de puñetazo: si no espabilaban, se quedaban fuera y con cara de tontos.

La grada, que empezó con ganas de jarana, fue mutando hacia el silencio incómodo. Algún valiente se atrevía a gritar, otros mascaban tensión como si fuera chicle de clavo. Los minutos pasaban y el margen de la ida se evaporaba como gintónic en terraza ibicenca.

En el último cuarto ya no era baloncesto. Era una mezcla de supervivencia, drama y algo de ciencia ficción. El Prat se puso a tiro, el Sant Antoni a temblar, y si alguien en Sa Pedrera no se llevó un amago de infarto, es que no estaba prestando atención. A falta de un minuto, la diferencia se redujo a lo mínimo legal. Pero entonces, en una mezcla de coraje, cálculo mental y rezos no homologados por la FIBA, los de David Barrio aguantaron el tipo, se agarraron al +29 como quien se cuelga de una cuerda en mitad del mar, y cruzaron la meta tambaleándose pero vivos.

Y así, sin épica pero con mucha tensión, el Sant Antoni se mete en la final por el ascenso. Están a dos partidos de tocar el cielo, aunque si quieren llegar con dignidad, más les vale espabilar. Porque este sábado pasaron… pero de milagro, y con la resaca emocional de quien ha estado bailando al borde del abismo.

El baloncesto es así: a veces se gana jugando mal, y otras se pierde jugando bien. Lo del Sant Antoni fue otro capítulo: sobrevivir jugando a lo loco, como quien va conduciendo un coche con una rueda pinchada y el motor echando humo… pero llega.

Ficha técnica:

Class Bàsquet Sant Antoni (24+23+24+14): G. Gantt (21), L. Smith (15), A. Llorca (5), D. De la Rúa (15) y E. Arqués (2) -equipo inicial-. I. Mayo (4), J. Peris (14), R. Hayes, J. Zidek (9) y J. Llamas.

CB Prat (32+21+28+22): S. Costa (3), M. Sesé (4), J. I. Nogués (10), T. Smallwood (14) y P. Carreño (17) -equipo inicial-. M. Peñarroya (14), V. Onuetu (9), Q. Salvans (16) R. Martí, I. Ordóñez (16) y E. Suero.

Árbitros: Daniel Cervantes Fernández y Julio Rijo Muñoz. Eliminaron a Onuetu, jugador visitante, por cinco faltas personales.

Incidencias: Partido de vuelta correspondiente a la penúltima eliminatoria del ‘play-off’ de ascenso a Primera FEB, disputado en el Pabellón de Sa Pedrera.

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