En Santa Eulària no se habla de otra cosa: Raúl Garrido sigue. El técnico valenciano, con su perfil de tipo serio pero mirada de estratega canalla, ha estampado su firma para dirigir a la Peña Deportiva una temporada más, esta vez desde la casilla de salida, con margen de maniobra y una idea clara: devolver al club al sitio que le corresponde. Y no, no es una frase hecha. Es una declaración de intenciones.
El acuerdo, cerrado esta misma mañana entre cafés, apretones de manos y alguna que otra sonrisa cómplice en las oficinas del Municipal, representa mucho más que una simple renovación de contrato. Es un voto de confianza. Un mensaje directo a la afición: esta historia no se acabó en marzo, solo se estaba calentando.
Garrido aterrizó en el banquillo peñista con la temporada herida de muerte, justo en la jornada 27, en ese derbi frente al SD Ibiza que más que partido parecía un pulso contra el destino. Llegó con la soga al cuello y el reloj en contra, pero con la misma convicción de siempre: creer en el juego, en el grupo y en la posibilidad de hacer del Municipal una plaza incómoda, competitiva y con identidad. Y aunque no hubo milagro clasificatorio, sí hubo síntomas de resurrección.
Porque lo que dejó el técnico fue algo más valioso que puntos: dejó sensaciones. Esa palabra tan intangible como poderosa. La Peña, aun en la agonía del calendario, volvió a jugar con sentido, con nervio, con orgullo. Se notaba que alguien al mando sabía lo que hacía. Y eso, en fútbol, no es poco.
Ahora, con el contador a cero, Garrido tiene por delante la tarea más difícil y más bonita: construir. Y lo quiere hacer a su manera, empezando por blindar el núcleo duro del vestuario —los que corrieron, pelearon y creyeron cuando todo se caía— y apuntalando el equipo con incorporaciones que sumen sin desentonar. Nada de fichajes de postal ni apuestas ruidosas. Aquí se viene a currar. Con humildad, sí, pero con ambición de sobra.
La presidenta Ana María Mateu no ha ocultado su entusiasmo. Sabe que en Garrido hay algo más que un entrenador con currículo. Hay un tipo que conoce la isla, que respira fútbol desde el césped y entiende el valor de la cantera pitiusa, ese vivero de talento que tanto se necesita mimar. En él ven al arquitecto ideal para liderar un proyecto de presente con alma de futuro.
Y es que en Tercera RFEF, donde los campos son de tierra y gloria, y cada partido es una trinchera, tener a un técnico con carácter, método y calle es un lujo. Garrido no viene a prometer ascensos, viene a trabajarlos. A remangarse desde el minuto uno. A devolverle a la Peña esa competitividad que tanto la caracterizó en sus mejores años.
Así que ya pueden ir afinando gargantas en Santa Eulària. Se viene una temporada para creer. Con Raúl al frente, la Peña no solo aspira a volver. Aspira a hacerlo con estilo, con coraje y, sobre todo, con fútbol. Del bueno. Del que se recuerda.