UD Ibiza, última llamada al delirio: ganar al campeón, llenar Can Misses y soñar sin red

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El telón está a punto de caer, pero en Can Misses nadie quiere que esto acabe todavía. Con la mirada clavada en un play-off que huele a redención, la UD Ibiza se prepara para el último asalto liguero con una mezcla de urgencia competitiva y fe desbordada. Paco Jémez, el capitán de este barco celeste que no ha dejado de moverse en aguas agitadas, compareció este jueves ante los medios como quien repasa su arsenal antes de la batalla: sereno, directo y sin pelos en la lengua.

El rival del sábado, el Ceuta, no es cualquier escollo: campeón de grupo, orgulloso y con oficio. Pero Jémez lo tiene claro: aquí nadie se rinde antes de tiempo. “Tenemos que ganar, y punto”. Y aunque las matemáticas del ascenso se sigan escribiendo con tinta incierta, lo único claro en la ecuación ibicenca es que todo pasa por sumar tres puntos. Nada de mirar de reojo otros campos. El camino está ahí, cuesta arriba, pero iluminado.

La visita del líder no llega en el mejor momento para los locales. La UD ha coqueteado con el drama fuera de casa, encadenando derrotas que escocieron más por la forma que por el fondo. Y ahora, para colmo, se planta en el partido clave con seis jugadores al borde de la suspensión. Cinco defensas con la tarjeta al cuello, como equilibristas sin red. ¿Rotaciones? Imposible. ¿Riesgo? Total. Pero en esto del fútbol, como en la vida, no se gana sin mojarse.

“Mi trabajo es que lleguen todos al play-off, pero también que lleguemos ganando”, lanzó Jémez con ese tono suyo entre advertencia y declaración de principios. Porque no se trata solo de sumar, sino de hacerlo con empaque, con sensaciones, con una sonrisa torcida en el rostro y las botas manchadas de barro. Lo dijo claro: hay que reafirmarse. Salir con la cabeza alta y con la grada encendida.

Y ahí aparece otro fantasma de la temporada: el silencio en las gradas. El técnico fue directo, sin adornos: jugar sin público es como bailar sin música. Se agradece a los fieles, sí, pero se necesita más. El sábado no se pide una entrada histórica, se ruega una reacción. Porque exigir Segunda sin pasar por Can Misses es, cuanto menos, incoherente. Jémez no repartió culpas, pero dejó el mensaje flotando: el que quiera milagros, que venga a rezar al estadio.

En lo táctico, la pizarra del míster no ofrece lugar para el romanticismo. El Ceuta es un hueso: cerrado atrás, físico, rocoso. Un rival que encaja poco y aprovecha lo mínimo. “Nos faltó juego interior contra el Recre”, confesó el técnico, aludiendo a esa sensación de que el Ibiza llega al área con ímpetu, pero sin bisturí. Hace falta más fútbol por dentro, más precisión y menos fuegos artificiales.

Y mientras la afición sueña, el cuerpo técnico vigila la enfermería. Mo Dauda podría volver al verde en breve, Gallar sigue en modo gimnasio, y los dolores se convierten en cálculos de minutos, esfuerzos y tiempos de recuperación. Todo suma, todo cuenta. Porque el play-off no es una fiesta, es una guerra fría donde cada detalle pesa.

Se viene un partido con aroma a final. De esos en los que no importa tanto el rival como la actitud. La UD Ibiza tiene la oportunidad de despedir la liga con un golpe sobre la mesa. No se trata solo de ganar. Se trata de encender Can Misses, de jugar con orgullo, de mirar al futuro con el puño en alto. Porque si hay algo que este equipo ha demostrado este curso es que, aunque tambalee, no se cae.

Sábado, 19:00 horas. Última jornada. Última bala. Última oportunidad para que la isla vuelva a latir al ritmo del fútbol. Que no falte nadie.

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