En Sant Miquel se jugó algo más que un partido de playoff: se disputó una batalla de estilos, de intenciones y de paciencia. La Penya Independent, con el pecho hinchado y la idea clara de mandar, se dejó el alma buscando un gol que nunca llegó. El Porreres, en cambio, entendió desde el minuto uno que esto no iba de gustar, sino de resistir.
El 0-0 final no fue un accidente, fue una declaración. Porque si alguien pensó que los mallorquines iban a salir a proponer, se equivocó de libreto. Cerraron filas, armaron una muralla en campo propio y dejaron pasar los minutos como quien cuenta monedas: una a una, sin prisa y con la mente puesta en la vuelta.
Y la Penya, fiel a su estilo, se puso a tocar, a mover el balón con esa intención tan anaranjada de llegar jugando hasta la línea de fondo. Pero cuando el rival se atrinchera, la belleza tiene poco espacio. A los de Sant Miquel les sobró voluntad y les faltó filo. Tuvieron momentos de lucidez, como esos arranques de Lucas por la izquierda que levantaban a la grada, pero al entrar en el área todo se diluía como una ola en la roca.
El partido, eso sí, no fue un bostezo. Fue una olla a presión. Cada saque de banda era una guerra de miradas, cada córner un mini terremoto. Hubo una jugada anulada que hizo estallar al banquillo local, un par de disparos con veneno que rozaron el larguero y un ambiente denso, espeso, de esos que huelen a final anticipada.
Y cuando el reloj avanzaba, el duelo se fue llenando de trampas: pérdidas de tiempo, roces al límite, pisotones que parecían accidentales pero no lo eran. El Porreres supo jugar ese otro partido, el que no sale en las estadísticas pero pesa en el marcador. No les importó no tener la pelota. Ellos vinieron a no encajar. Y se fueron con el objetivo cumplido.
En los últimos minutos, la Penya apretó como si le fuera la vida. El balón no salía del área rival. Pero entre despejes agónicos y un portero visitante que lo atajó todo menos el reloj, el marcador quedó inmóvil.
Ahora la eliminatoria viaja a Mallorca, y allí cambiarán las reglas. El Porreres tendrá que salir un poco más, y la Penya sabrá que el margen se achicó. Todo está en juego. Pero algo está claro: si quieren seguir soñando con el ascenso, los ibicencos tendrán que convertir su buen juego en goles. Porque en el fútbol, las ideas no suben de categoría. Los goles, sí.