Aquí nadie sube a Segunda en chándal. Para volver al fútbol profesional hay que ganar dos guerras. La UD Ibiza lo sabe, y por eso este domingo en Encamp (17:00 horas) no se juega el ascenso. Se juega el derecho a soñarlo. El pase a la final. La llave para entrar en la sala donde se reparten los billetes para el paraíso. Y para eso toca sacar el machete y bailar en la cuerda floja contra un Andorra que viene con galones, con números calientes y con Piqué moviendo los hilos como si esto fuera el backstage de un documental de Netflix.
Los celestes se plantan en territorio hostil con el gesto serio y las botas afiladas. Porque aquí ya no valen excusas ni florituras. Es mata o muere. Noventa minutos de ida en un campo alquilado, sin historia, pero con el veneno suficiente para dejarte fuera si te despistas. Y luego otros noventa más en Can Misses, donde se dictará la sentencia de esta primera batalla. Porque sí, solo es la primera. La semifinal. El aperitivo picante antes del asalto final.
Andorra llega con la sonrisa torcida del que ha resucitado justo a tiempo. Desde que Beto Company cogió los mandos, los del Principado se han vuelto incómodos, directos, venenosos. Nieto y Lautaro están en modo francotirador, y encima juegan con esa sensación de “a nosotros ya nos daban por muertos”. Peor aún.
Pero si hay un equipo al que le va el papel de villano en la historia del otro, ese es el Ibiza. No llega con todas sus piezas, pero sí con algo que vale más: hambre. Y memoria. Porque esta plantilla sabe lo que es estar arriba y caerse. Y ahora, con Paco Jémez agitando la coctelera, el equipo parece más perro viejo que nunca. Ya no se deslumbra con los focos. Ahora va, muerde y pregunta después.
Eso sí, fuera de casa al Ibiza le está costando encontrar su mejor versión. Desde marzo que no rasca nada serio lejos de Can Misses, y eso, en una eliminatoria a ida y vuelta, es una cicatriz que escuece. Pero también puede ser el motor que lo cambie todo. Porque si vas a ganar algo importante, más vale empezar con una gesta.
Encamp será un escenario raro, casi de ciencia ficción. Campo nuevo, afición dispersa, frío en el aire y tensión en las botas. Un sitio perfecto para escribir el primer capítulo de una historia de redención. No es la final, pero se parece lo suficiente como para que duela. Y los que no sufran, que se quiten del medio.
Jémez no quiere cuentos. Ni épicas vacías. Quiere competitividad, intensidad, colmillo. Sabe que esto va a doble vuelta, y que si llegas vivo a la final, ahí sí puedes volverte loco. Pero primero, hay que pasar por Encamp. Salir vivos, si puede ser con ventaja. Y luego rematar en casa, donde la isla espera con ganas de rugir.
Porque el ascenso no es un regalo. Es una conquista. Y antes de tocar el cielo, hay que ganar dos guerras. La primera empieza ya.
Y en Ibiza, ya están afilando las armas.