Sant Josep, orgullo del waterpolo balear

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Que el waterpolo no es un deporte para señoritos de secano ya lo sabíamos, pero lo que hicieron los cadetes del Club Waterpolo Sant Josep este pasado domingo en Son Hugo fue pura épica del balón mojado. Bajo el sol de Palma, con el cloro metido hasta en las cejas y los músculos echando humo, estos chavales se jugaron el título del Playoff como si les fuera la vida en ello. Y aunque el marcador final no cayó de su lado, lo que dejaron en el agua fue una declaración de intenciones: en Ibiza hay cantera, y viene con ganas de guerra.

La final contra el todopoderoso Club Esportiu Illes Balears, invicto en fase regular, era una de esas que te hacen apretar los dientes desde el calentamiento. En la grada, la marea josepina animaba con ese punto de locura necesaria que exige un partido a vida o muerte. Los primeros minutos fueron un toma y daca de los que dejan sin uñas. El Illes Balears golpeó primero, y antes del descanso ya mandaba 4-1. Pero ojo, que los de Sant Josep no se arrugaron. Nada de bajar la cabeza. Sabían que estaban ahí por méritos propios y que esto no era una excursión escolar.

A base de apretar atrás como si cada balón fuera el último, se mantuvieron en el partido hasta el último cuarto. El problema fue la pólvora mojada en ataque. No porque no llegaran, sino porque la defensa mallorquina y su portero —más muralla que arquero— estaban en modo murciélago: lo cazaban todo. Al final, el 8-4 fue más castigo del que reflejó el esfuerzo real en el agua. Porque los josepins defendieron como jabatos, pero el gol les fue esquivo, como esos penaltis que se escapan por milímetros.

No hay que darle más vueltas: era una final, contra un rival curtido en mil batallas, y aún así plantaron cara. Y lo más bestia es que este es solo el principio. El año pasado se colaron terceros; este, subcampeones. La curva va para arriba y sin freno. Estos chicos no han venido a mojarse los pies, han venido a sacudir el panorama balear a base de pases, bloqueos y contraataques a pulmón.

Pero lo del Cadete no es una historia aislada. Lo del Sant Josep este año ha sido de exposición en vitrina: cinco equipos, cinco trofeos. Segundo puesto para los Alevín Dragons, bronce para los Sargantanes, otro tercer puesto para los Juveniles y otro más para los Absolutos. Una cosecha digna de brindis con isotónico y que confirma que en Sant Josep se está haciendo algo más que entrenar: se está construyendo un proyecto con alma, con sudor, y con una identidad clara.

No hay estrellas de TikTok ni promesas infladas. Hay chavales que salen del agua con los dedos arrugados, entrenadores que exprimen cada sesión como si fuera la última, y una afición que cruza de isla con la bandera en el alma. Esto no es postureo: es pasión auténtica por un deporte que no regala nada.

Así que, que se preparen en el archipiélago. Porque estos cadetes ya han probado lo que es una final, y la próxima vez que se tiren al agua no será para aprender: será para ganar.

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