El Dacia Bigster se suelta la melena en Ibiza con Vanessa Andreu y sus dos perritas

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Vanessa Andreu con sus dos perritas: Laia y Likha.

El sol comienza a calentar la roca viva de la montaña más alta de la isla mientras una figura atlética amarra los cordones de sus zapatillas. Pero esta vez no hay dorsal, ni cronómetro, ni frontal. Hoy, Vanessa Andreu cambia el sendero por el volante, y las cuestas técnicas por el rugido suave —pero firme— del nuevo Dacia Bigster. Al lado, como en cada una de sus aventuras, Laia y Likha, dos perritas tan exploradoras como su dueña, miran el horizonte con las orejas al viento. Y delante, un reto diferente: conquistar Ibiza sobre cuatro ruedas.

Gracias a Punicauto, concesionario oficial Dacia en la isla, hemos tenido el lujo de compartir esta jornada sobre ruedas con una de las deportistas más polivalentes y humildes que han elegido Ibiza como hogar. Y lo que debía ser una simple prueba de vehículo, acabó siendo una especie de road movie mediterránea entre montaña, mar y atardeceres que dejan sin aliento.

Si algo tiene claro Vanessa tras años de patear desniveles imposibles es que los caminos fáciles nunca llevan a lugares épicos. Y Sa Talaia, con sus senderos polvorientos y sus pistas de acceso picadas por las lluvias y el sol, es una buena forma de medir la personalidad de cualquier vehículo. El Dacia Bigster no solo pasó la prueba. Se la merendó.

Tiene pinta de coche tocho, pero se mueve con soltura, como si llevara zapatillas de trail”, comentaba Vanessa entre risas mientras maniobraba con una facilidad casi insultante en medio de la montaña. El Bigster, con su aspecto robusto y su actitud sin complejos, es ese compañero que no duda en tirarse a la aventura, sin necesidad de pedir permiso. Con su altura libre al suelo, su tracción total (disponible en versiones 4×4) y una suspensión que parece pensada para caminos cabreados, la montaña dejó de ser un obstáculo.

Dentro, aire limpio. Literal. A pesar del terreno irregular, el habitáculo se mantuvo firme, silencioso y bien aislado. Y eso, para una jornada con dos perras moviéndose de lado a lado y ladrando a cada bache que se cruzaba, se agradece. “Yo voy cómoda, ellas más todavía. Aquí hay espacio hasta para que Likha haga yoga”, soltaba Vanessa, sorprendida por el maletero generoso y la amplitud de las plazas traseras. Porque sí, el Bigster tiene alma SUV, pero cerebro práctico. Nada de artificios. Aquí todo sirve para algo.

Después del trail mecánico por Sa Talaia, la ruta se tiñó de azul. El equipo puso rumbo a Cala Conta, una de las postales más icónicas del oeste ibicenco. Ahí el Bigster bajó las pulsaciones, se quitó las botas de montaña y se calzó las chanclas. Pero solo en apariencia. Porque lo que parecía una carretera tranquila, acabó exigiendo lo suyo: curvas estrechas, tráfico errático de turistas perdidos y cambios de firme constantes. Sin embargo, el SUV de Dacia mantuvo el tipo como quien hace fartlek sin despeinarse.

La conducción, fluida. El consumo, sorprendentemente bajo para un coche de su tamaño. El sistema multimedia intuitivo, sin florituras que distraigan, fue otro punto a favor: conexión rápida con el móvil, sonido limpio y navegación clara. Vanessa lo resumía bien: “Es como entrenar con ese reloj que no tiene mil modos pero nunca falla. Pues eso”.

Y llegó el momento: el atardecer. Con las perritas dormitando en el asiento trasero, con las ventanas bajadas y el aire salado entrando a ritmo de música suave, el Bigster se convirtió en refugio. Una cápsula donde todo se detuvo durante unos minutos, como si el coche supiera que la mejor forma de demostrar su valor es simplemente estar ahí, sin molestar, dejándote disfrutar.

Lo que más sorprende del Dacia Bigster no es su diseño afilado, ni su tamaño intermedio (ideal para el día a día y las escapadas sin dramas). Es su filosofía sin postureo. No pretende ser el SUV más lujoso del mercado. Ni falta que le hace. Porque lo suyo va de utilidad, de honestidad mecánica, de sensaciones reales. Va de ofrecer un coche para la gente que quiere vivir más allá del asfalto, pero también poder aparcar sin drama en el centro de Ibiza.

Para Vanessa, que combina entrenos exigentes con una vida sencilla y conectada con la naturaleza, este coche encaja como pocas cosas: “No me hace falta más. Es fuerte, fiable y no tiene tonterías. Como mis zapatillas favoritas o mi mochila de toda la vida”.

Una vez más, Punicauto demuestra que sabe lo que necesita Ibiza: coches con carácter, preparados para la vida real de la isla. Desde calas escondidas hasta montañas rebeldes, el Dacia Bigster se mostró como un aliado fiable y divertido, de esos que te sacan una sonrisa cuando pensabas que solo ibas a mirar coches.

Y así terminó la jornada: con el motor aún caliente, las perritas en modo siesta profunda y Vanessa con una mezcla de cansancio feliz y la mirada de quien ya está pensando en su próxima escapada. El Bigster, por su parte, descansaba tranquilo. Sabía que había dejado huella.

 

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