En el verano donde muchos clubes fingen grandeza, la SD Ibiza ha optado por mirar a los ojos a su presente. Ni promesas vacías ni campañas de humo. El club se ha situado en el mapa de la honestidad, donde los márgenes importan y la ambición se dosifica con sentido común.
Desde Can Misses 2, Vicente López ha querido abrir el telón de una etapa que, aunque modesta en recursos, busca ser ambiciosa en estabilidad. El mensaje ha sido claro: no hay chequera para lujos, pero sí convicción para construir desde abajo. En ese escenario, cada paso cuenta, y cada decisión tiene el peso de lo necesario.
La Segunda RFEF no es un territorio fácil. Lo sabe Raúl Casañ, que encara su tercera temporada al frente de un equipo que aún digiere los vaivenes recientes. En esta ocasión, no habrá remodelaciones deslumbrantes ni nombres que llenen titulares. La SD Ibiza ha preferido la estrategia silenciosa de quien quiere crecer con los pies en la tierra.
La plantilla se ha ensamblado con precisión quirúrgica. Piezas jóvenes, algunas con raíces en la isla, otras curtidas en categorías menores. No hay estrellas, pero sí perfiles capaces de adaptarse al rigor de una liga áspera. El plan no es ganar desde el nombre, sino desde la cohesión.
El club confía en que la mudanza a Es Putxet, prevista antes de final de año, sea algo más que un cambio de sede: pretende ser símbolo de una nueva etapa. Un lugar donde el fútbol deje de ser efímero y recupere su valor social, formativo y cultural. Con más de 400 jugadores en cantera, la SD Ibiza sabe que su mayor activo no es el mercado, sino la raíz.
En un fútbol adicto a los atajos, la SD Ibiza ha elegido el camino largo. Puede que no brille de inmediato, pero cada metro ganado tendrá el valor de lo auténtico.
La columna vertebral: continuidad con sentido
Raúl Casañ seguirá dirigiendo al equipo con la misma templanza que lo ha caracterizado desde su llegada. El técnico valenciano ha tejido un grupo reconocible, que ha sabido competir con dignidad incluso en escenarios adversos. Su continuidad no responde a la inercia, sino a la confianza mutua entre banquillo y dirección deportiva.
A su lado seguirá Juan López Gordillo, segunda voz en la banda, primera en el trabajo invisible. Su papel, discreto pero imprescindible, ha sido parte del equilibrio técnico de un equipo que necesita solidez más que titulares.
También continúa Jaume Villar, capitán sin aspavientos, referente sin necesidad de brazalete. Seis temporadas después, su figura representa el vínculo entre el vestuario y el escudo. No hay estadísticas que midan lo que aporta un líder en los días difíciles, pero la SD Ibiza sabe que Jaume es brújula cuando todo tiembla.
No se trata solo de nombres. Se trata de valores que el club ha querido proteger: fidelidad, identidad, pertenencia. En estos tiempos líquidos, donde todo se compra y se vende, la continuidad de Casañ, Gordillo y Villar es una pequeña victoria moral. Y también deportiva.