Hay una imagen que nunca sale en las campañas de abonos ni en las presentaciones oficiales. No tiene épica ni iluminación perfecta. Es la de un equipo que vuelve a entrenar por primera vez. Con ropa nueva, piernas pesadas y un silencio que lo dice todo. Así arrancó la UD Ibiza este sábado, en el Sánchez y Vivancos, su camino hacia la temporada 2025-26. Sin focos. Sin titulares. Con el cuerpo como único argumento.
Después de dos jornadas dedicadas a los reconocimientos médicos, el balón reapareció en la rutina celeste, esta vez ya con Paco Jémez al mando. El técnico canario recupera el pulso del fútbol en un club que necesita reencontrarse con la Segunda División. Pero el mensaje, en este primer día, no fue táctico ni institucional. Fue físico. El fútbol, antes que idea, es cuerpo. Y el cuerpo se pone a prueba desde el primer minuto.
La sesión —la primera de una doble jornada— marca el inicio de una etapa que busca orden, cohesión y un modelo reconocible. Pero nada de eso se construye en el discurso. Se construye en la repetición. En lo invisible. En entrenamientos como el de hoy.
Lo importante es que el equipo ya entrena. Que los jugadores se reencuentran con el espacio, con el ritmo, con la mirada del técnico. Que se reconocen y se miden. Todo lo demás —los sistemas, los resultados, incluso las expectativas— vendrá después. O no vendrá, si lo de ahora no se hace bien.
No hace falta estar allí para saber que en los primeros días no se resuelve nada, pero sí se empieza a escribir todo. Y si hay algo que distingue a los equipos serios es que entienden el valor de estos gestos que no llenan portadas. Entrenar bien. Empezar con orden. No hablar más de la cuenta.
En tiempos donde el fútbol vive rodeado de estímulo vacío, que un club como la UD Ibiza arranque su curso sin estridencias es, quizá, el mejor síntoma posible. Entrenar, simplemente, es la forma más sensata de volver al fútbol.