La historia de la SD Portmany da un vuelco tan imprevisible como redentor. Cuando todo apuntaba a una temporada en Regional tras el descenso consumado en la última campaña, un hueco inesperado en el tablero de la Tercera RFEF le ha devuelto la vida. La renuncia de la Penya Independent ha abierto una puerta que en Sant Antoni se creía ya cerrada, y el club rojillo no ha dudado en atravesarla con determinación.
Lo que parecía el epílogo de un ciclo se ha convertido en el prólogo de una nueva etapa. El Portmany, que había caído arrastrado por la tormenta provocada por el descenso de la Peña Deportiva, vuelve a sentarse en la mesa del fútbol nacional por méritos indirectos, sí, pero con una motivación renovada que trasciende el simple favor del calendario. Esta invitación inesperada no es una dádiva: es una segunda oportunidad que el club está dispuesto a honrar con trabajo, compromiso y ambición.
El primer equipo ya ha iniciado su puesta a punto con una mezcla de ilusión y exigencia. Porque lo que se presenta por delante no es solo un regreso, sino un desafío mayúsculo: mantenerse en una categoría que, temporada tras temporada, se torna más exigente y competitiva. El nivel de los rivales, el ritmo de la competición y las exigencias logísticas y deportivas obligarán a la entidad a reinventarse sobre la marcha.
La Tercera RFEF es mucho más que un escalón; es una vitrina, un banco de pruebas y una oportunidad de crecimiento para los clubes con alma de cantera y corazón de pueblo. Y el Portmany, con su arraigo, su historia y su masa social fiel, encarna como pocos esa dualidad entre tradición y hambre de futuro. Lo que se vivirá esta temporada en el municipal de Sant Antoni no será simplemente fútbol: será una reivindicación colectiva de pertenencia y resistencia.
No hay promesas ni euforias desmedidas. En su lugar, hay un propósito compartido: competir con dignidad, mirar de frente al reto y demostrar que, incluso cuando el destino da un revés, la resiliencia puede escribir capítulos insospechados.
Así, la SD Portmany arranca su temporada con un grito que, lejos de ser celebración vacía, suena a compromiso profundo: ¡Somos de Tercera!