El concejal que anima desde la banda y empuja desde dentro

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Hay concejales que gestionan, y otros que sienten. Daniel Sánchez Gutiérrez, actual concejal de Deportes de Sant Antoni de Portmany, pertenece a esa rara especie que no necesita un cargo para amar el deporte. Lo suyo no es pose: es biografía.

Antes de ocupar un despacho, ya pisaba vestuarios, empujaba redes, preparaba alineaciones y celebraba goles. Antes de hablar de presupuestos, ya sabía cómo late un club desde dentro. Fue jugador, entrenador, speaker y organizador de torneos como la Champions Sant Antoni. Pero, sobre todo, ha sido siempre aficionado. Y eso, en su gestión, se nota.

Daniel no esconde sus colores. Su historia personal va de la mano de la SD Portmany, donde creció como deportista y como persona. Pero su respeto y vínculo con el resto de clubes del municipio es igual de real. Nadie le ha visto faltar en un partido grande del Club Bàsquet Sant Antoni en Sa Pedrera, donde, como él mismo dice, ocupa “la fila cero”. Siempre presente. Siempre sin necesidad de focos.

Y cuando esta misma temporada ha rozado la gloria sin alcanzarla —esa maldita canasta que no entró, ese suspiro que dejó a las puertas de la LEB Oro—, Daniel no publicó una nota fría ni una felicitación genérica. Lo que escribió fue puro sentimiento. Un texto que vale más que mil ruedas de prensa:

“Dicen que la unión hace la fuerza… Y de eso sabe y mucho el Club Bàsquet Sant Antoni y la afición de Sa Pedrera. ‘Feim poble’ le llamamos aquí. La gloria ya la habéis conseguido, solo falta encestar una canasta más y habréis conseguido ese sueño ansiado. Mereció la pena ser concejal de Deportes solo por el mero hecho de saber que existíais.”

Ahí no habla un político. Habla un vecino, un aficionado, un portmanyí emocionado. Y en ese gesto se resume su manera de hacer política deportiva.

Daniel recuerda su primer encuentro oficial como concejal. Fue, precisamente, con la directiva del Bàsquet Sant Antoni. No hubo paños calientes: le preguntaron, sin rodeos, si el Ayuntamiento iba a estar a la altura del club. A día de hoy, su presencia constante, su colaboración institucional y su implicación emocional responden por él.

“Son el espejo en el que debería mirarse cualquier club de la isla”, dice. Porque ve en ellos lo que él mismo ha intentado aplicar: humildad, constancia y gestión con alma. Nada de apariencias. Mucho de fondo.

Y eso lo traslada a todas las disciplinas. Reconocimientos a deportistas locales, apoyo a clubes como Sa Raval, Ibiza Patina, representación institucional en la Ruta de la Sal o en la Vuelta Cicloturista a Ibiza. Daniel está donde tiene que estar: cuando hay que hablar, habla; cuando hay que aplaudir, aplaude; cuando hay que escuchar, escucha.

“Mi primera novia jugaba en el Ca Nostra”, recuerda entre risas Daniel Sánchez en una entrevista al Club Bàsquet Sant Antoni. Aquel chico de entonces ya alternaba los entrenos de fútbol con los recreos improvisados a baloncesto, en la pista que muchos aún rememoran detrás de la iglesia. Allí no solo se lanzaban canastas o se hacían goles: también se tejían amistades, complicidades y ese vínculo especial entre el Portmany y el baloncesto local, que sigue muy vivo hoy. Él lo recuerda no como anécdota, sino como parte de su historia.

No es casualidad que hable de “crear puntos de encuentro” y no solo de “infraestructuras”. Para Daniel, el deporte es una herramienta social. Una forma de educar, de arraigar, de dar sentido a una comunidad. Y eso se nota en cómo habla… y en cómo actúa.

Que un equipo no logre un ascenso no significa que haya fracasado. Daniel lo expresó con una claridad desarmante: “La gloria ya la habéis conseguido”. Porque cuando una afición se emociona, un club crece y un pueblo entero se identifica con sus colores, la victoria ya está en casa.

Con esa filosofía se ha ganado el respeto de los clubes, el aprecio de las bases y el reconocimiento de los suyos. Porque nunca ha pretendido aparentar lo que no es. Solo ha hecho lo que ha sentido: estar cerca, facilitar, acompañar.

Y en ese camino, Daniel Sánchez ha conseguido algo poco habitual en política: ser parte del paisaje sin ocuparlo. Ser imprescindible sin molestar. Ser concejal… sin dejar de ser aficionado.

Y sí, como él mismo escribió: ha merecido la pena. Porque hay derrotas que no se sienten como tal. Y porque, más pronto que tarde, esa canasta entrará.

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