El Ibiza tiene cada vez más claro cómo quiere jugar y ha aprendido a convertir su idea en fútbol sin caer en la desesperación. Por muy correoso que sea el rival. Hoy lo ha vuelto a demostrar el equipo celeste contra el Internacional de Madrid. Dos tantos en la segunda parte –el momento en el que a los ibicencos les encanta noquear a sus adversarios– dan otros tres puntos, necesarios para seguir la estela del Atlético Baleares. Javi Lara, con una rosca teledirigida desde fuera del área, y Rodado, con una jugada personal donde robó, esprintó, dribló y definió, encarrilaron el negocio del triunfo. Siete minutos de inspiración pusieron la guinda a una hora de trabajo previo.

Porque al Inter había que roerlo con ganas. Nuevo partido en casa y nuevo visitante que planta una defensa de cinco hombres delante de su guardameta. El guión le resultaba familiar al Ibiza, pero el equipo que estaba enfrente planteó, quizás, más dificultades que los conjuntos que habían visitado anteriormente la hierba artificial de Can Misses. La lata tuvo que abrirse, entonces, con grandes dosis de paciencia. Durante toda la primera mitad, la banda izquierda (con Morillas y Cirio) y el costado derecho (con Kike López y Raí) peregrinaron hacia el gol. Paso a paso, poco a poco, guiados por la batuta de Toni Arranz, titular por primera vez. Javi Lara y Rodado, curiosamente, tendrían las ocasiones más claras. Ambos –chutando desde fuera del área el cordobés, como en el gol que abrió el marcador, y con un remate de ratón en el área chica el mallorquín– obligaron a lucirse a Felipe Ramos, el portero de un Inter que, en ataque, lo fiaba todo a que la envergadura de Aythami convirtiera en peligro el juego directo que proponía el equipo rojinegro.

La mentalidad de corredor de fondo del Ibiza mantuvo la tónica en el inicio del segundo tiempo. Quien más acusaba el paso de los minutos era el Inter, cada vez más encerrado en su área. Los celestes descubrían, a fuerza de palpar la pared, las grietas que escondía el muro. Un balón despejado por Kike López podía convertirse, con un poco de imaginación y una buena cucharada de calidad, en una ocasión clarísima: Rodado recogió la pelota junto a la línea de fondo y, cuando todo el mundo esperaba el balón colgado, engañó a todos con un centro-chut raso y sin ángulo que se paseó ante los ojos del guardameta madrileño sin que apareciera ninguna puntera que remachase la ocasión. Un trallazo de Kike López que se asomó a la escuadra alejándose del marco según se dibujaba la parábola fue la segunda bengala que lanzó el Ibiza. Fogonazos que anunciaron los dos goles que pusieron a Can Misses en pie y al Inter por debajo en el electrónico.

La propuesta volvió a salirle bien al Ibiza. Son cuatro partidos los jugados en casa que se cuentan por victorias, con un saldo de ocho goles a favor y tan solo uno en contra. Números que el equipo ibicenco quiere refrendar el próximo domingo, nuevamente como local, contra el contrincante más duro del grupo I. El Atlético Baleares, precisamente. El buen momento de ambos presagia un derbi precioso donde celestes y blanquiazules se verán por primera vez las caras en partido oficial luchando por lo más alto.

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