Por Pablo Sierra del Sol

Ser futbolista en las Pitiusas tiene sus ventajas. En los día de vino y rosas, el Formentera premiaba a sus jugadores con un desayuno piramidal y una sesión de spa en un hotel de cinco estrellas cuando pasaban una ronda en la Copa del Rey. Los patrocinios y las alianzas entre clubes y empresas permiten estas actividades; mitad prima contractual, mitad acción promocional. La Unión Deportiva Ibiza está dispuesta a aprovechar ese filón para mimar a sus futbolistas. El Golf Ibiza es uno de sus primeros socios. Aunque tanto el gerente como el director de marketing del único campo que funciona en la isla sean acérrimos seguidores del Cartagena, ponen a disposición de los celestes los diecinueve hoyos de la instalación. Después de una comida en familia, más de la mitad de la plantilla se pone en manos de los profesores del campo. Los alumnos se dividen por niveles. Algunos rechazan con una sonrisa la oferta de descargar adrenalina pegando unos golpes y se sientan en unas mesas a tomar un café y hacer la digestión. Los que ya han pisado un green previamente practican el juego largo y mandan cientos de pelotas a cientos de metros de distancia. Los que no lo han hecho se quedan en la zona de principiantes, una especie de mini golf de pasto, intentando embocar con el putter.

Unai Albizua es uno de ellos. “De pequeño, además de fútbol, jugaba a pelota vasca y también corría. Una vez participé en el cross de Llodio, mi pueblo, que tiene fama. El golf no lo he probado nunca, aunque sí tengo amigos que juegan porque en Euskadi tenemos bastantes campos y afición por este deporte. Hoy me voy a estrenar, a ver qué tal”, dice el central. Albizua cree que este tipo de jornadas sirven para hermanar a una plantilla confeccionada de forma atípica: “En Navidad se marcharon muchos compañeros y llegamos bastantes fichajes. Ha habido mucho movimiento, pero creo que hemos conformado un buen grupo. Sabemos que está difícil, pero no renunciamos a pelear la cuarta plaza. Estar unidos es fundamental para conseguirlo”.

Chanza, Verdú y Rodado se van a uno de los hoyos con un instructor. Tampoco han tocado un palo antes pero pronto van a descubrir las exigencias del golf, un deporte más físico de lo que parece a primera vista. El profe les pide que cojan el hierro –apto para las distancias medias, cuando hay que acercar la bola al agujero– sosteniéndolo por los extremos y que giren el tronco controlando el movimiento. Ni demasiado rápido ni demasiado lento. El balanceo les dará la cadencia necesaria para que el swing no mande la bola a hacer puñetas cuando la golpeen. “Esto es pura concentración”, dice el profesor, un maestro con más de cincuenta años jugados en campos de golf, “por eso siempre comparamos el golf con el ajedrez”. Verdú escucha la comparación y le contesta: “¡Entonces mejor lo dejo!” Sus compañeros ríen, pero cuando toca apuntar los pies hacia el banderín e impactar el esférico al central celeste no se le da mal. Al menos, mejor que a Kingsley Fobi, al que sus compañeros le toman el pelo presentándole como el “Tiger Woods” de Can Misses.

Charlando, riendo y vacilándose pasan los futbolistas la tarde. Los responsables del Golf Ibiza explican que desde hace dos años, cuando AzuLine cogió la gestión, trabajan para que el campo sea percibido como una infraestructura deportiva abierta a cualquier tipo de persona en vez de cómo un club privado y elitista. Están, desde entonces, redoblando los esfuerzos para cultivar una cantera de niños y niñas golfistas y, también, animando a grupos de amigos y a empresas a que se olviden del estrés entre los cerros de hierba –siempre recién segada– de Roca Llisa. Viendo lo bien que se lo pasaron algunos futbolistas de la UD Ibiza en vísperas del trascendental partido que disputan mañana en Marbella no sería extraño que alguno repitiera.

Muchos deportistas o ex deportistas de alto nivel han encontrado en el golf una excusa para matar el gusanillo competitivo practicando un deporte que exige físicamente (hay que caminar kilómetros y habituar la espalda a los movimientos del golpeo) sin machacar las articulaciones, los músculos, los huesos. Quizás por eso gustó tanto a Johan Cruyff, quizás por eso gusta tanto a Michael Jordan; dos campeones que, además de brillar por ser talentos únicos en el fútbol o el baloncesto, se destacaron de otros grandes exponentes de sus deportes por la inteligencia que mostraban en los momentos decisivos. El golf, si le das concentración y temple, te devuelve alegría. Lo dijo Greg Norman, dos veces campeón del Open Championship: “La felicidad es un largo paseo con un putter en la mano”.

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