Por Pablo Sierra del Sol

¿Quién es Amadeo Salvo? La pregunta se la hace más de uno desde que el empresario valenciano pagó 50 mil euros en el verano de 2015 para que la Unión Deportiva Ibiza volviera a jugar partidos de fútbol después de muerta. Cuando se le pregunta a su círculo más cercano sale una lista de adjetivos bastante larga. Nacido en Valencia un 31 de marzo de 1967, Amadeo Salvo sería ambicioso, ganador, obcecado, exigente, leal, impetuoso, valencianista, generoso, soñador, profesional, irreductible, sufridor y, sobre todo, un tipo muy listo, dotado de la intuición que se necesita para volar alto en los negocios sin miedo a estrellarse. También, un loco del fútbol. Los primeros adjetivos pueden variar en cantidad y orden según a quién se pregunte. Las dos últimas etiquetas son innegociables. Como innegociable, dice el propio Salvo, es su compromiso con el proyecto deportivo que está desarrollando en Ibiza. No ha venido a la isla a derrochar dinero sino a invertirlo. Tiene un plan y piensa llevarlo a cabo. Contra viento y marea si hace falta. Hace unos días, en la sobremesa de la comida navideña con la que agradeció a los medios de comunicación el seguimiento que hacemos del equipo, uno de los periodistas se animó a preguntarle si le gustaría volver, algún día, al Valencia Club de Fútbol de sus amores. Salvo se recostó en la silla, esbozó media sonrisa y llenó de ironía su voz ronca para responder: “¿Al Valencia? No, hombre, no. Ahora hay que pensar en el Ibiza. En el Ibiza y nada más”.

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Manuel Peris descuelga desde un lugar que parece animado. Se oyen conversaciones no muy lejos de su teléfono móvil. Voces fuertes y agudas. Hablan en chino. Me dice que está en Shanghái. “A mí China Telecom, de momento, me cuida. Estate tranquilo, la llamada me la cobrarán a mí”, me responde cuando le propongo colgar y llamarle por WhatsApp. Aliviado, por saber que esta conferencia transcontinental no me va a abrir un boquete en la factura telefónica del mes, le pregunto cómo conoció al actual presidente de la UD Ibiza. Peris, que tiene una empresa que ha instalado equipos de sonido en Estados Unidos, en los principales recintos donde se juega a fútbol americano, fue la mano derecha de Amadeo Salvo cuando llegó a la presidencia del Valencia en verano de 2013.

–A mí me presentan a Amadeo cuando le introducen en la Fundación del Valencia con la idea de renovar la directiva del club, que estaba muy jodido en aquel momento, entre otras cosas, por la deuda enorme que tenía con Bancaixa e, indirectamente, con la Generalitat. Deportivamente, éramos un desastre y, patrimonialmente, había que sumar la vergüenza del Nou Mestalla, que se había quedado a medio construir. Además, la marca del Valencia no valía un pimiento. Seguíamos en el siglo XX. La Copa de Ranieri, las finales de Champions con Cúper y los títulos de Liga y la UEFA de Benítez quedaban muy atrás. Después de Jaume Ortí, que fue un gran presidente, Juan Soler y Manuel Llorente habían puesto al Valencia en la picota. Habíamos ganado otra Copa más, la de 2008, pero casi nos fuimos a Segunda ese mismo año. Se vendió a Villa, Silva, Mata… porque la deuda no dejaba de crecer y crecer. Los valencianistas de toda la vida estábamos muy preocupados y vimos en Amadeo Salvo una alternativa esperanzadora. Yo había oído hablar de él y tenía muy buenas referencias de la gestión que su familia estaba haciendo con Power Electronics. Vino a pedirme que me uniera a la Fundación y no dudé un segundo. Amadeo es un tío tan apasionado que te enamora desde el primer minuto si quiere sumarte a uno de sus proyectos.

Salvo, dice Peris, es una persona a la que si le vas de frente y le entras por el ojo tendrás a tu lado para el resto de tu vida. Y Peris fue uno de los pocos apoyos que encontró Salvo entre la burguesía que tradicionalmente ha ocupado los sillones del palco de Mestalla. Cuando se decidió a convertirse en presidente del Valencia muchos le acusaron de colarse a una fiesta a la que nadie le había invitado.“Que Amadeo viniera de una familia humilde –al fin y al cabo son empresarios hechos a sí mismos, nadie les ha regalado nada– provocó muchos recelos en algunos sectores de la ciudad y del valencianismo. Tuvimos que batallar contra esa oposición interna desde el primer minuto. Si conseguimos ganarla desde el minuto uno fue porque Amadeo se metió a la gente de la calle en el bolsillo. Sentía y pensaba como ellos y la identificación fue mutua. Era un hincha con cabeza de empresario, una combinación extraña de ver. Tenía claro que había que devolverle la autoestima a la gente. Por eso trajo de vuelta Rufete y a Ayala al club, a Kempes y a Juan Sol (el lateral valencianista de los setenta dice que Amadeo Salvo “es uno de los aficionados che más genuinos que ha conocido, un tipo que respira fútbol por los cuatro costados”). Volvimos a sentir que podíamos tener un València campió”, comenta Peris.

Las biografías de ambos tienen tanto y tan poco que ver al mismo tiempo que, quizás, por ahí se explique la química que se estableció entre ellos al conocerse.

A principios de los años veinte, en los terrenos donde se construyó el que sigue siendo el estadio del club valencianista tenía una alquería la familia de Manuel Peris. “Mi bisabuelo la vendió al club para que se levantara allí Mestalla. Nuestros terrenos ocupaban uno de los fondos. Desde ese momento, mi familia ha estado unida al Valencia”, explica el empresario, cuatro años menor que Salvo. Peris nació en el 71 (el año en el que los che ganaron su antepenúltima Liga) y Salvo en el 67 (el año en el que los che ganaron su cuarta Copa del Rey). Los dos se criaron adorando a los mismos futbolistas: Pepe Claramunt, Mario Alberto Kempes, Juan Sol, Johny Rep, Ricardo Arias, Enrique Saura, Rainer Bonhof, Lobo Diarte, Daniel Solsona. Miguel Tendillo; celebrando títulos y sufriendo el dramático descenso de 1986 durante sus adolescencias. “Pero don Alfredo di Stéfano, el entrenador con el que ganamos la última Liga que teníamos y la Recopa, nos sacó del pozo”, precisa Peris, que iba con su padre a ver al equipo cuando jugaba en casa. Amadeo Salvo se sentaba en Mestalla una vez al mes. Rotaba con su hermano Lalo, al que le saca catorce meses. Cada dos domingos, Abelardo, el patriarca de los Salvo, llevaba a un hijo diferente. Estaba levantando una pequeña empresa de instalación eléctrica en la comarca de los Serranos –Abelardo había nacido en un pueblo llamado Villar del Arzobispo– y su dinero le costaba cada carné, pero quería que sus dos hijos se hicieran valencianistas. “Y lo consiguió”, recuerda Lalo Salvo, tan solo unas semanas después del fallecimiento de su padre, “pero quien más valencianista se hizo fue mi hermano Amadeo. Él está enamorado del fútbol, en general, y del Valencia en particular. Ya te puedes imaginar lo que supuso para él convertirse en el presidente del club y lo que le dolió tener que abandonarlo”.

Julio Insa es un veterano periodista castellonense, con varias décadas a su espalda cubriendo la información del equipo del murciélago en radios como Onda Cero Valencia o Radio Esport. Insa define el paso de Amadeo Salvo por la presidencia del club de esta forma:

–Con la excepción de Luis Casanova, por la cantidad de años que estuvo al frente de la entidad, los éxitos deportivos que consiguió y la valentía que mostró para recuperar patrimonialmente al Valencia después de desastres como la riada que sufrió la ciudad en 1957, creo que Amadeo ha sido el mejor presidente que hemos tenido. Su paso fue breve, pero fundamental. Quizás solo se le acerque el desaparecido Jaume Ortí, el más valencianista de entre los valencianistas, que, curiosamente, fue presidente de Amadeo en el Alaquàs, donde Salvo jugó como juvenil.

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Los que vieron jugar a Amadeo Salvo dicen que fue un mediocentro no exento de calidad pero con un despliegue físico que lo opacaba todo. “Se movía por todo el campo y era muy inteligente en la toma de decisiones: casi siempre la soltaba al primer toque”, dice Lalo. Los hermanos Salvo se criaron en la ciudad de Valencia. Vivían esperando el fin de semana porque la tarde del viernes significaba subirse al pueblo. En Villar del Arzobispo dormían en casa de su tía. Y gozaban de libertad. “Corríamos por las calles, montábamos en bicicleta, salíamos al monte y jugábamos al fútbol en cualquier plaza y en cualquier parque”, recuerda Lalo. Aunque a él le tiró más el baloncesto (tal vez por su envergadura, con los cincuenta acabados de cumplir, el mediano de los Salvo tiene corpachón de ala pivot reboteador; tal vez porque estudiaron en La Salle, donde la canasta era la ley, al contrario que su hermano Amadeo, que pidió salir del colegio meses después de ingresar), fue Lalo quien enganchó al mayor de la familia para que se apuntara al equipo de fútbol infantil de Villar: “Teníamos catorce años, buscaban a gente para formar el equipo y le propuse que se viniera a jugar con nosotros. Fue el que más progresó de todos y, cuando llegamos a juveniles, el Valencia se fijó en él. Con nosotros jugaba, cedido por el Valencia, José Luis Oltra, que luego llegó a ser entrenador de equipos como el Levante. Los ojeadores que venían a seguir a Oltra descubrieron a mi hermano y le ficharon para el Mestalla. Como era muy joven, lo cedieron al Alaquàs. Entre medias, probó con el Real Madrid y el Atlético, y empezó la carrera de Derecho”. Parecía que Amadeo Salvo podría convertirse en un futbolista profesional, pero todo cambió el día que su padre recibió una descarga mientras manipulaba un equipo eléctrico que le costó la amputación de una mano tras múltiples operaciones.

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La historia de Power Electronics (primero llamado CEYN, el nombre original de la empresa cuando se creó en 1986) parece una fábula empresarial, pero comenzó por culpa (o a consecuencia) de esa desgracia (reconvertida en oportunidad), un suceso que marcaría la vida de los Salvo para siempre. Abelardo Salvo Babiloni, el patriarca, pasó de ser instalador a fabricante, de autónomo a empresario.

Como en el sueño americano, todo empieza en un garaje.

En un pequeño local trabajan los cuatro primeros empleados de Power Electronics. Abelardo, uno de sus hermanos, un empleado más y Amadeo, que ha dejado la carrera y el fútbol para dar el callo. La familia lo necesita. “A mi hermano dejar todo aquello le supuso un sacrificio, pero ojo, siempre le han gustado los negocios y el mundo de la empresa. No se ha pasado la vida reprochándose por haber colgado las botas tan pronto o por no haber podido acabar la carrera”, dice Lalo, que se incorporaría más tarde a la compañía.

–Desde el primer momento, nuestro padre, que tenía mucha intuición, vio que el negocio estaba en el extranjero. Las primeras visitas que hicimos Amadeo y yo a países como Israel o a las ferias que se montaban en Alemania o Francia fueron de película porque ninguno de los dos hablaba inglés. Nuestro padre lo resolvió así: “Amadeo, tú te irás a Inglaterra. Lalo, tú a Nueva Zelanda”. Y allí nos pasamos un año. Cuando volvimos, hablábamos los dos inglés por los codos. Nos pusimos a fabricar componentes y a venderlos fuera. Con los beneficios, invertíamos en ingenieros, maquinaria, instalaciones. Poco a poco nos fuimos especializando en dar calidad y buen servicio. Aplicamos lo que siempre predicaba mi padre: hay que estar por el cliente las veinticuatro horas del día. Antes de que existieran los móviles, él le daba el teléfono de nuestra casa a sus clientes y les decía: “Si tienes cualquier tipo de problema con los equipos que te instale, no lo dudes y llámame. Aunque sean las cuatro de la madrugada”.

Los números están ahí y narran el éxito de la fórmula. Hace diez años, las exportaciones representaban ya el 40 por ciento de las ventas. Hoy, son casi el 80 por ciento. En 2017, solamente la matriz española del conglomerado empresarial facturó 113 millones de euros. En 2008, tenían doscientos empleados. Durante la crisis mundial, según dice Lalo Salvo, no despidieron a ninguno de sus empleados. Ahora pasan del millar. Mientras otros preferían invertir las ganancias de los años de vacas gordas en ladrillo y bienes inmuebles, en la casa de los Salvo los dividendos no se repartían sino que se reinvertían en su totalidad, principalmente en innovación y desarrollo. Los años de la recesión generalizada coinciden curiosamente con la época en que los valencianos se expanden a Brasil y México (“mercados emergentes”, señala Lalo). En 2014, Power Electronics tenía dieciocho filiales en cinco continentes. Hoy ya distribuye en más de veinte países. En algunos mercados gigantescos –Reino Unido– acapara más de la mitad de las ventas de componentes electrónicos. En otros como Estados Unidos, la empresa de los Salvo está subiendo como la espuma. La sede central de Power Electronics, situada en Paterna, hace tiempo que se quedó pequeña, como avanzó el patriarca Abelardo poco después de que se mudaran allí. 2019 será un año importante para la firma: se inaugurarán los 90 mil metros cuadrados del parque tecnológico que han construido en Llíria para seguir expandiendo los horizontes de la empresa. Para hacerse una idea por comparación: el nuevo hogar de Power Electronics ocupará la décima parte de Terra Mítica, casi un tercio del espacio que los estudios cinematográficos de la Ciudad de la Luz, el mismo tamaño que las obras varadas del Nou Mestalla. A diferencia de los tres ejemplos citados, el parque tecnológico será la antítesis de un agujero negro: sus casi diez hectáreas estarán ben aprovechadas, si nos guiamos por la trayectoria reciente de la multinacional.

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Manuel Peris recuerda que en Villar del Arzobispo se suele decir que “de Villar y perder, no puede ser”.

–Esa frase se puede aplicar perfectamente a los Salvo. Amadeo es un winner, un tipo que cree en la cultura del esfuerzo y que crea marca España.

Lo dice así, en inglés, con jerga de ejecutivo que se mueve entre calls y meetings. Lalo Salvo afirma, dándole la razón a Peris, que no conoce a nadie más competitivo que su hermano Amadeo. “Bueno, si existe alguien parecido es David, el pequeño de los tres. Son extremadamente exigentes con ellos mismos. Juegan a ganar y se esfuerzan al máximo para conseguirlo. Es el carácter que heredaron de nuestro padre. Si no, sería imposible que una empresa como la nuestra haya pasado de ser familiar a multinacional, de instalar componentes eléctricos a escala local a fabricarlos, de tener unas pequeñas oficinas en Valencia a contar con filiales en quince países y competir con gigantes como Siemens, Mitsubishi, Hitachi o General Electric desde el parque tecnológico de Paterna”.

Si Amadeo y David son como era su padre, el carácter de Lalo tiraría más hacia el de su madre. Virtudes Lillo Martínez, valenciana de raíces albaceteñas, representa la parte cerebral de la familia, la humildad y sencillez para no estirar nunca más el brazo que la manga. Desde los noventa, cada vez que se encontraban ante una encrucijada fundamental para el futuro de la empresa, padre e hijos acababan decidiendo alrededor de las paellas que cocinaba Virtudes los domingos en la casa familiar. “Virtudes ha sido siempre una gran luchadora, la responsable de poner orden en esa familia llena de hombres. Abelardo sentía adoración por ella. Sus hijos, también. Es una mujer de acero”, la define Julio Insa.

Lalo da la clave de la filosofía de los Salvo para mezclar empresa y deporte: “Todo lo importante lo hemos decidido siempre por consenso. Por ejemplo, entrar como patrocinadores en el Valencia Basket. Suponía una inversión muy importante teniendo en cuenta lo que facturábamos en 2009. Meternos en esa aventura fue muy enriquecedor, un máster de cómo funciona un club deportivo de alto nivel y la forma de ganarnos el respeto de Juan Roig, que apostó por nosotros cuando se cansó de seguir invirtiendo en el equipo. Deportivamente fue muy bien y eso es una satisfacción enorme. Después de dos años nos salió la oportunidad de patrocinar al Valencia Club de Fútbol, pero la operación se frustró cuando Manuel Llorente se echó atrás por cuestiones externas. No se imaginaban los que boicotearon el acuerdo (fíjate, acabarían vendiendo la publicidad de la camiseta por mucho menos dinero) que mi hermano acabaría entrando en el club por otra vía. Entre medias nos metimos en las motos, patrocinando al equipo de Aspar. Esa esponsorización nos abrió la puerta de mercados como el americano o el asiático”.

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Julio Insa se acuerda de lo nervioso que estaba Amadeo Salvo cuando le acompañó en el viaje donde se ponía en juego el pasado, presente y futuro del Valencia Club de Fútbol. Un grupo de valencianos cruzaron el planeta para aterrizar en Hong-Kong. Allí esperaba un multimillonario singapurense llamado Peter Lim. A este rostro desconocido en España y Valencia consiguió venderle Amadeo Salvo la mayor parte de acciones del club. Culminaba meses de negociaciones, internas y externas, una maratón agotadora donde se creó una comisión formada por la Fundación, Bankia (que se había tragado a Bancaixa), la Generalitat y el propio club para relacionarse con Meriton Holding, el entramado empresarial de Lim. Sin la fe ciega que muchos aficionados tenían en el presidente el trato no podría haberse cerrado, dice Insa. Cuando se alcanzó el acuerdo, aquella primavera de 2014 en Hong-Kong, el magnate se comprometió a refinanciar, para ir solventándola, la deuda del club, que ascendía a 330 millones de euros, a acabar el Nou Mestalla, a invertir en cantera, mejorar la plantilla con fichajes a bajo coste y potenciar la marca. La sensación que impera hoy entre los miles de simpatizantes y socios valencianistas es de fracaso. El estadio sigue parado (aunque se ha alcanzado un acuerdo para vender los terrenos del Mestalla original), la deuda no ha menguado y los resultados no terminan de acompañar. La comunión, por tanto, con gran parte de la afición se ha roto. “A Amadeo y el resto de la directiva que venían de la Fundación les costó una barbaridad vencer la reticencia de muchos sectores que no venían con buenas ojos el desembarco de un multimillonario extranjero que no sabía nada de la ciudad ni del equipo ni de la liga española. Esa era claramente la debilidad de Lim y el tiempo lo ha demostrado. Pero la culpa fue suya, por aislarse con sus consejeros y no hacerle caso a quienes conocían el Valencia por dentro. Si hubieran escuchado, la historia reciente del club habría sido distinta. Por eso, el equipo funcionó la primera temporada bajo la propiedad de los asiáticos”, explica Insa.

Recogiendo lo que dice Insa, así ocurrió lo que pudo ser y casi fue:

La temporada 2014/2015 el Valencia consigue clasificarse para la fase previa de la Copa de Europa tres años después de su última participación en la máxima competición continental. De puertas para afuera todo va como la seda. La plantilla que se ha construido el año anterior, con fichajes a base de retales, funciona a pleno rendimiento sobre el césped (son titulares jugadores como Diego Alves, Otamendi, Mustafi, Negredo o Parejo, y surgen canteranos como Gayà), sumándole las llegadas de Andre Gomes y Rodrigo. La grada está llena, el club viste de nuevo una marca de ropa global (Adidas) y, aunque arrecian críticas de algunos potentes medios de comunicación como la cadena SER (el periodista Pedro Morata tiene en su diana informativa al empresario del sector electrónico desde la campaña anterior), se intenta por todos los medios levantar mercadotécnicamente a la entidad de la mano de Luis Vicente Dowens, que venía de trabajar en el departamento de marketing de clubes como el Manchester City, y que consigue abrir una tienda oficial del club en una de las primeras calles de Valencia.

Sin embargo, cuando Amadeo Salvo se marcha a principios de julio, a un mes de jugar la previa de la Champions contra el Mónaco, culmina una separación cantada.

“Lim empezó equivocándose cuando impuso a Nuno como entrenador después del buen final de temporada que hizo Pizzi el año anterior. Con Nuno vino de la mano Jorge Mendes. Y Jorge Mendes no entra en un club si no es para hacer negocio. Su negocio. Empezaron a ocurrir cosas rarísimas. La opinión de Rufete ya no contaba. Hasta Nuno le robó el despacho solo para hacerle de menos. ¡Hacer de menos al director deportivo! ¡La persona que te tiene que confeccionar la plantilla! Así se hizo muy difícil trabajar, más si cabe después de que rechazaran el patrocinio de Turkish Airlines que encontró Dowens porque consideraban que ofrecían poco dinero. Ellos pedían siete y los turcos ofrecían cuatro. ¡Si era una marca global que te iba a dar mucha proyección! Luego acabaron manchando la camiseta por mucho menos dinero del que ofrecía Turkish. La gota que colmó el vaso fue la venta de Otamendi. Si te deshaces de tus mejores jugadores, no puedes competir. Amadeo se cansó de dar la cara por Peter Lim. Cuando se marchó Rufete, Amadeo se fue con él. Salvo es impetuoso, eléctrico, pero si le vas de cara, nunca tendrás ningún problema con él. Aunque le digas cosas que no le guste escuchar. No aguantó tantos tejemanejes y prefirió apartarse. Salvó al Valencia de la desaparición y se echó a un lado. Creo que esa es una de las razones de que la gente le siga teniendo tanto aprecio. Caminar con él por la ciudad es pararse cada cinco minutos porque hay muchos valencianistas que le paran para darle la mano”, explica Julio Insa.

Lalo Salvo cuenta que la salida de su hermano de la directiva fue una liberación. Para él y para la familia que sufría por él. “La presión que se vive al frente de un club grande no está pagada”, dice Lalo, “porque significa desvivirse todos los días del año por la entidad. No hay festivos ni familia ni celebraciones ni vacaciones: es en verano cuando más tienes que trabajar. Amadeo lo cogió con ilusión porque está enamorado del Valencia desde que era un crío, pero le costó sacrificios importantes. No solo a nivel de imagen pública –algunos medios le pusieron bajo una lupa para encontrarle las cosquillas, estaban deseando que se equivocara, que diera un paso en falso para ponerlo en la picota–; hablo de sacrificios profesionales. Esos dos años tuvo que dejar sus funciones en nuestra empresa y apartarse de la gestión”. Desde los inicios de la expansión, Power Electronics fue una criatura de dos cabezas. La parte comercial la asumió Amadeo, un vendedor nato. La industrial, Lalo, que estudió Ingeniera Electrónica y se ha convertido en un estudioso en la materia. David, el pequeño, se integró más tarde en la parcela de ventas y gestión, relevando a su hermano durante su periplo valencianista. Y, por encima, Abelardo, un padre de delicada salud que ha vencido todos los contratiempos. Incluso, durante unos años, al cáncer que se lo ha llevado a la tumba. “Le dijeron que aguantaría cuatro meses y ha estado con nosotros más de cuatro años. Nuestro padre era de otra pasta”, explica Lalo.

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A los Salvo les gusta el mar. Adoran navegar cuando llega el calor. La afición entró en la familia por Lalo. Si Amadeo se escapaba a Ibiza a finales de los ochenta y principios de los noventa para disfrutar de unos días entre amigos y olvidarse de la empresa, el hermano mediano empezó a venir años después con su familia, cuando sus hijos eran pequeños. Y, desde el principio, navegó. Hace relativamente poco tiempo –“la primera vez que repartimos dividendos”, especifica Lalo– convenció a David y Amadeo para que compraran entre los tres un barco con el que salen bastante. En plena temporada alta van al norte. Allí fondean, disfrutan del mar y de los arroces y bullits que preparan en los restaurantes y chiringuitos que salpican la costa que se extiende entre la península de Pou des Lleó y las calas que quedan al sur de Portinatx: s’Illot des Renclí, es Canaret, Cala Xuclar. “Nos gustan sobre todo los rincones perdidos en los que te encuentras a muy poca gente porque es casi imposible llegar por tierra”, especifica Lalo Salvo, que añade: “A nosotros no nos verás en pleno verano en los beach clubs del sur de la isla. La costa de Sant Josep también nos gusta mucho. Igual que Formentera. Pero esos sitios son para visitarlos en mayo o septiembre, para mí, los dos mejores meses para disfrutar de Ibiza”.

El mediano dice que tanto él como sus dos hermanos sienten un vínculo muy fuerte por la isla: “Cuando Amadeo, semanas después de haber salido del Valencia, nos dijo que estaba pensando resucitar a la Unión Deportiva Ibiza decidimos ir con él con todas nuestras fuerzas. En aquel momento podía parecer una locura, pero él ya tenía experiencia y contactos dentro de este mundo, la isla era un lugar que nos quedaba al lado de la sede central de Power Electronics y de nuestros hogares y, como la empresa iba bien, podíamos permitirnos un proyecto que creemos que tendrá retorno”.

Lalo Salvo comprende que su hermano y el resto de la familia hayan causado rechazo entre algunos sectores del fútbol ibicenco, pero no cree que les hayan colgado ningún sambenito. “Si no”, explica, “gente como Joan Marí y otros directivos de la Peña Deportiva no estarían viniendo a la mayoría de partidos que jugamos en casa. Son bienvenidos en nuestro palco y les deseamos toda la suerte del mundo para esta temporada, que lo están bordando en Tercera. Nosotros somos los primeros interesados en que suban, ellos y el resto de equipos de las Pitiusas, a Segunda B. Si no hay nivel por debajo, la UD Ibiza se resentirá y no podremos cederles a futbolistas como Cristian Cruz para que se fogueen”. Lalo cree que, igual que pasó en la etapa del Valencia, el nombre de Amadeo Salvo despierta “envidia” en algunos círculos. “Este país es así, pero nosotros no queremos llevarnos mal con nadie. Al contrario. Con el San Rafael hay una excelente relación, con el CD Ibiza no tenemos ningún problema por nuestra parte y con el Formentera, pese a todo lo que se dijo el año pasado, tampoco. De hecho, nosotros no nos lanzamos a por Liñán hasta que supimos que el jugador se quería ir del club sí o sí y que ya tenía ofertas sobre la mesa”.

Dice Lalo que ellos han llegado para hacer las cosas con cabeza, que haber tenido tantos entrenadores hasta encontrar a Palop es consecuencia de lo cruel que es el ambiente resultadista del fútbol, que su inversión millonaria no es flor de un día, que no se marcharán dejando tras ellos un solar –como ha ocurrido varias veces en Can Misses– y que sueñan con sacar a Ibiza del pozo de los territorios españoles que nunca han visto un partido liguero de Primera o Segunda División.

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“Amadeo no va a parar hasta que no vea al Ibiza en lo más alto. Ahora puede sonar a ciencia ficción, pero este club podría subir a Primera División a medio-largo plazo. En Valencia mucha gente sigue al equipo y lo tiene claro. No se olvidan de que cuando Salvo cogió la presidencia del Valencia, la entidad estaba desahuciada en lo deportivo, lo económico y lo social, y en apenas un año volvimos a Champions League, se remozó Mestalla, se trajeron buenos fichajes a poco coste, se pusieron las bases para que el club se convirtiera en una marca global y, lo más importante: se le devolvió la ilusión a los aficionados. Su frase favorita cuando hablábamos era ‘Juliet, la vamos a liar’. Antes de coger el Ibiza, me la repitió”. Julio Insa tiene fe ciega en Amadeo Salvo. Recuerda que en Valencia se ganó el apodo del bou. El toro. Por su fortaleza. Su terquedad. “Y su nobleza a la hora de embestir los objetivos que se le ponen por delante”, apunta el veterano periodista.

Peris dice que la incursión en el fútbol ibicenco no será una fiebre pasajera para los Salvo, que si así fuera no habrían invertido casi medio millón de euros en hacerse con la plaza en Segunda B que dejó libre el Lorca por sus deudas. “Los que fuimos a Bunyol a animar a la UD Ibiza en el playoff de ascenso contra el Levante B nos llevamos un buen chasco. Ya casi lo teníamos hecho, pero esa tanda se torció inexplicablemente. Estas cosas, ojo, ocurren en el fútbol. A veces te dan. A veces te quitan. No se pueden controlar. En nuestro primer año en la directiva del Valencia nos quedamos a treinta segundos de meternos en la final de la Europa League. Le ganábamos 3-0 al Sevilla en Mestalla, le habíamos dado la vuelta a la semifinal y M’Bia nos marcó ¡en el minuto 93! El fútbol te enseña que lo racional no sirve cuando la pelota echa a rodar. Hay que trabajar bien, planificando a largo plazo y apostando por el rigor y la profesionalidad pero, aún así, la suerte es un factor clave”, explica Peris, tras recordar que Amadeo Salvo y él se vieron en la final de Turín de 2014 y se quedaron con la miel en los labios a falta de treinta malditos segundos para el pitido final. Según el empresario valenciano, su amigo Amadeo salió bien curtido de esas experiencias donde la bola revierte lo planeado en los despachos y en la pizarra del entrenador. Quizás más que del divorcio profesional con Peter Lim. Lo que le dejó su salida del Valencia fueron ganas de desquitarse. No se puede alejar demasiado del césped a un loco del fútbol.

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En la comida de Navidad con la prensa Amadeo Salvo vuelve a recostarse en la silla cuando se le pregunta por el presupuesto de la Unión Deportiva Ibiza para este año. Regatea de nuevo: “Desde hace bastantes temporadas no se publican oficialmente ni siquiera los presupuestos del Real Madrid y Barcelona. Decir públicamente el dinero del que planeas disponer para una temporada es darle ventaja a tus rivales porque podrán calcular lo que ofrece en fichas”, dice Salvo. La inversión que han hecho los dueños de Power Electronics en el club ibicenco desde 2015 también es una incógnita. Sin duda, la cantidad asciende a varios millones y se multiplicaría si el equipo toma la línea ascendente que está trazada en el mapa que ha diseñado la directiva. “Pero ya sabéis que en el fútbol dos más dos no son cuatro”. Para no andarse por las ramas de la poesía, el presidente de la UD Ibiza, dice que no se habría metido en esta guerra si no hubiera visto beneficios al final del camino: “La isla necesita un equipo profesional en una categoría profesional. Ibiza es una marca global y conseguirlo traería retorno. Para nosotros, para el club, para el fútbol insular y para la economía de la isla en general. Son puestos de trabajo, movimientos de personas, pernoctaciones, dinero gastado en hostelería, transporte… En Segunda B, además de fidelizar al público ibicenco, estamos esforzándonos para crear afición fuera de la isla. El fichaje de Borriello, que os aseguro que jugará de nuevo cuando se recupere de su lesión, va por ahí. Cada semana vendemos un buen puñado de camisetas en Italia. Por otro lado, no nos olvidamos de la base, como dicen algunos. Es más, le he sugerido más de una vez al Ayuntamiento de Vila que invierta en construir más campos de fútbol. Vivimos en un municipio donde practican este deporte más de seiscientos chavales y solamente disponemos de tres campos. Entiendo que es compleja la Administración pública, pero no conozco aún un alcalde que haya perdido unas elecciones por construir instalaciones deportivas: cohesionan socialmente, impulsan la actividad física y mejoran la salud de la población. Nosotros tenemos equipos en todas las categorías y nos encantaría construir un juvenil potente, ¿pero cómo retengo o atraigo a chicos de diecisiete o dieciocho años en la isla si no tenemos una universidad como Dios manda?”.

Llegar a la élite no va a ser coser y cantar. Subir a Segunda A ya supone un reto complicadísimo. Pero Amadeo Salvo cree que van a conseguirlo. Por eso no se olvida de que habría que reformar Can Misses, de que es posible jugar en la LFP con césped artificial, o de que una ciudad deportiva sería imprescindible a medio plazo: ahora la UD Ibiza es el único equipo del grupo IV de Segunda B que entrena y juega en el mismo rectángulo.

Aún es pronto, sin embargo, para que el toro valenciano embista esos capotes. Benditos problemas para alguien que solamente sabe pensar en grande. O eso parece.

1 Comentario

  1. Buenísimo articulo paco, te sigo desde la pasada temporada y cada vez hay mas y mejor información, este a sido el mejor sin duda, sigue asi, te seguimos y leemos. VAMOS UD!!

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