
David Alba Todo empezó un día de verano en un hotel de Cala Tarida. El andaluz Borja de Zulueta, de 19 años, había salido -como otras tantas veces- a limpiar la terraza. Allí coincidía con un hombre que se encargaba, cada mañana, del mantenimiento de la piscina. Al principio fueron saludos de compañeros de trabajo, pero, poco a poco, la amistad de Zuluaga y aquel tipo se fue estrechando y empezaron a intercambiar más y más palabras.