El Sant Jordi dio un golpe en la mesa en su visita al Llosetense, firmando una victoria que trasciende lo numérico y que habla de carácter, fe y determinación. Con un 1-2 que les otorga su segunda victoria de la temporada —ambas como visitantes—, los de Carlos Tomás encaran el futuro con una renovada dosis de confianza. Aunque el equipo verdinegro sigue ocupando la última posición en la tabla, los tres puntos logrados en esta jornada tienen un valor anímico incalculable.
El partido comenzó con un Sant Jordi desatado, dispuesto a demostrar que las malas rachas no son eternas. En apenas 15 minutos, el equipo salinero convirtió su ambición en goles. Nicholas Rozo abrió el marcador en el minuto 10 tras aprovechar una jugada de combinación que desarmó la defensa local. Cinco minutos más tarde, Agustín Carella culminó una contra letal con un remate certero que puso el 0-2 en el luminoso.
El Llosetense, herido en su orgullo, intentó reaccionar y encontró un resquicio en el 37, cuando Gálvez acortó distancias con un tanto que dio alas al equipo mallorquín. Sin embargo, la defensa del Sant Jordi se mostró sólida y disciplinada, cerrando filas y negando cualquier oportunidad de empate al conjunto local.
Lo que hace especial esta victoria no es solo el resultado, sino la manera en que se consiguió. El Sant Jordi mostró una gran cohesión y una capacidad de sacrificio. En un tramo final de partido marcado por la presión del Llosetense, los verdinegros supieron mantener la calma, gestionando los tiempos y defendiendo con todo para llevarse un triunfo que reafirma su capacidad para competir en esta categoría.
Carlos Tomás ha insistido en la necesidad de remar juntos y este encuentro parece ser la prueba de que su mensaje está calando en el vestuario. Con seis puntos en su casillero, el equipo sigue lejos de la zona de salvación, pero ha demostrado que tiene los recursos para luchar y que no se resignará a su destino.
Un reto por delante: consolidar la reacción
La próxima parada para el Sant Jordi será el duelo en casa frente al Mitjorn, un escenario idóneo para regalar una alegría a su afición, que ha permanecido fiel incluso en los momentos más complicados. El reto ahora es lograr regularidad, encadenar victorias y hacer de su feudo una fortaleza donde sumar puntos vitales.
El fútbol, como la vida, se construye con pequeños pasos, y el Sant Jordi acaba de dar uno enorme. La victoria en Lloseta no solo añade cifras a la clasificación, sino que demuestra que la lucha por la permanencia está lejos de ser una causa perdida. La esperanza, vestida de verde y negro, vuelve a latir en Sant Jordi.