El fútbol no solo es un deporte; es una amalgama de emociones, sacrificios y, en ocasiones, pruebas que ponen a los jugadores al límite. Este fin de semana, el Portmany protagonizó un episodio que trasciende los marcadores y las estadísticas, devolviendo al fútbol su faceta más humana. El delantero soriano Miguel Ángel Mallén, tras diez meses de lucha contra una grave lesión sufrida en enero en el partido frente al Alaior (fractura lineal del peroné, luxación abierta de la tibia y rotura de los ligamentos del tobillo izquierdo) volvió al césped para escribir una página inolvidable en su carrera y en la historia reciente del equipo.
La victoria por 1-3 frente al Santanyí fue el telón de fondo de un momento esperado tanto por el jugador como por sus compañeros y aficionados. Era el minuto 82 cuando Mallén, visiblemente emocionado, ingresó al terreno de juego en sustitución de Brandon. Los aplausos desde el banquillo y la ovación de los seguidores desplazados no fueron solo un reconocimiento a su regreso, sino también un homenaje a su esfuerzo y perseverancia. El fútbol volvía a sonreírle.
La lesión de Mallén, una de esas que pone en pausa la carrera de un futbolista, había sido un recordatorio de lo frágil que puede ser el cuerpo en un deporte tan exigente. No obstante, también es un testimonio del poder de la mente y del corazón para superar adversidades. Durante meses, el jugador trabajó en silencio, acumulando sesiones de fisioterapia, jornadas interminables en el gimnasio y momentos de soledad en los que la pelota era solo un recuerdo lejano. Sin embargo, nunca perdió la fe.
Su regreso no pudo ser más simbólico: en un partido de intensidad, el Portmany demostró solvencia y carácter para imponerse a un Santanyí combativo. Los goles de Sergio Rico y Vaccarini aseguraron tres puntos valiosos, pero fue la presencia de Mallén en los últimos compases del encuentro lo que robó el protagonismo. Cada toque de balón, cada pase y cada movimiento suyo sobre el campo reflejaron una mezcla de prudencia y confianza. Había vuelto no solo un jugador, sino un ejemplo de resiliencia.
La recuperación: el partido más difícil
Las lesiones son el peor enemigo de cualquier deportista. En el fútbol, donde la presión por rendir al máximo está siempre presente, una lesión grave puede representar no solo un desafío físico, sino también un golpe devastador para la moral del jugador. En el caso de Mallén, la recuperación fue un proceso integral. Desde la reconstrucción de su fuerza muscular hasta el fortalecimiento de su confianza mental, el camino de regreso estuvo lleno de altibajos. Contó con el respaldo incondicional del cuerpo técnico del Portmany y con la cercanía de sus compañeros, quienes nunca dejaron de alentarlo.
Este tipo de historias nos recuerdan que el fútbol no es solo un juego, sino un espejo de la vida misma. La disciplina y el coraje que Mallén demostró durante su rehabilitación son valores que trascienden el deporte, inspirando tanto a compañeros de equipo como a jóvenes que sueñan con triunfar en el fútbol.
Con su retorno, Mallén no solo aporta al equipo su talento, sino también una motivación extra para afrontar el resto de la temporada. Su hambre de fútbol se traduce en un deseo renovado de contribuir al éxito del Portmany, que ya sueña con objetivos más ambiciosos. Su historia, sin duda, se convertirá en un punto de referencia dentro del vestuario, un recordatorio de que las adversidades pueden transformarse en oportunidades para crecer.