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0-1. La Penya Independent se cuela en la siguiente ronda con un gol, mucha sangre fría y cero complejos

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Lo de la Penya Independent en Inca fue de western con banda sonora de Morricone, polvo en suspensión y mirada al horizonte con el sol de cara. Un 0-1 con sabor a pólvora, sudor y gloria. Porque no solo ganaron, se lo curraron como esos equipos que no están para tonterías. Como esos que saben que el play-off no es para los guapos de Instagram, sino para los que no tienen miedo a remangarse en el barro.

Los de Sant Miquel salieron al Nou Estadi como quien va a un sitio que no es suyo pero que piensa quedarse. Y vaya si se quedaron. Minuto 10 y Lucas, más frío que el mármol de un tanatorio, fusiló la portería local y dejó al Constància con cara de “¿pero esto no lo jugábamos en casa?”. Gol de vestuario, de esos que no te esperas ni en tus peores sueños si vistes de blanco y negro. Los locales, atontados, intentaron recomponerse, pero se metieron en un bucle de dudas que les duró toda la primera parte. La Penya, mientras tanto, con la pizarra tatuada en la piel y el colmillo afilado, se hizo dueña del tempo sin necesidad de tocar la bola mil veces. Porque aquí se viene a ganar, no a dar recitales.

En la segunda mitad el guion cambió, o al menos lo intentó. El Constància subió líneas, echó el resto, y fue como esos boxeadores que lanzan golpes al aire buscando una mandíbula que nunca aparece. Los pitiusos, a lo Diego Simeone vintage, armaron una muralla que ni los asedios medievales. Cada balón dividido era como una final del mundo, cada despeje, un suspiro en la grada.

Y entonces, el terremoto. Minuto 84. Toni, que fue el único con chispa en los locales, se la juega por la izquierda, encara a Rinaldi, se deja caer —o se cae con estilo, según a quién preguntes— y el árbitro, sin dudar, señala penalti. Drama, tensión, silencio sepulcral. Mateu, con toda la presión del universo pitiuso sobre los hombros, la manda al palo. Sí, al maldito palo. El estadio, que se relamía con la épica, se quedó helado como un gintonic sin hielo.

Ese fue el clavo en el ataúd. La Penya, con la serenidad de un equipo que ya ha visto mil guerras, echó el cerrojo, guardó la llave y se puso a jugar con el reloj como si fueran crupieres de casino. Tiempo, faltas tácticas, saques eternos… todo el manual del fútbol canalla. El Constància, desesperado, lo intentó de todas las formas posibles: centros, empujones, miradas al cielo. Nada.

Final del partido y los de Sant Miquel, a la siguiente ronda con el pecho inflado y la mirada desafiante. Esperan ya al que salga vivo del Formentera-Porreres. Que se preparen, porque esta Penya no juega —esta Penya compite. Y cuando se pone en modo Clint Eastwood, más vale que el rival corra o rece.

5-0. Partidazo gourmet con sabor ibicenco

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Hay partidos de trámite y luego están las bacanales de fútbol que, sin quererlo, mandan un recado al resto de aspirantes: aquí hay un equipo que no viene a pasearse por el ‘play-off’, viene a morder. La UD Ibiza se ha pegado un homenaje en Can Misses ante un Ceuta desinflado y con resaca de campeón. Cinco goles, cero concesiones y una grada flotando entre el aroma del ascenso y el de la apertura del UNVRS.

La historia de este sábado no va solo del 5-0. Va del momento. Va de sensaciones. Va de que a Paco Jémez le ha salido la paella sin grumos justo antes de ponerla en la mesa grande. Y no había mejor manera de brindar por el fin de curso que metiéndole una manita al líder, aunque viniese con la barriga llena y el cinturón desabrochado.

El partido fue un monólogo, una clase de cómo se entra al campo con hambre aunque el rival ya esté de sobremesa. En el minuto 4, Bebé ya había sacado la escopeta con una ‘folha seca’ al larguero que hizo temblar hasta los cristales de las cabinas de prensa. Davo cazó el rechace en fuera de juego y también la mandó al palo, como para decirle al Ceuta que esta tarde se iba a jugar en una sola portería.

Y se jugó.

Davo, ese delantero que huele el gol como el sabueso el miedo, abrió el festín al cuarto de hora. Centro medido de José Albert —que se marcó un partidazo de escándalo— y definición al primer toque. Como los que saben. El segundo fue de Bebé, claro. Porque si el Ceuta daba pasos atrás, él no pedía permiso: se coló entre líneas y soltó un zurriagazo que limpió la escuadra y la conciencia de más de uno. Locura en la grada. Y sensación de que la tarde iba para historia.

El Ceuta, con cara de lunes, daba lástima. Ni rastro del campeón que ha arrasado esta Primera RFEF. Mientras, la UD Ibiza jugaba con cuchillo entre los dientes y sin levantar el pie. José Albert, que parecía tener turbo en las botas, perdonó el tercero en una llegada de pura potencia. Gori se coló por banda, Davo amagó como un gato callejero y López-Pinto mandó el cuero a las nubes con todo a favor. Solo un susto nubló por un momento el cielo ibicenco: Davo pidió el cambio por molestias en el sóleo. Silencio en Can Misses. El delantero se fue tocado, pero no hundido.

Antes del descanso, Albert puso el tercero con una definición de delantero disfrazado de lateral. Jugada de videojuego y sentencia en el marcador.

La segunda parte fue más de lo mismo, pero con extra de humillación. Quique hizo el cuarto tras una asistencia deliciosa de López-Pinto. Y después llegó el quinto: jugadón de Eugeni, magia en estado puro, que acabó en golazo de López-Pinto tras recorte doble y disparo al palo largo. Pim-pam-pum. El Ceuta, mientras, cambiaba jugadores como quien cambia las toallas en el chiringuito. Para nada. No había solución.

Hubo penalti provocado por José Albert, que parecía tener gasolina para tres partidos más. Escassi se animó a lanzarlo con decisión, pero se topó con un Vallejo inspirado que adivinó la intención y evitó el sexto.

El partido acabó con la UD Ibiza meciéndose en la gloria, jugando a placer, regalando caños y sonrisas. El Ceuta se fue como vino: sin alma. Y la isla, con el subidón propio de quien ve que esta vez sí, la cosa va en serio.

Ahora toca el Andorra, rival rocoso y de billetera gorda. Pero el equipo de Jémez llega como un cohete, con fútbol, actitud y chispa. Si el camino al ascenso es una guerra, la UD Ibiza ya ha sacado el machete.

El Class viaja al infierno con ganas de prenderle fuego

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Esto ya no es una serie de partidos. Esto es una guerra callejera con código de honor, con sangre fría en los libres y fuego en las muñecas. El Class Bàsquet Sant Antoni ha dejado de ser un equipo simpático de la isla para convertirse en un escuadrón con la mirada envenenada y la tabla de salvación entre las manos. El domingo, a las 12 del mediodía, se juega en Melilla algo más que 40 minutos: se juega una vida. La ida de la final por el ascenso a Primera FEB. Una categoría que ya acariciaron con las yemas el año pasado antes de que Morón les metiera un gancho de esos que duelen toda una temporada.

Pero los de Portmany no son de los que se quedan en la lona. Se levantaron con la mandíbula apretada, se armaron hasta los dientes y han vuelto con el machete entre los dientes. Porque este año no han venido a competir. Han venido a conquistar. 20 victorias en la fase regular. Exhibiciones lejos de casa. Mentalidad de camión blindado. Y, sobre todo, un equipo con alma, con calle y con memoria.

Melilla será un hueso. Duro, amargo, de esos que cuesta masticar incluso con hambre. Tienen músculo, billete y rotación de lujo. Bases con callo de años en ligas grandes, exteriores con más recursos que un trilero en Gran Vía y un juego interior que podría levantar un edificio entero solo con bloqueos. Pero el Sant Antoni ya ha demostrado que no necesita presentación. En Azpeitia les dejaron secos. En El Prat, los convirtieron en ceniza. No hay cancha que les dé miedo. Y aunque en Melilla sólo hayan perdido un partido en casa este año, que nadie les venda el cuento de la fortaleza inexpugnable. Barrio y los suyos no creen en cuentos, creen en parciales.

El plan es sencillo: salir vivos. Sea como sea. Aguantar el chaparrón. Leer el ritmo. Castigar en transición. Y que la vuelta en Sa Pedrera sea una auténtica olla a presión con aroma a historia. Porque el infierno ibicenco está listo. Pantalla gigante este domingo para ver el choque desde la isla, venta de entradas disparada para la vuelta, y una afición que lleva un año con el corazón en modo rebote.

Este club está donde quería. Donde se propuso estar hace doce meses, cuando la frustración era el único combustible. Hoy, la motivación no necesita gasolina: va sola. Quedan dos partidos para cruzar la puerta grande. Uno en Melilla, otro en casa. Noventa minutos, tal vez menos. Sudor, defensa, ritmo y fe.

Y si hay que jugarse el alma en el alambre, que sea con los portmanyins de cara al sol. Porque este equipo tiene calle, tiene clase y tiene lo que hace falta para escribir su nombre donde siempre quiso estar: en la Primera FEB.

Eivissa se pone vertical con el Balear de bloque más salvaje del año

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Mañana, los pies dejarán de tocar el suelo en el Poliesportiu Es Viver. El magnesio tomará el control, los gritos de ánimo rebotarán en las paredes y cada canto, regleta y volumen se convertirá en campo de batalla. Llega el Campionat Balear d’Escalada en Bloc 2025, y lo hace con todo el flow que solo Ibiza sabe dar. Cuerda fuera, que aquí se viene a blocar.

Organizado por el siempre combativo Club Eivissenc de Muntanya, el evento reunirá a cerca de un centenar de boulderers de todas las islas, desde promesas sub13 hasta auténticos felinos en categoría absoluta. El plan: un día entero de pegues, sudor, risas, encadenes épicos y algún que otro vuelo sin motor. Desde las 8 de la mañana hasta que el sol se esconda tras las presas, el rocódromo de Es Viver se transformará en la meca balear del bloque.

Pero ojo, que no es solo un campeonato más. Aquí el nivel sube como un dinámico mal tirado: vertical y sin frenos. Y es que el routesetting corre a cargo del mismísimo Eneko Carretero, campeón de España y artista del puzzle vertical. Si alguien sabe cómo convertir una pared en una ópera de la gravedad, es él. Se rumorea que ha preparado bloques que no perdonan despistes: o lees bien el paso o te vas a la colchoneta a pensar en tus errores.

El cronograma, más apretado que una regleta de 6mm: a primera hora se reparten dorsales, y desde ahí, ronda tras ronda, categoría tras categoría, sin apenas tiempo para aflojar los antebrazos. A las 17h, la final femenina promete duelos de alto voltaje, y a las 19h, la masculina echará el telón con el crono en contra y el corazón en la garganta. Y para rematar, entrega de premios con toda la tribu escaladora haciendo piña. Habrá lágrimas, risas y, seguro, alguna promesa de venganza para la próxima.

Las Baleares escalan, y escalan fuerte. Lo de mañana no se ve en streaming ni se revive en stories. Esto se vive con magnesio en las manos, callos en los dedos y el alma colgada a tres metros del suelo.

Así que si no vienes, luego no digas que nadie te avisó. Porque en Es Viver, este 24 de mayo, o estás blocando… o estás mirando.

Sant Josep cambia de piel: adiós al césped reventado, hola alfombra deluxe

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En Sant Josep ya no se rasca la rodilla ni se sufre por el mal bote: ahora se juega sobre terciopelo. El campo municipal de s’Arenest, ese donde se han dejado las suelas generaciones enteras de futbolistas ibicencos, se ha pegado un lavado de cara que lo pone a la altura de los grandes, pero sin perder el alma de barrio.

El viejo césped natural, que en sus mejores días aguantaba el tipo pero últimamente pedía la jubilación a gritos, ha pasado a la historia. Era noble, sí, pero estaba machacado de tanto trote. Cada sprint era una ruleta rusa. Y el balón… bueno, el balón hacía lo que podía. Ahora, en cambio, brilla una nueva superficie de esas que parecen sacadas de un catálogo del Arsenal. Literalmente.

Porque el PURE PT de GreenFields no es cualquier cosa: es un césped artificial sin microplásticos, sin caucho, sin historias raras. Una alfombra que ya usan los del PSV, el Valladolid y otros clubes que se toman en serio eso de correr sin miedo a dejarse los ligamentos. Y ahora, también en Sant Josep.

La visita oficial de rigor no faltó. Ahí estaban el alcalde Vicent Roig, el regidor Xicu Ribas y el conseller d’Esports Salvador Losa, pisando fuerte y sonriendo como quien acaba de fichar al crack de la temporada. El cambio no es humo: es fútbol con cabeza.

100.000 eurazos bien invertidos, gracias a las ayudas del Consell, para montar un campo que no solo luce bien sino que además cuida el planeta. Sin mantenimiento tóxico, sin residuos que acaben en el mar, sin dramas. Solo fútbol. Y del bueno.

Pero ojo, que aquí nadie se tiró a la piscina sin comprobar la profundidad. Ribas cogió avión y se fue a Holanda a ver el invento de cerca. Lo probó, lo pisó, y dijo: esto va pa’lante. Porque en Sant Josep se hacen las cosas con cabeza, aunque luego se celebren con alma de grada.

Y esto no se queda aquí. Si todo funciona como debe —y ya suena a jugada ganadora—, los siguientes en estrenar alfombra serán Sant Agustí y Sant Jordi. Porque cuando un equipo encuentra la fórmula, hay que aprovechar la racha.

Sant Josep ha marcado un gol por la escuadra. El campo ya no es solo un sitio donde se juega: es un símbolo de que el fútbol también puede ser limpio, moderno y sin perder ni un gramo de garra. Se acabaron los resbalones traicioneros y los chutes desviados por un bache maldito. Ahora toca fútbol de verdad.

UD Ibiza, última llamada al delirio: ganar al campeón, llenar Can Misses y soñar sin red

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El telón está a punto de caer, pero en Can Misses nadie quiere que esto acabe todavía. Con la mirada clavada en un play-off que huele a redención, la UD Ibiza se prepara para el último asalto liguero con una mezcla de urgencia competitiva y fe desbordada. Paco Jémez, el capitán de este barco celeste que no ha dejado de moverse en aguas agitadas, compareció este jueves ante los medios como quien repasa su arsenal antes de la batalla: sereno, directo y sin pelos en la lengua.

El rival del sábado, el Ceuta, no es cualquier escollo: campeón de grupo, orgulloso y con oficio. Pero Jémez lo tiene claro: aquí nadie se rinde antes de tiempo. “Tenemos que ganar, y punto”. Y aunque las matemáticas del ascenso se sigan escribiendo con tinta incierta, lo único claro en la ecuación ibicenca es que todo pasa por sumar tres puntos. Nada de mirar de reojo otros campos. El camino está ahí, cuesta arriba, pero iluminado.

La visita del líder no llega en el mejor momento para los locales. La UD ha coqueteado con el drama fuera de casa, encadenando derrotas que escocieron más por la forma que por el fondo. Y ahora, para colmo, se planta en el partido clave con seis jugadores al borde de la suspensión. Cinco defensas con la tarjeta al cuello, como equilibristas sin red. ¿Rotaciones? Imposible. ¿Riesgo? Total. Pero en esto del fútbol, como en la vida, no se gana sin mojarse.

“Mi trabajo es que lleguen todos al play-off, pero también que lleguemos ganando”, lanzó Jémez con ese tono suyo entre advertencia y declaración de principios. Porque no se trata solo de sumar, sino de hacerlo con empaque, con sensaciones, con una sonrisa torcida en el rostro y las botas manchadas de barro. Lo dijo claro: hay que reafirmarse. Salir con la cabeza alta y con la grada encendida.

Y ahí aparece otro fantasma de la temporada: el silencio en las gradas. El técnico fue directo, sin adornos: jugar sin público es como bailar sin música. Se agradece a los fieles, sí, pero se necesita más. El sábado no se pide una entrada histórica, se ruega una reacción. Porque exigir Segunda sin pasar por Can Misses es, cuanto menos, incoherente. Jémez no repartió culpas, pero dejó el mensaje flotando: el que quiera milagros, que venga a rezar al estadio.

En lo táctico, la pizarra del míster no ofrece lugar para el romanticismo. El Ceuta es un hueso: cerrado atrás, físico, rocoso. Un rival que encaja poco y aprovecha lo mínimo. “Nos faltó juego interior contra el Recre”, confesó el técnico, aludiendo a esa sensación de que el Ibiza llega al área con ímpetu, pero sin bisturí. Hace falta más fútbol por dentro, más precisión y menos fuegos artificiales.

Y mientras la afición sueña, el cuerpo técnico vigila la enfermería. Mo Dauda podría volver al verde en breve, Gallar sigue en modo gimnasio, y los dolores se convierten en cálculos de minutos, esfuerzos y tiempos de recuperación. Todo suma, todo cuenta. Porque el play-off no es una fiesta, es una guerra fría donde cada detalle pesa.

Se viene un partido con aroma a final. De esos en los que no importa tanto el rival como la actitud. La UD Ibiza tiene la oportunidad de despedir la liga con un golpe sobre la mesa. No se trata solo de ganar. Se trata de encender Can Misses, de jugar con orgullo, de mirar al futuro con el puño en alto. Porque si hay algo que este equipo ha demostrado este curso es que, aunque tambalee, no se cae.

Sábado, 19:00 horas. Última jornada. Última bala. Última oportunidad para que la isla vuelva a latir al ritmo del fútbol. Que no falte nadie.

Eivissa invierte en deporte adaptado

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Hay decisiones que no hacen ruido pero cambian cosas. Esta semana, el Consell Insular d’Eivissa ha firmado un convenio con la Asociación de Deporte Adaptado de Ibiza y Formentera (ADDIF) para apoyar con 33.000 euros el proyecto de deporte adaptado e inclusivo que se desarrollará durante todo 2025. No es un titular de escaparate, pero sí un paso concreto y medido hacia un escenario más justo.

La subvención tiene nombre y destino: garantizar que personas con diversidad funcional puedan practicar deporte en condiciones reales, sin parcheos ni favores. Hablamos de instalaciones, personal técnico, materiales, desplazamientos… Lo que hace falta para que el deporte no sea solo una opción, sino una posibilidad tangible.

El acuerdo no es nuevo en su intención, pero sí firme en su forma. Llega desde el Departamento de Presidencia, Hacienda, Gestión Económica y Deportes, una estructura que muchas veces parece lejana, pero que en este caso ha aterrizado en algo claro: presupuesto asignado, objetivo definido.

ADDIF no es una asociación de escaparate. Lleva años trabajando con recursos limitados, abriendo caminos donde no había nada. Esta ayuda no resuelve todo, pero permite planificar, ampliar y consolidar un proyecto que funciona porque está en manos de gente que conoce el terreno.

No hay promesas grandilocuentes ni frases para la foto. La isla no se ha llenado de carteles ni ha convocado ruedas de prensa con camisetas impresas. Simplemente se ha firmado un documento que pone el foco donde hace falta: en las personas. Y eso, a veces, es más valioso que cualquier campaña publicitaria.

El conseller Salvador Losa ha dejado claro que esto no es un gesto aislado. Es parte de una estrategia para que el deporte, en Eivissa, no tenga puertas de entrada restringidas. Aquí no se habla de integración como eslogan, sino como práctica. Y eso, en tiempos de tanto ruido, es casi una rareza. Una buena rareza.

Raúl Garrido se alista para la reconquista

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En Santa Eulària no se habla de otra cosa: Raúl Garrido sigue. El técnico valenciano, con su perfil de tipo serio pero mirada de estratega canalla, ha estampado su firma para dirigir a la Peña Deportiva una temporada más, esta vez desde la casilla de salida, con margen de maniobra y una idea clara: devolver al club al sitio que le corresponde. Y no, no es una frase hecha. Es una declaración de intenciones.

El acuerdo, cerrado esta misma mañana entre cafés, apretones de manos y alguna que otra sonrisa cómplice en las oficinas del Municipal, representa mucho más que una simple renovación de contrato. Es un voto de confianza. Un mensaje directo a la afición: esta historia no se acabó en marzo, solo se estaba calentando.

Garrido aterrizó en el banquillo peñista con la temporada herida de muerte, justo en la jornada 27, en ese derbi frente al SD Ibiza que más que partido parecía un pulso contra el destino. Llegó con la soga al cuello y el reloj en contra, pero con la misma convicción de siempre: creer en el juego, en el grupo y en la posibilidad de hacer del Municipal una plaza incómoda, competitiva y con identidad. Y aunque no hubo milagro clasificatorio, sí hubo síntomas de resurrección.

Porque lo que dejó el técnico fue algo más valioso que puntos: dejó sensaciones. Esa palabra tan intangible como poderosa. La Peña, aun en la agonía del calendario, volvió a jugar con sentido, con nervio, con orgullo. Se notaba que alguien al mando sabía lo que hacía. Y eso, en fútbol, no es poco.

Ahora, con el contador a cero, Garrido tiene por delante la tarea más difícil y más bonita: construir. Y lo quiere hacer a su manera, empezando por blindar el núcleo duro del vestuario —los que corrieron, pelearon y creyeron cuando todo se caía— y apuntalando el equipo con incorporaciones que sumen sin desentonar. Nada de fichajes de postal ni apuestas ruidosas. Aquí se viene a currar. Con humildad, sí, pero con ambición de sobra.

La presidenta Ana María Mateu no ha ocultado su entusiasmo. Sabe que en Garrido hay algo más que un entrenador con currículo. Hay un tipo que conoce la isla, que respira fútbol desde el césped y entiende el valor de la cantera pitiusa, ese vivero de talento que tanto se necesita mimar. En él ven al arquitecto ideal para liderar un proyecto de presente con alma de futuro.

Y es que en Tercera RFEF, donde los campos son de tierra y gloria, y cada partido es una trinchera, tener a un técnico con carácter, método y calle es un lujo. Garrido no viene a prometer ascensos, viene a trabajarlos. A remangarse desde el minuto uno. A devolverle a la Peña esa competitividad que tanto la caracterizó en sus mejores años.

Así que ya pueden ir afinando gargantas en Santa Eulària. Se viene una temporada para creer. Con Raúl al frente, la Peña no solo aspira a volver. Aspira a hacerlo con estilo, con coraje y, sobre todo, con fútbol. Del bueno. Del que se recuerda.

Sant Joan tiene pulmón… y se llama Javier Torres

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En un rincón del norte de Ibiza, donde el verde aún manda y la calma no se negocia, hay una forma especial de hacer política. Más callada, más pegada al terreno, más comprometida con lo sencillo. En Sant Joan de Labritja, los discursos no duran mucho, pero las acciones sí. Y en ese contexto, Javier Torres Ribas ha encontrado una manera propia —casi artesanal— de impulsar el deporte: sin estridencias, sin pancartas, pero con pasos firmes.

Es concejal de Deportes, sí, pero también de Transparencia y Nuevas Tecnologías. Un cruce curioso que a primera vista podría parecer extraño, pero que en su caso encaja como un guante. Porque Javier es de esos que miran hacia adelante sin perder de vista lo que hay que conservar. Y eso, en una isla que valora lo auténtico, es mucho decir.

Javier Torres no se sube a las olas de moda ni a los eslóganes vacíos. Su vida antes de la política ya hablaba por él. Ha estudiado artes aplicadas, marketing digital, sistemas de información geográfica, y actualmente cursa un grado en multimedia. También es piloto certificado de drones, lo cual no es solo una curiosidad: es una muestra de cómo entiende el mundo. Tecnología, sí, pero al servicio de las personas.

Y eso lo ha aplicado en su concejalía. Donde otros ven equipamientos, él ve espacios para que la gente se junte. Donde otros ven un proyecto de inversión, él ve cómo se puede cambiar el día a día de quienes usan esas instalaciones.

Una de sus decisiones más simbólicas fue la creación de vestuarios mixtos adaptados en las instalaciones deportivas del municipio. No fue una medida pensada para titulares. Fue una decisión lógica, humana. Para que todas las personas —sin importar su cuerpo, su condición o su movilidad— pudieran disfrutar del deporte en igualdad.

Ese tipo de políticas no se celebran con confeti, pero son las que construyen un lugar más justo. Y Javier lo sabe.

En Sant Joan no hay grandes estadios ni flashes mediáticos. Pero sí hay clubes que trabajan desde abajo, como la Penya Independent, con los que Javier mantiene un contacto constante, sin necesidad de figurar. Lo suyo es estar, acompañar, buscar soluciones, no excusas.

También ha sido parte activa de eventos como el Campeonato de España de Trail Running en el Port de Sant Miquel, o presente en celebraciones populares como el Tir amb Bassetja, una tradición ancestral que combina fuerza, cultura y orgullo local. Él no solo apoya desde el ayuntamiento: asiste, participa, convive.

Javier no habla de deporte como quien lo estudia en una mesa. Lo practica. Participó en la carrera Passeig a Passeig (15 km) con la naturalidad de quien no necesita demostrar nada, pero sí vivirlo en primera persona. Porque el deporte, para él, es un espacio donde se encuentran la disciplina, la salud y —quizás lo más importante— la comunidad.

Correr, pedalear, tirar con cuerda, participar en fiestas populares o proponer soluciones digitales… En su mundo todo se cruza, todo tiene sentido.

Una política que no necesita volumen

Javier Torres ha demostrado que se puede hacer política sin ponerse en el centro de la foto. Que se puede transformar desde lo concreto, desde lo real, desde lo sencillo. Y que gestionar bien no es llenar portadas, sino vaciar listas de espera, abrir espacios, cuidar detalles.

En un municipio que camina a su ritmo, él ha sabido acompañar ese paso. Sin imponer, sin acelerar, sin disfrazar. Solo con trabajo, con compromiso y con una forma de hacer que suena a verdad.

Y eso, en los tiempos que corren, es casi un acto revolucionario.

El waterpolo josepí se moja de verdad y sale a flote con orgullo

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No hacía falta mirar el calendario para saber que ayer era día grande. Bastaba con asomarse a Es Raspallar y ver cómo hervía la piscina. No de temperatura, sino de nervios, ilusión y ese ruido inconfundible que hacen las ganas cuando se mezclan con el agua. Era jornada de playoffs, y eso se notaba en el ambiente, en las miradas, en los apretones de gorro antes de saltar al agua. Fue allí, entre abrazos, silbatos y gritos desde las gradas, donde el Club Waterpolo Sant Josep dejó claro que esto no va solo de marcar goles. Va de crecer. De pelear. Y, sobre todo, de sentir.

Los Sargantanes, el alevín más novato de la casa, se presentaron en la lucha por el tercer puesto del grupo B con más valentía que experiencia. Este equipo, formado por jugadores que apenas llevan una o dos temporadas empapándose de waterpolo, ha ido a más durante toda la temporada. Y ayer lo demostraron con creces. Golearon al CN Calvià por un rotundo 12-2 y se llevaron con autoridad esa tercera plaza del grupo, lo que les coloca como séptimos de Baleares. Pero más allá de la posición, lo que queda es la actitud: cada boya peleada como si fuera la última, cada ataque con el cuchillo entre los dientes, cada defensa con alma. Este grupo ha dejado claro que tiene presente… y mucho futuro.

Y luego estaban los Dragons. Qué partido. Qué montaña rusa. Qué manera de vaciarse. El alevín Dragons llegó hasta la final del grupo A, es decir, el partido que decidía el título de la Liga Balear Alevín 2024-2025. Enfrente, el CEIB de Mallorca, un rival de los que no perdonan ni un despiste. Pero los nuestros salieron sin miedo y con las ideas claras: presión, velocidad y ambición. Se pusieron hasta cuatro goles por delante y todo apuntaba a una celebración en clave josepí. Pero el CEIB reaccionó en el último minuto y logró empatar a 12, forzando una dramática tanda de penaltis. Y ahí, en ese cara o cruz cruel del deporte, la moneda cayó del lado mallorquín: 13-14 final.

Derrota amarga, sí, pero subcampeonato Balear más que meritorio para los Dragons, que han hecho una temporada enorme y que, como premio a su trabajo, se han clasificado para el Campeonato de España Alevín Mixto de Clubes, que se celebrará en Elche del 12 al 15 de junio, bajo la organización de la Real Federación Española de Natación. Allí, entre los mejores equipos del país, tendrán la oportunidad de representar a Sant Josep y a toda Ibiza con la misma garra que les ha traído hasta aquí. Que nadie lo dude: van a dar guerra.

Y mientras en Es Raspallar el sol se iba y los aplausos bajaban de intensidad, en Palma de Mallorca el equipo juvenil del Sant Josep tenía su propio desafío: el partido por el tercer puesto balear frente al CN Ciutat de Palma. Los nuestros viajaron con el objetivo claro y cumplieron con oficio. Victoria trabajada, sin artificios, y medalla de bronce para cerrar una temporada en la que han crecido a base de esfuerzo silencioso y compromiso constante. No son los que más ruido hacen, pero están construyendo algo sólido, de esos equipos que dentro de poco ya no se conformarán con terceros puestos.

La jornada dejó medallas colgadas, sonrisas cansadas y alguna que otra lágrima. Pero, sobre todo, dejó claro que el Club Waterpolo Sant Josep está en un gran momento: con cantera valiente, equipos que compiten sin complejos y una filosofía que va mucho más allá del resultado.

Porque lo de ayer en Es Raspallar no fue solo deporte. Fue comunidad, fue identidad, fue futuro.

Y ese futuro, atención, lleva gorro josepí.

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