El fútbol también tiene días grises. Días que no inspiran ni para una postal ni para un poema. Este domingo, mientras muchas madres recibían abrazos, flores y promesas de amor eterno, la UD Ibiza regalaba un empate sin goles. Un 0-0 seco, sin moño ni dedicatoria, frente a un Recreativo de Huelva que no parecía un rival inabordable. Pero sí lo fue. Como ese plato que parece fácil pero se quema si no se cocina con cariño.
En un día en que los hijos suelen dar lo mejor de sí para hacer sonreír a sus madres, el equipo celeste no encontró el modo de ofrecer un gesto a su afición. Ni un destello de rebeldía, ni un arranque de coraje. Y eso que, como había anunciado Paco Jémez, se intentó algo diferente: Eugeni, de delantero. Pero fue un intento tan tibio como esos desayunos en la cama que se enfrían antes de llegar.
El Recre fue más vivo de inicio, más madrugador en la ilusión. A los tres minutos ya había avisado, como ese hijo que llama temprano para felicitar a su madre y decirle que la quiere. Caye Quintana tuvo la suya en un mano a mano que se fue al limbo. La UD Ibiza, por su parte, quiso tener la pelota, pero sin saber qué hacer con ella, como quien compra un regalo y luego duda si acertó con la talla o el color.
Pasó la primera parte como pasan algunas visitas familiares: con muchas palabras pero pocas emociones. Sin herir, pero tampoco enamorar. El segundo acto arrancó con algo más de chispa, con un tiro de Bebé que se desvió y un remate de Raúl Navas que hizo volar a Guillem bajo palos. Pero fue un espejismo. De esos que duran lo que dura un abrazo en un andén.
Luego, el partido se fue deshilachando como una carta mal escrita. Jémez movió el banquillo, buscó fórmulas nuevas. Salieron Pinto, Albert, Davo… pero el alma del equipo seguía apagada, ausente, como si le doliera algo por dentro. Como si supiera que hoy no estaba llamado a dar el paso.
Y entonces, casi por castigo divino, llegó el susto: un zapatazo desde el medio campo que sorprendió a Ramón Juan y que acabó en el palo. Fue como cuando tu madre te lanza una mirada y sabes que si llega a decir algo, te caes redondo.
El último suspiro lo tuvo Domènech, en una falta directa que acabó mansamente en las manos del portero. Y ahí murió todo. El partido, las opciones de ascenso directo y quizá algo más. Porque este empate sabe a despedida, a “te quise pero no supiste cuidarme”.
Hoy era el Día de la Madre. Y la UD Ibiza, en vez de escribirle un te quiero con goles, le envió una postal vacía. Una de esas sin remite, que no emocionan a nadie.