El verano avanza y en Sant Francesc comienzan a definirse las líneas maestras del nuevo proyecto rojinegro. La SD Formentera, sin alardes ni estridencias, pero con una hoja de ruta clara, va perfilando un equipo competitivo que quiere volver a mirar hacia arriba. Y en esa reconstrucción silenciosa pero firme, dos nombres propios empiezan a dibujar el alma del nuevo mediocampo: Raúl Arroyo y David Sanz.
La renovación de Arroyo no es solo una apuesta por la continuidad, sino una declaración de principios. El centrocampista madrileño, que llegó el pasado verano procedente del filial del Deportivo Alavés, ha convencido en su primera campaña en Sant Francesc. Su fútbol disciplinado, táctico y de alto rendimiento físico lo convirtió en una pieza clave para sostener el equilibrio del equipo en los momentos más ásperos del curso pasado. El club lo sabe y ha movido ficha rápido para asegurarse su permanencia una temporada más.
Pero mientras se asegura el músculo conocido, el Formentera también ha puesto el foco en el talento emergente. El fichaje de David Sanz es un movimiento que apunta directamente al control del juego y a la creación en la zona ancha. Procedente del Terrassa FC, Sanz es un centrocampista zurdo con buen pie, visión y capacidad para marcar los tiempos del partido. Formado en las categorías inferiores del Espanyol y curtido en plazas exigentes como Vilassar o Cerdanyola, su llegada supone un paso adelante en la ambición creativa del conjunto insular.
Ambos futbolistas representan perfiles distintos, pero complementarios. Mientras Arroyo simboliza la contención, el rigor posicional y el trabajo silencioso que todo equipo necesita, Sanz aporta frescura, dinamismo y una lectura del juego más vertical. La combinación de ambos podría convertirse en una de las claves tácticas de la temporada que se avecina en la Tercera Federación.
Desde la dirección deportiva, parece claro que se busca construir una base sólida desde el centro del campo, con jugadores capaces de interpretar diferentes registros en función del rival y del contexto del partido. La renovación del ancla y la llegada del arquitecto encajan en ese plan con precisión quirúrgica.
Aún faltan piezas por encajar, y el verano todavía promete más movimientos. Pero lo que ya se perfila en Formentera es un equipo con identidad, que no quiere limitarse a competir, sino que pretende hacerlo con personalidad y ambición. En ese tablero, el centro del campo empieza a parecer un terreno fértil para las grandes gestas.
Y como tantas veces en el fútbol, todo empieza en el medio.