El Inter Ibiza encendió la chispa del fútbol pitiuso en un partido que parecía escrito para los favoritos. El filial del Mallorca llegaba con cartel de intratable, pero el césped de Can Cantó dictó una sentencia inesperada: los ibicencos se hicieron grandes desde la solidez y acabaron tumbando al colíder con una victoria que sabe a golpe de autoridad.
El duelo arrancó con el guion esperado: el Mallorca B buscando el balón y moviéndolo con la frescura de un líder engrasado, y un Inter dispuesto a resistir, achicar espacios y esperar su ocasión. Y cuando parecía que el peso de la posesión visitante podía acabar inclinando la balanza, el fútbol regaló su cara más imprevisible. Tras el descanso, en la primera embestida seria de los locales, apareció Mena para romper el equilibrio y encender el estadio. El golpe descolocó a los bermellones, obligados a remar contracorriente por primera vez en el campeonato.
La reacción del filial fue tan previsible como desordenada. Se volcó con todo hacia la portería contraria, pero en esa ansiedad encontró un rival disciplinado que no se dejó intimidar. Y ahí surgió la jugada que acabó sentenciando el choque: un contraataque eléctrico que Eckert convirtió en el 2-0, un tanto que supo a hazaña y que cerró una tarde redonda para el cuadro ibicenco.
Más allá del marcador, el triunfo tiene un valor simbólico. Inter Ibiza no solo derrotó a un aspirante al ascenso, también se ganó el respeto de la categoría y la ilusión de su afición. Con cuatro puntos en la mochila y la moral disparada, el conjunto gualdiazul afronta lo que viene con la certeza de que en esta liga no existen imposibles cuando hay disciplina, ambición y un grupo convencido de lo que hace.
El encuentro dejó la sensación de que el Inter ha decidido que su nombre no será uno más en la tabla, sino un rival incómodo al que nadie querrá enfrentarse.
