El municipal de Formentera vivió un domingo de montaña rusa que terminó con el público en pie, entre la frustración por lo que se escapaba y el alivio por lo que se rescató. El conjunto rojinegro firmó un 2-2 frente al Platges de Calvià tras un choque que parecía perdido a falta de poco más de diez minutos y que se transformó en una demostración de coraje y fe.
El guion arrancó torcido para los locales. Apenas transcurrido el primer cuarto de hora, Antonio González adelantó a los visitantes con un remate que silenció las gradas y obligó al Formentera a remar contracorriente desde muy temprano. Con el gol en contra, el equipo de Maikel trató de reaccionar, cargando el juego por las bandas y buscando la movilidad de sus hombres de ataque, aunque sin éxito en la definición.
El Platges, práctico y ordenado, esperó su momento y lo encontró en el tramo final de la segunda mitad. Ignacio Sánchez, en el minuto 78, amplió la ventaja y puso el 0-2 que parecía definitivo. En ese instante, el Formentera se asomaba al abismo de la derrota, encadenando un inicio de liga sin victorias que empezaba a pesar como una losa.
Pero el fútbol, caprichoso, se reservaba un giro inesperado. Apenas cuatro minutos después, Santiago Rinaldi recortó distancias con un tanto que devolvía la esperanza y encendía al público. El empuje fue total, y el equipo local volcó el campo con una convicción que no se había visto en fases anteriores del duelo. La recompensa llegó en el descuento, cuando Nahuel Losada cazó un balón en el área y estableció el 2-2 definitivo, desatando la euforia en el coliseo rojinegro.
Los últimos instantes fueron un intercambio de nervios y ocasiones a medias, con el Platges intentando enfriar el partido y el Formentera soñando con una remontada completa que no llegó. El pitido final selló un empate con sabor agridulce: la satisfacción de no rendirse, pero también la certeza de que la victoria sigue resistiéndose tras tres jornadas.