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La Peña desciende con orgullo y la SD Ibiza cae con la tarea hecha

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La temporada terminó con sabores distintos para los dos representantes ibicencos en Segunda RFEF. Mientras la Peña Deportiva firmaba su adiós a la categoría con un empate ante el Ilicitano (1-1), la SD Ibiza cerraba el curso con una derrota en Palma frente al Atlético Baleares (2-0), aunque con la permanencia ya asegurada desde hace semanas.

En Santa Eulària, la Peña mostró orgullo en su despedida. El equipo, ya descendido, resistió los envites de un rival más fresco y peligroso, sostenido por un enorme Carrasco en portería. El empate llegó en el añadido, gracias a un cabezazo de Armand que premió la insistencia de los locales. Una despedida con carácter, que deja claro que este grupo no quiere desaparecer en silencio.

Por su parte, la SD Ibiza vivió una mañana sin urgencias clasificatorias pero sí con rival exigente. El Atlético Baleares, aún peleando por mejorar su posición de cara al playoff, impuso su ritmo desde el arranque. Dos goles, uno en cada parte, certificaron un marcador justo para los mallorquines. A pesar de la derrota, los de Vila cumplen con nota su principal objetivo: la salvación.

Ambos equipos cerraron el telón de un curso duro. La Peña, con la mente ya puesta en Tercera y la ambición de regresar. La SD Ibiza, con la tranquilidad del deber cumplido y el deseo de construir un proyecto más sólido para el próximo año.

0-0. Un empate sin flores ni versos para la UD Ibiza en el Día de la Madre

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El fútbol también tiene días grises. Días que no inspiran ni para una postal ni para un poema. Este domingo, mientras muchas madres recibían abrazos, flores y promesas de amor eterno, la UD Ibiza regalaba un empate sin goles. Un 0-0 seco, sin moño ni dedicatoria, frente a un Recreativo de Huelva que no parecía un rival inabordable. Pero sí lo fue. Como ese plato que parece fácil pero se quema si no se cocina con cariño.

En un día en que los hijos suelen dar lo mejor de sí para hacer sonreír a sus madres, el equipo celeste no encontró el modo de ofrecer un gesto a su afición. Ni un destello de rebeldía, ni un arranque de coraje. Y eso que, como había anunciado Paco Jémez, se intentó algo diferente: Eugeni, de delantero. Pero fue un intento tan tibio como esos desayunos en la cama que se enfrían antes de llegar.

El Recre fue más vivo de inicio, más madrugador en la ilusión. A los tres minutos ya había avisado, como ese hijo que llama temprano para felicitar a su madre y decirle que la quiere. Caye Quintana tuvo la suya en un mano a mano que se fue al limbo. La UD Ibiza, por su parte, quiso tener la pelota, pero sin saber qué hacer con ella, como quien compra un regalo y luego duda si acertó con la talla o el color.

Pasó la primera parte como pasan algunas visitas familiares: con muchas palabras pero pocas emociones. Sin herir, pero tampoco enamorar. El segundo acto arrancó con algo más de chispa, con un tiro de Bebé que se desvió y un remate de Raúl Navas que hizo volar a Guillem bajo palos. Pero fue un espejismo. De esos que duran lo que dura un abrazo en un andén.

Luego, el partido se fue deshilachando como una carta mal escrita. Jémez movió el banquillo, buscó fórmulas nuevas. Salieron Pinto, Albert, Davo… pero el alma del equipo seguía apagada, ausente, como si le doliera algo por dentro. Como si supiera que hoy no estaba llamado a dar el paso.

Y entonces, casi por castigo divino, llegó el susto: un zapatazo desde el medio campo que sorprendió a Ramón Juan y que acabó en el palo. Fue como cuando tu madre te lanza una mirada y sabes que si llega a decir algo, te caes redondo.

El último suspiro lo tuvo Domènech, en una falta directa que acabó mansamente en las manos del portero. Y ahí murió todo. El partido, las opciones de ascenso directo y quizá algo más. Porque este empate sabe a despedida, a “te quise pero no supiste cuidarme”.

Hoy era el Día de la Madre. Y la UD Ibiza, en vez de escribirle un te quiero con goles, le envió una postal vacía. Una de esas sin remite, que no emocionan a nadie.

¡El Class se lo goza en Sa Pedrera!

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En Sa Pedrera no se juega al baloncesto, se cocina a fuego lento un sueño llamado Primera FEB. Y lo que este sábado sirvieron los chicos del Class Bàsquet Sant Antoni fue un guiso de los que hacen afición: bien sazonado, con picante en defensa, chispazos en ataque y un final de esos que dejan con ganas de repetir. El Biele Iraurgi venía con la mochila llena de ilusión, pero en Eivissa no encontró ni oxígeno ni milagros. El Class, con la calma del que sabe que trae una renta de +21 desde la ida, ganó otra vez (83-74) y sigue en ruta firme hacia la élite del baloncesto nacional.

No hubo épica vasca, por mucho que Azpitarte se pusiera el traje de superhéroe y se cascara 26 puntos como el que se toma un cortado. El tío estuvo en todas, repartiendo asistencias y anotando con la elegancia de un base NBA de los 90. Pero claro, esto es Sa Pedrera, y aquí se juega con alma, sudor y un público que ruge como si fuera la final del Eurobasket cada fin de semana.

Y lo que pasa cuando te enfrentas a un equipo que tiene a sus doce jugadores enchufados —sí, los doce, ni uno se quedó sin anotar— es que da igual que tengas a Azpitarte reencarnado en Doncic. El Sant Antoni jugó como se tiene que jugar un partido de vuelta con ventaja: sin perder la cabeza, sin fliparse, pero dejando claro desde el salto inicial que aquí no se regala ni el calentamiento.

El arranque fue más bien un duelo de miradas. De esos primeros cuartos que parecen una partida de ajedrez, donde nadie enseña todas las cartas. El Biele se adelantó y amagó con montar el lío, pero el Class no se inmutó. Como quien espera su momento. Y cuando lo encontró, con Taiwo sacando músculo y Peris calibrando la mira, se pusieron por delante y ya no soltaron el mando.

El tercer cuarto fue el auténtico punto de ruptura. Ahí se desató el vendaval. Zidek clavó un triple con aroma a “esto se acaba aquí”, y la ventaja se estiró como un chicle hasta los 13 puntos. El Biele pataleaba, se resistía, y Azpitarte seguía haciendo lo suyo, pero cada intento era como echar cubitos de hielo a una sartén hirviendo: chispeaba, sí, pero no cambiaba el calor del partido.

Y cuando parecía que podía haber partido en el último cuarto… pues no. Peris, con esa mirada de “esto lo cierro yo”, metió un triple, sumó dos libres y rompió la baraja. El marcador se fue a 77-62, y a partir de ahí, solo quedó repartir minutos, cerrar el rebote y dejar que Sa Pedrera celebrara como merece.

Este equipo tiene algo. Llámalo química, llámalo actitud, llámalo fe. Pero lo cierto es que el Class Bàsquet Sant Antoni está donde quiere estar: en el carril rápido hacia la Primera FEB, con factor cancha a favor y un grupo que mezcla talento, descaro y una pizca de locura. Todavía queda camino, claro. Y los rivales que vienen no regalarán ni el saludo. Pero si el Class sigue jugando con esta energía, esta inteligencia y este rollo de equipo que va a pasárselo bien y a ganar… más vale que los próximos vayan preparando el chaleco antibalas. Porque en Sa Pedrera se juega duro, se sueña fuerte y se apunta alto.

¿Próximo rival? Que venga cuando quiera. En Sant Antoni ya están calentando motores.

Ficha técnica:

Class Bàsquet Sant Antoni (14+24+23+22): G. Gantt (6), L. Smith (8), A. Llorca (6), D. De la Rúa (7) y E. Arqués (14) -equipo inicial-. I. Mayo (7), S. Taiwo (2), J. Peris (8), J. Rodríguez (2), R. Hayes (8), J. Zidek (8) y J. Llamas (7).

Biele Iraurgi SB (16+17+21+20):  D. Knowles (8), K. Godwin (5), I. Aizpitarte (26), M. Olaizola (9) y J. Stulić (5) -equipo inicial-. W. Niang (8), M. Olowokere (5), I. Miranda (6), A. Acha (2) y O. Inda.

Árbitros: Laura Piñeiro Amondaray y Julio Rijo Muñoz. Sin eliminados.

Incidencias: Partido correspondiente a la vuelta de la primera eliminatoria de ascenso a Primera FEB, disputado en el Pabellón de Sa Pedrera.

Veteranos al poder entre goles, arroz y risas en Sant Antoni

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Hay domingos de sofá y hay sábados como este, en los que el fútbol te recuerda por qué lo amas aunque ya no te abroches las botas como antes. En el campo municipal de Sant Antoni no se jugó una final, ni se televisó en ningún lado, pero se vivió un partidazo de los que dejan marca. Ibiza ganó 5-1 al Vergara, sí, pero lo verdaderamente importante pasó después del pitido… y también antes.

El vestuario local parecía una reunión de antiguos compañeros de guerra. Risas, palmadas, camisetas con historia y alguna rodillera más famosa que los propios jugadores. Al otro lado, el Vergara, equipo de San Sebastián, llegó con la elegancia de quien ya ha jugado de todo y sabe a lo que viene: a disfrutar, a competir lo justo y a brindar después.

El partido fue puro espectáculo, en su versión más humana: jugadas con clase, goles celebrados como si tuvieran veinte años, y alguna entrada que hizo crujir la grada más que al rival. Pero todo desde la nobleza. Porque aquí nadie finge, todos saben de qué va esto.

Y cuando el balón paró, empezó el festival. Paella para todos en el césped, al sol, sin protocolo, con los jugadores aún sudando y sirviendo cucharones como si fueran asistencias. El alcalde Marcos Serra se dejó ver sin postureo, comiendo entre los veteranos, y el concejal Jorge Nacher no paró de saludar a todo el mundo. Estaban en casa, entre su gente.

No hubo trofeo, pero sí abrazos de verdad. No hubo rueda de prensa, pero sí historias contadas a carcajadas, con una cerveza en la mano. Lo que se respiraba era fútbol del bueno, del de antes, del que cura más que duele. Y eso, amigos, no se entrena: se vive.

0-0. El Portmany roza el abismo tras empatar sin goles ante el Manacor

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El Portmany ha complicado seriamente sus opciones de permanencia en Tercera RFEF tras empatar esta tarde en Sant Antoni ante el Manacor (0-0). El conjunto ibicenco, que ha merecido más durante los noventa minutos, se ha topado con la falta de puntería y con un rival que ha sabido resistir, dejando al equipo rojillo con un punto insuficiente en su desesperada lucha por evitar el descenso.

El problema para el Portmany no es solo su posición en la tabla —decimoquinto con 37 puntos—, sino el contexto general de la categoría. Los descensos de Segunda RFEF a Tercera RFEF de la Peña Deportiva y del Mallorca B han arrastrado a más equipos a la parte baja, provocando que esta temporada bajen hasta cinco equipos a Regional: los tres previstos inicialmente y dos más como efecto dominó.

Con este panorama, el Portmany tiene pie y medio en Regional, aunque aún se aferra al milagro. En la última jornada deberá ganar al Llosetense a domicilio y esperar que se den otros resultados favorables en los partidos de sus rivales directos. Su baza: el Llosetense no se juega nada, lo que podría jugar a favor de los de Sant Antoni. Sin embargo, incluso ganando, la permanencia no está asegurada.

El empate de esta tarde, pese al esfuerzo y la actitud del Portmany, deja un sabor amargo y una sensación de ocasión perdida. La esperanza, aunque remota, se mantiene viva a la espera de una jornada final que dictará sentencia.

2-2. El Formentera lo fía todo a la última jornada

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Agárrense que vienen curvas. El Formentera tendrá que jugarse el ascenso directo en la última jornada del campeonato, en un duelo a cara de perro contra el Poblense que promete ser de infarto. Pero atención, que el asunto viene con letra pequeña y calculadora en mano: si los de Sa Pobla ganan este domingo, llegarán a la última jornada con tres puntos de ventaja. En ese caso, al Formentera solo le valdría ganar en casa… y por más de un gol de diferencia, ya que los mallorquines se llevaron el duelo de ida por 2-1. Si los rojinegros vencen por un gol, se igualarían en puntos y en el ‘golaverage’ directo, pero los de Maikel Romero subirían gracias a su mejor diferencia general de goles, ahora mismo favorable por +7. Si el Poblense pincha, entonces bastaría con una victoria o incluso un empate para subir de forma directa a Segunda RFEF. Finalísima en Sant Francesc, y esta vez con todo en juego.

Eso sí, la papeleta habría sido más sencilla si no se hubieran dejado dos puntos este sábado en el campo del Collerense, donde firmaron un empate con sabor a bajón (2-2) tras ponerse 0-2 arriba con un fútbol que daba gusto ver.

Porque los primeros 30 minutos del Formentera fueron una auténtica exhibición. Madariaga andaba suelto, con la brújula fina y las piernas eléctricas. Se sacó un disparo raso que el portero local se tragó con patatas, como si el balón llevara mantequilla. Después, el ‘10’ estrelló otro zurdazo en la cruceta que hizo temblar las redes… aunque sin premio.

El dominio rojinegro era brutal. Tocaban, apretaban, llegaban, y por momentos parecía que estaban jugando en casa. El segundo tanto no tardó: balón largo a Górriz, que usó su físico como si fuera un central del rugby, se deshizo de su marca y definió con categoría. 0-2 y olor a sentencia.

Pero ya se sabe, cuando no rematas a un rival herido, corres el riesgo de que se levante. Y así fue. El Collerense, que hasta entonces solo había visto pasar la pelota, recortó distancias justo antes del descanso con un remate en el área tras centro lateral. Agua fría para los de Maikel Romero.

Y en la segunda parte, más hielo. Nacho remató un córner con la testa para hacer el 2-2 y desatar la locura en la grada local. Mientras tanto, el Formentera intentaba reaccionar con un fútbol más elaborado, dominando la posesión, pero ya sin la chispa del inicio. Rodado tuvo una clarísima que mandó al limbo, y Rabanillo lo probó desde lejos, aunque sin acierto.

Los minutos finales fueron un quiero y no puedo. El Formentera empujó con lo que le quedaba, pero el gol de la victoria no llegó. El 2-2 fue definitivo, y con ello, un mazazo al liderato que ahora depende de lo que haga el Poblense.

El próximo finde, Sant Francesc será un volcán. Se viene finalísima. No hay red, no hay excusas. Será todo o nada. Ascenso directo… o fase de ascenso. Y para eso, los rojinegros tendrán que salir a morder, a rugir y a dejar el alma.

Porque si algo tiene este Formentera es que cuando se juega la vida, muerde hasta el último balón.

La UD Ibiza afila colmillos para hincarle el diente al Recre

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Si hay alguien que le mete pasión, pimienta y un pelín de locura a la previa de un partido, ese es Paco Jémez. El míster celeste ha comparecido este viernes con ese tono suyo de profesor cabreado pero optimista, como quien sabe que el examen del domingo en Huelva no es para sacar buena nota, sino para no repetir curso. Y lo tiene claro: “Pasito a pasito”, ha dicho. Pero que nadie se confunda, porque el pasito viene con zancada de titán y cara de querer llevarse los tres puntos del Colombino en la mochila.

La UD Ibiza llega con la moral por las nubes. Dos victorias seguidas, el equipo enchufado, y una idea: seguir soñando. Pero nada de mirar al playoff como quien ve las rebajas por el escaparate. Aquí hay que pelear partido a partido, como en las grandes gestas. Y la primera final se llama Recreativo de Huelva, ese Decano al que le acaban de cambiar el técnico y que viene con ganas de resucitar como si esto fuera una peli de Rocky.

Y atención: ¡vuelve Davo! Nueve jornadas después, el chico del desequilibrio regresa a la convocatoria. Aún sin estar para el once, pero ya con ganas de liarla. Como ese delantero que calienta la banda con mirada de “échamela que te la clavo”. En cambio, bajas sensibles: Mo Dauda y Del Olmo se caen de la lista por problemas musculares. Una auténtica faena para un equipo que va justito de efectivos.

Pero no todo son malas noticias. La gran novedad (y posible locura táctica) es Eugeni delantero centro. Sí, sí, el mediapunta fino, el que reparte pases con compás, ahora reconvertido en punta de lanza. Una jugada de ajedrez made in Jémez. Porque este Ibiza no solo quiere dominar el tablero, quiere dar jaque mate.

“Necesitamos alguien que dé más que remates dentro del área”, ha soltado Paco con cara de estar tramando algo gordo. Eugeni, que ya dejó buenas sensaciones contra el Fuenla, se pondrá la camiseta de ‘9’ y a ver quién lo para. “Tiene buen disparo con las dos patas y sabe bajar a recibir”, ha rematado el técnico. Traducción para la grada: este domingo, el tiki-taka empieza arriba.

¿Y cómo viene el Recre? Pues en plan gato panza arriba. Nuevo entrenador, sistema por definir y una grada que aprieta. Paco lo sabe: “Es un partido trampa, de los que parece que puedes ganar con el escudo, pero como salgas dormido, te pintan la cara en cinco minutos”. El míster ha avisado: nada de confianzas, que aquí nadie regala nada y todos se están jugando las lentejas.

¿El objetivo? Simple: ganar o ganar. Porque si no se sacan los tres puntos, el sueño de ser campeones se esfuma como un globo en la Feria. “No dependemos de nosotros, pero tenemos que hacer los deberes. Si no ganamos, adiós al título”, ha confesado Paco. Así de claro. Nada de poesía, aquí se habla en lenguaje de vestuario: o rascamos algo en Huelva, o el playoff se pone cuesta arriba.

Así que ya sabes, celestes. Prepara las bufandas, pon el despertador para el domingo y a soñar en azul. Porque esta UD Ibiza tiene hambre, fútbol y un plan: volver de Huelva con el botín entre los dientes.

Sa Pedrera se enciende: el Sant Antoni quiere cerrar la serie a lo grande ante el Iraurgi

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Este sábado por la noche (20:00 horas), en el parquet caliente de Sa Pedrera, no se juega un simple partido: se juega media historia del Bàsquet Sant Antoni. Con las gradas listas para rugir y el balón a punto de volar, los sanantonienses saltarán a la pista con la eliminatoria encarrilada, pero no cerrada. Porque esto es playoff, señoras y señores, y aquí nadie da nada por ganado hasta que suena la bocina final.

El equipo ibicenco llega con la renta de +21 conseguida en Azpeitia, donde firmaron un clinic defensivo y una lección de carácter. Un 60-81 que dejó temblando las paredes del pabellón vasco y a los locales sin argumentos. Pero en el lenguaje del baloncesto, eso no significa que el pescado esté vendido. Ni mucho menos. Esto no va de matemáticas, va de hambre, va de nervio, va de salir con las rodilleras apretadas y el colmillo afilado. Y David Barrio, el técnico de los pitiusos, lo sabe.

El míster lo tiene claro: hay que morder desde el salto inicial. Porque si el Iraurgi ve una rendija, se mete. Y si se mete, se puede liar. El coach leonés lleva días puliendo automatismos, ajustando el timing defensivo, afinando los bloqueos y repasando las ayudas como si fueran acordes de jazz. Porque en los playoffs, cada posesión cuenta, cada rebote se pelea como si fuera el último, y cada fallo puede costar caro.

Pero ojo, no se trata solo de cerrar una eliminatoria. Este equipo está en modo rodillo: 18 victorias en los últimos 19 partidos, ritmo de campeón. Están tan enrachados que hasta el aro parece más grande. Y este sábado, además, se reencuentran con su gente, con esa afición que convierte Sa Pedrera en una olla a presión cuando el balón vuela y los triples empiezan a llover como meteoritos.

Delante, un Iraurgi que llegará con el cuchillo entre los dientes, buscando el milagro. Son un bloque duro, bien trabajado, y que no ha llegado a estas alturas por casualidad. Aizpitarte y Godwin tienen puntos en las manos, y si reaparece Íñigo Royo, la cosa puede cambiar. Pero la realidad es que en la ida fueron ahogados por la defensa pitiusa, y para revertir eso necesitarán algo más que inspiración: necesitarán una tormenta perfecta.

La tensión está servida. Porque aunque la ventaja sea amplia, los playoffs son territorio salvaje. Y si algo caracteriza a este Sant Antoni es que no entiende de especular: juega para ganar, juega para hacer historia. Y este sábado tienen una cita con ella.

¿Se cerrará la serie con autoridad o habrá suspense hasta el final? Lo único seguro es que en Sa Pedrera va a sonar música de playoff… y el Sant Antoni quiere bailar hasta el último cuarto.

Golazo de Nico y terremoto en Santa Gertrudis

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Hay goles y goles. Y luego está el primer gol, ese que no se olvida nunca, que se graba en la memoria como un tatuaje en el alma futbolera. Pregúntenle a cualquier jugador, desde los de Primera hasta los que cuelgan las botas en cadetes. Todos recuerdan su primer gol como si hubiera sido ayer. Algunos lo marcan en su debut, otros en el segundo partido… y luego está Nico, que lo ha peleado durante tres temporadas, a pico y pala, como buen obrero del lateral.

Este jueves, festivo por el Día del Trabajador, el campo de Santa Gertrudis fue escenario de algo mucho más especial que un resultado abultado. Porque a veces, el marcador es lo de menos cuando el corazón se desborda de alegría. Nico, jugador de la UD Ibiza Alevín C, escribió su nombre en la historia más bonita del fútbol base: marcó su primer gol, y no fue un gol cualquiera. Fue un gol que venía gestándose desde hace años, un gol buscado con fe, constancia y muchas carreras por la banda.

Y eso que Nico no es delantero, ni mediapunta, ni esos que siempre están en la foto. Nico es de los que sudan por el equipo, de los que doblan esfuerzos y doblan rivales, de los que no se quejan y nunca se rinden. Un carrilero de raza, de esos que tienen el alma pegada a la línea de cal y que si hace falta vuelven en sprint para tapar el segundo palo. Por eso su gol tuvo sabor a victoria épica. Porque no fue casualidad. Fue merecimiento puro.

Corría el minuto 47, el partido iba 2-6, y mientras algunos en la grada ya pensaban en la paella post-partido, Héctor, el compañero de las asistencias de dibujos animados, se inventó una espuela de videojuego. Nico, que ya había doblado la jugada como un tren de mercancías sin frenos, se encontró con el balón como quien encuentra un tesoro escondido bajo una piedra. No lo dudó. Controló, levantó la cabeza y zapatazo seco, potente, con destino a la red. El portero local apenas pudo reaccionar. Era el 2-7, pero para el alma de Nico valía como una final de Champions.

El banquillo estalló. Los compañeros se lanzaron como si hubieran ganado la liga. Porque todos lo sabían: faltaba ese gol. El gol de Nico. El gol que todos esperaban. Había sido tema recurrente en entrenos, bromas de vestuario, cábalas de cuándo llegaría… y llegó. Y no en cualquier día, sino el Día del Trabajador, con varios obreros de verdad levantando muros al borde del campo… y otro trabajador silencioso, incansable, levantando sonrisas sobre el césped.

La grada, mientras tanto, entró en modo terremoto. Los padres botaron, saltaron, aplaudieron, incluso hubo alguno que se abrazó con quien tenía al lado sin saber muy bien quién era. Pero daba igual, porque el fútbol base tiene esa magia: une, emociona y arranca lágrimas sin avisar. Los papás de Nico, claro, directamente levitaron. Tres temporadas esperando ese momento. Tres años de carreras, viajes, madrugones, ropa embarrada y meriendas en el coche. Y por fin, la recompensa. Porque como bien dice la fecha, el esfuerzo de los trabajadores acaba teniendo su premio.

Y por si faltaba un toque de guinda, ahí estaba Jess, la videógrafa extraoficial pero omnipresente del equipo, con su móvil siempre encendido, cazando momentos. Y vaya si lo cazó. Captó el gol. El primero. El histórico. Desde la espuela mágica de Héctor hasta el disparo de Nico y la avalancha de abrazos de sus compañeros. Todo, absolutamente todo, quedó inmortalizado en vídeo. Ya hay documento oficial. Esa grabación vale oro. Está destinada a repetirse una y otra vez en móviles, televisores, grupos de WhatsApp, cumpleaños, cenas familiares y, probablemente, alguna boda dentro de unos años.

Habrá goles más bonitos, sí. Más importantes, quizás. Pero ninguno será tan tuyo, Nico, como este primero. Porque el primer gol no se mide en metros ni en rivales, se mide en emoción, en piel de gallina, en abrazos sinceros. Es el gol que convierte a un niño en goleador y a un campo cualquiera en el Camp Nou de tu infancia. Es ese instante mágico que se recordará en familia, en los entrenos, en la memoria del equipo y en el alma de todos los que estuvieron ahí.

Y así, entre jugadas de dibujos, padres emocionados, móviles en alto y compañeros desbordados de alegría, el fútbol base volvió a demostrar por qué es la esencia más pura del deporte. Donde el marcador importa menos que las historias que se escriben. Donde cada gol es una conquista. Donde un carrilero llamado Nico se convirtió, por un día, en el delantero más feliz del mundo.

¿Quién dijo que los jueves eran aburridos? En Santa Gertrudis, uno será recordado para siempre.

Que ruede el balón… y que no falte el arroz

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Selección de Ibiza, liderada por Labi Champion y Ángel Arias.

Hay partidos que se juegan por los puntos, otros por la gloria… y después están estos: los que se juegan por puro amor al fútbol, con risas en el vestuario, piernas que ya no corren como antes pero corazón que late como si fuera la final del Mundial. Mañana sábado, a las 12:00 del mediodía, el campo municipal de Sant Antoni será el escenario de uno de esos encuentros que valen más por lo que se vive que por lo que se marca en el marcador. La Selección de Ibiza de veteranos se enfrenta al Vergara, un conjunto venido desde San Sebastián con ganas de darle a la pelotita y, por qué no, meterse entre pecho y espalda una buena paella al acabar.

Sí, has leído bien. Fútbol y paella. ¿Qué más se puede pedir?

Al frente de la tropa ibicenca están dos clásicos de los banquillos insulares: Labi Champion y Ángel Arias, quienes, con más anécdotas que entrenamientos de alta intensidad, han conseguido formar algo más que un equipo. Lo de Ibiza ya no es solo una selección: es una familia con botas, donde antes había piques en los derbis locales y ahora hay abrazos, bromas y cervezas después del pitido final.

Labi, ese míster con más carisma que libretas tácticas, asegura que el grupo está “de dulce”. Hay buen rollo, se comparte vestuario con antiguos enemigos que hoy son colegas del alma, y el sentimiento de representar a la isla, incluso fuera de ella, les llena de orgullo. Porque si hay algo que estos veteranos saben hacer, además de tirar del oficio, es lucir con elegancia la camiseta de Ibiza allá donde van. Como quien lleva el escudo tatuado en el alma… aunque la rodilla ya no acompañe.

Equipo del Vergara, que llega desde San Sebastián.

Del Vergara se espera un equipo con experiencia, nobleza en el juego y alguna que otra triquiñuela de esas que solo saben hacer los que han jugado más partidos que años tiene una cabra. Porque esto, señoras y señores, no es fútbol de niños: aquí se juega con la cabeza, se mide cada sprint como si fuera oro, y el arte del pase al pie se convierte en religión. Nada de correr por correr. Aquí se juega con sabiduría.

Y después del partido, el tercer tiempo: aperitivo y paella en el propio campo. Porque en estos duelos, el resultado más importante siempre se cocina después. Entre chorizo, cerveza fría y risas, se repasan jugadas, se exageran goles que en realidad fueron rebotes, y se forjan nuevas amistades con aroma a hierba recién regada y recuerdos de otras épocas.

La Selección de Ibiza anima a todos los aficionados, curiosos y amantes del fútbol sin filtros a que se acerquen al campo y disfruten de una mañana distinta. Habrá fútbol del bueno, del auténtico, ese que no sale en las teles pero que deja huella en el alma. Y sí, también habrá paella. Que no todo va a ser correr detrás del balón.

Así que ya sabes: mañana al mediodía, deja el sofá y ven al campo. Porque hay partidos que uno no se puede perder. Y este promete ser de esos que terminan con abrazos, risas… y un poco de Almax.

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