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Marc Fraile, más peñista que el escudo

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En tiempos donde la fidelidad en el fútbol parece un lujo en vías de extinción, Marc Fraile representa ese compromiso que trasciende resultados, categorías y vaivenes deportivos. La Peña Deportiva seguirá contando una temporada más con uno de sus emblemas más reconocibles. El extremo portmanyí ha renovado su vínculo con el club de la Villa del Río, encadenando así su séptima campaña como peñista, un ciclo marcado por la entrega, la regularidad y el sentido de pertenencia.

La 2025/26 no será una temporada más para Fraile. Será una página más en una historia de lealtad tejida entre el césped del Municipal de Santa Eulària y el corazón de un futbolista que, a sus 29 años, sigue siendo pieza clave dentro y fuera del vestuario. Esta última temporada ha vuelto a ser ejemplo de constancia: 23 partidos disputados, 1.342 minutos en sus piernas, tres goles celebrados y una asistencia que refleja su aportación en ataque, pero también su capacidad de trabajo incansable en labores menos visibles.

Su historia con la Peña es de idas y regresos, pero siempre con el mismo punto de partida emocional: su compromiso con el escudo. Tras un primer ciclo entre 2017 y 2020, Fraile probó suerte en otros proyectos ambiciosos como el Mérida, el Recreativo de Huelva o el Xerez Deportivo. Sin embargo, el destino lo volvió a situar en casa en 2022, donde ha vuelto a consolidarse como uno de los pilares del proyecto ibicenco.

Convertido en segundo capitán, su presencia no solo se percibe en la banda, sino también en el discurso de grupo. Un futbolista que, sin estridencias mediáticas, se ha ganado el respeto de la afición y la confianza del cuerpo técnico. Su renovación no es solo una apuesta deportiva, es una declaración de intenciones de un club que busca recuperar su sitio en la Segunda RFEF con una base sólida de identidad.

Formado en la cantera de la SD Portmany, y pulido en las filas de clubes como el Betis y el Cádiz en etapa formativa, Fraile fue forjando carácter en campos complicados como los de San Roque de Lepe o el CD Gerena antes de brillar con la elástica blanca. Su carrera ha sido un viaje de aprendizaje constante, con la Peña como destino recurrente y emocional.

El anuncio de su continuidad ha sido recibido con satisfacción por una afición que valora no solo el rendimiento, sino también la autenticidad de los suyos. En un fútbol cada vez más globalizado y fugaz, Marc Fraile sigue siendo ese jugador que recuerda que aún hay historias que se escriben con raíces. Y la suya, sin duda, sigue brotando en Santa Eulària.

Sant Josep, orgullo del waterpolo balear

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Que el waterpolo no es un deporte para señoritos de secano ya lo sabíamos, pero lo que hicieron los cadetes del Club Waterpolo Sant Josep este pasado domingo en Son Hugo fue pura épica del balón mojado. Bajo el sol de Palma, con el cloro metido hasta en las cejas y los músculos echando humo, estos chavales se jugaron el título del Playoff como si les fuera la vida en ello. Y aunque el marcador final no cayó de su lado, lo que dejaron en el agua fue una declaración de intenciones: en Ibiza hay cantera, y viene con ganas de guerra.

La final contra el todopoderoso Club Esportiu Illes Balears, invicto en fase regular, era una de esas que te hacen apretar los dientes desde el calentamiento. En la grada, la marea josepina animaba con ese punto de locura necesaria que exige un partido a vida o muerte. Los primeros minutos fueron un toma y daca de los que dejan sin uñas. El Illes Balears golpeó primero, y antes del descanso ya mandaba 4-1. Pero ojo, que los de Sant Josep no se arrugaron. Nada de bajar la cabeza. Sabían que estaban ahí por méritos propios y que esto no era una excursión escolar.

A base de apretar atrás como si cada balón fuera el último, se mantuvieron en el partido hasta el último cuarto. El problema fue la pólvora mojada en ataque. No porque no llegaran, sino porque la defensa mallorquina y su portero —más muralla que arquero— estaban en modo murciélago: lo cazaban todo. Al final, el 8-4 fue más castigo del que reflejó el esfuerzo real en el agua. Porque los josepins defendieron como jabatos, pero el gol les fue esquivo, como esos penaltis que se escapan por milímetros.

No hay que darle más vueltas: era una final, contra un rival curtido en mil batallas, y aún así plantaron cara. Y lo más bestia es que este es solo el principio. El año pasado se colaron terceros; este, subcampeones. La curva va para arriba y sin freno. Estos chicos no han venido a mojarse los pies, han venido a sacudir el panorama balear a base de pases, bloqueos y contraataques a pulmón.

Pero lo del Cadete no es una historia aislada. Lo del Sant Josep este año ha sido de exposición en vitrina: cinco equipos, cinco trofeos. Segundo puesto para los Alevín Dragons, bronce para los Sargantanes, otro tercer puesto para los Juveniles y otro más para los Absolutos. Una cosecha digna de brindis con isotónico y que confirma que en Sant Josep se está haciendo algo más que entrenar: se está construyendo un proyecto con alma, con sudor, y con una identidad clara.

No hay estrellas de TikTok ni promesas infladas. Hay chavales que salen del agua con los dedos arrugados, entrenadores que exprimen cada sesión como si fuera la última, y una afición que cruza de isla con la bandera en el alma. Esto no es postureo: es pasión auténtica por un deporte que no regala nada.

Así que, que se preparen en el archipiélago. Porque estos cadetes ya han probado lo que es una final, y la próxima vez que se tiren al agua no será para aprender: será para ganar.

El concejal que anima desde la banda y empuja desde dentro

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Hay concejales que gestionan, y otros que sienten. Daniel Sánchez Gutiérrez, actual concejal de Deportes de Sant Antoni de Portmany, pertenece a esa rara especie que no necesita un cargo para amar el deporte. Lo suyo no es pose: es biografía.

Antes de ocupar un despacho, ya pisaba vestuarios, empujaba redes, preparaba alineaciones y celebraba goles. Antes de hablar de presupuestos, ya sabía cómo late un club desde dentro. Fue jugador, entrenador, speaker y organizador de torneos como la Champions Sant Antoni. Pero, sobre todo, ha sido siempre aficionado. Y eso, en su gestión, se nota.

Daniel no esconde sus colores. Su historia personal va de la mano de la SD Portmany, donde creció como deportista y como persona. Pero su respeto y vínculo con el resto de clubes del municipio es igual de real. Nadie le ha visto faltar en un partido grande del Club Bàsquet Sant Antoni en Sa Pedrera, donde, como él mismo dice, ocupa “la fila cero”. Siempre presente. Siempre sin necesidad de focos.

Y cuando esta misma temporada ha rozado la gloria sin alcanzarla —esa maldita canasta que no entró, ese suspiro que dejó a las puertas de la LEB Oro—, Daniel no publicó una nota fría ni una felicitación genérica. Lo que escribió fue puro sentimiento. Un texto que vale más que mil ruedas de prensa:

“Dicen que la unión hace la fuerza… Y de eso sabe y mucho el Club Bàsquet Sant Antoni y la afición de Sa Pedrera. ‘Feim poble’ le llamamos aquí. La gloria ya la habéis conseguido, solo falta encestar una canasta más y habréis conseguido ese sueño ansiado. Mereció la pena ser concejal de Deportes solo por el mero hecho de saber que existíais.”

Ahí no habla un político. Habla un vecino, un aficionado, un portmanyí emocionado. Y en ese gesto se resume su manera de hacer política deportiva.

Daniel recuerda su primer encuentro oficial como concejal. Fue, precisamente, con la directiva del Bàsquet Sant Antoni. No hubo paños calientes: le preguntaron, sin rodeos, si el Ayuntamiento iba a estar a la altura del club. A día de hoy, su presencia constante, su colaboración institucional y su implicación emocional responden por él.

“Son el espejo en el que debería mirarse cualquier club de la isla”, dice. Porque ve en ellos lo que él mismo ha intentado aplicar: humildad, constancia y gestión con alma. Nada de apariencias. Mucho de fondo.

Y eso lo traslada a todas las disciplinas. Reconocimientos a deportistas locales, apoyo a clubes como Sa Raval, Ibiza Patina, representación institucional en la Ruta de la Sal o en la Vuelta Cicloturista a Ibiza. Daniel está donde tiene que estar: cuando hay que hablar, habla; cuando hay que aplaudir, aplaude; cuando hay que escuchar, escucha.

“Mi primera novia jugaba en el Ca Nostra”, recuerda entre risas Daniel Sánchez en una entrevista al Club Bàsquet Sant Antoni. Aquel chico de entonces ya alternaba los entrenos de fútbol con los recreos improvisados a baloncesto, en la pista que muchos aún rememoran detrás de la iglesia. Allí no solo se lanzaban canastas o se hacían goles: también se tejían amistades, complicidades y ese vínculo especial entre el Portmany y el baloncesto local, que sigue muy vivo hoy. Él lo recuerda no como anécdota, sino como parte de su historia.

No es casualidad que hable de “crear puntos de encuentro” y no solo de “infraestructuras”. Para Daniel, el deporte es una herramienta social. Una forma de educar, de arraigar, de dar sentido a una comunidad. Y eso se nota en cómo habla… y en cómo actúa.

Que un equipo no logre un ascenso no significa que haya fracasado. Daniel lo expresó con una claridad desarmante: “La gloria ya la habéis conseguido”. Porque cuando una afición se emociona, un club crece y un pueblo entero se identifica con sus colores, la victoria ya está en casa.

Con esa filosofía se ha ganado el respeto de los clubes, el aprecio de las bases y el reconocimiento de los suyos. Porque nunca ha pretendido aparentar lo que no es. Solo ha hecho lo que ha sentido: estar cerca, facilitar, acompañar.

Y en ese camino, Daniel Sánchez ha conseguido algo poco habitual en política: ser parte del paisaje sin ocuparlo. Ser imprescindible sin molestar. Ser concejal… sin dejar de ser aficionado.

Y sí, como él mismo escribió: ha merecido la pena. Porque hay derrotas que no se sienten como tal. Y porque, más pronto que tarde, esa canasta entrará.

Ibiza se electrifica sobre dos ruedas y pone primera en el motociclismo del futuro

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El motociclismo ibicenco ha dado esta semana un paso silencioso pero decisivo hacia su futuro. Con la firma de un convenio entre el Consell Insular d’Eivissa y la Federació Balear de Motociclisme (FBM), el deporte del motor en la isla refuerza su base formativa con una inversión de 45.000 euros destinada a la adquisición de 19 motocicletas eléctricas para la escuela de motociclismo de Ibiza.

El acto de firma, celebrado recientemente, reunió a representantes institucionales y federativos, en un gesto que va más allá de lo simbólico. Salvador Losa, conseller insular d’Esports, y Javier Bonet, director insular del área, escenificaron el apoyo del Consell al lado del presidente de la FBM, Rafael Cañelles, y su vicepresidente, Elias Escandell. No fue una mera rúbrica administrativa: fue una declaración de intenciones.

La inversión no solo dota a la escuela de motociclismo de una flota moderna, adaptada a los nuevos tiempos y alineada con la transición energética, sino que también envía un mensaje claro: Ibiza quiere mirar al futuro sin perder el pulso competitivo. Las motos eléctricas kids que se incorporarán al parque de la escuela no solo facilitan el acceso de los más jóvenes al mundo del motor, sino que lo hacen desde una perspectiva responsable, sostenible y con proyección de crecimiento.

Este apoyo económico se enmarca en un contexto más amplio de renovación y desarrollo del motociclismo pitiuso. El anuncio de que las obras del Parc Motor han comenzado este 2025 añade una capa de ambición a este proyecto de largo recorrido. No se trata solo de dar herramientas a la base; se está construyendo el ecosistema necesario para que el motociclismo deje de ser una disciplina marginal y se consolide como un referente en la isla.

Desde la FBM, se valora la adquisición como una palanca de crecimiento. La implicación institucional no solo aporta medios, sino también legitimidad y respaldo a una labor que, durante años, ha dependido en gran parte del esfuerzo de clubes y aficionados. Este nuevo empuje coloca a la escuela de motociclismo en una posición envidiable para seguir formando pilotos, promoviendo valores deportivos y abriendo puertas a futuras generaciones de talentos.

En una isla que ha demostrado repetidamente su pasión por el motor, este convenio no es solo una ayuda puntual: es una inversión en identidad deportiva, en juventud y en sostenibilidad. Ibiza pisa el acelerador, pero lo hace en silencio, sobre ruedas eléctricas, con una mirada puesta en el mañana.

Samu Carrasco no suelta los guantes y la Peña le guarda el sitio

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La portería de la Peña Deportiva seguirá contando con uno de sus talentos más prometedores. Samuel Carrasco ha renovado su vinculación con el conjunto de Santa Eulària por una temporada más, consolidando así su continuidad en el proyecto peñista tras su llegada en junio del año pasado.

Aunque su participación en competición oficial durante la campaña fue limitada, el joven guardameta mallorquín dejó huella en las escasas oportunidades que tuvo. Defendió el arco en dos encuentros y lo hizo con la solvencia que caracteriza a los porteros con temple: dos partidos, una portería inmaculada y la sensación de estar preparado para dar un paso al frente cuando el equipo lo necesite.

A sus 23 años, Carrasco encarna el perfil de futbolista que combina humildad, constancia y un recorrido formativo sólido. Forjado en las filas del colegio La Salle de Palma, el cancerbero dio sus primeros pasos competitivos de relevancia en el Atlético Villacarlos, con el que disputó la exigente División de Honor Juvenil. Desde allí inició un periplo que le llevó a distintos puntos de la geografía española, sumando experiencia y minutos en clubes como el Logroñés Promesas, el Athletic Club Torrellano y, más recientemente, el Platges de Calvià, con quien rozó el ascenso a Segunda RFEF.

Su fichaje por la Peña Deportiva supuso una apuesta de futuro por parte del cuerpo técnico, que valoró tanto su potencial como su actitud ejemplar en los entrenamientos. Ahora, con la renovación sobre la mesa, el club reafirma su confianza en un jugador que, pese a la competencia en el arco, ha sabido ganarse el respeto del vestuario y el reconocimiento del cuerpo técnico.

La continuidad de Samu Carrasco se enmarca en la hoja de ruta de la entidad ibicenca, que busca mantener una base sólida y comprometida para afrontar con garantías el próximo curso. Un proyecto que combina juventud con ambición y en el que Carrasco, paciente y preparado, aspira a hacerse un hueco más protagonista bajo los palos de la Villa del Río.

El campus de Inés Altamira calienta motores en Sant Jordi con todo el power femenino

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El fútbol femenino pisa fuerte en Ibiza y esta vez no viene de la mano de nadie más que de una de las cracks de la isla: Inés Altamira. La capitana eterna, la que se ha peleado en todos los campos de la Liga F, se pone ahora la pizarra bajo el brazo y aterriza en Sant Jordi con un campus que promete ser pura magia para las nuevas generaciones. Spoiler: no es un clinic cualquiera. Esto es categoría top.

La presentación oficial fue el pasado 30 de mayo en el mítico Kiko Serra, donde se dio el pitido inicial a una iniciativa que va más allá del balón: formar, inspirar y, por qué no decirlo, contagiar ese amor canalla y guerrero por el fútbol que solo se vive de verdad cuando se suda la camiseta desde la base. Las fechas ya están en rojo en el calendario: del 23 al 27 de junio, cada tarde de 18:00 a 20:00, el municipal se convertirá en el cuartel general del talento joven.

Lo que hace especial este campus no es solo que lo lidere una jugadora profesional con más temporadas que botas gastadas en la élite, sino que vendrá escoltada por otras jugonas del más alto nivel. Aquí no se viene a pasar el rato: se viene a empaparse de táctica, a aprender a levantar la cabeza antes de dar el pase, a meter el cuerpo como se debe y, sobre todo, a entender que el fútbol femenino ya no es promesa: es presente.

Altamira, que fue capitana del Espanyol y ahora sigue repartiendo juego con el Alavés, es mucho más que una futbolista. Es símbolo. Es trinchera. Y que haya decidido abrir las puertas de su experiencia justo aquí, en su casa, es un golazo por la escuadra para la cantera pitiusa.

El evento de presentación estuvo bien acompañado: Xicu Ribas, el concejal de deportes, se dejó ver por allí dejando claro que el fútbol base tiene respaldo institucional, y no faltaron colaboradoras como Laura Miró, de Exclusivas Miró, y representantes del club como Oliver Torres y Fernando García. Todos con la misma idea en la cabeza: que las niñas y niños de la isla puedan crecer sabiendo que el fútbol profesional no es una utopía, sino una opción real si hay curro, actitud y pasión.

Y sí, el campus está abierto tanto a chicos como chicas. Porque el fútbol femenino no es exclusivo de género, sino de espíritu. Aquí lo que cuenta es la entrega, las ganas de superarse y las ganas de competir como se debe: con humildad, pero sin miedo.

Las inscripciones ya están abiertas y vuelan más rápido que un contraataque por banda. Para apuntarse, basta con entrar en www.pesantjordi.com y buscar la sección de “Jornadas de Tecnificación 2025”. Porque si quieres jugar como las grandes, hay que entrenar con las grandes. Y esta es la ocasión de oro.

En resumen: Inés vuelve a casa con un balón en los pies y un proyecto bajo el brazo que puede cambiar la historia del fútbol base en Ibiza. Así que ya sabes: si tu hija sueña con marcar el gol del triunfo en un estadio lleno, o si tu hijo quiere aprender a jugar con cabeza y corazón, este campus es el sitio. Porque en Sant Jordi, este junio, el fútbol femenino no solo se juega… se vive.

1-2. El Luchador se despide del sueño del ascenso tras caer en la prórroga contra el Cardassar

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Víctor M. Victoria

El Luchador se despidió este domingo del sueño del ascenso a la Tercera RFEF tras ser derrotado por el Cardassar (1-2), tras una prórroga de auténtico infarto que acabó cayendo del lado visitante. El equipo que dirige Rafa Payán no pudo hacer bueno el trabajado empate conseguido hace siete días en tierras mallorquinas, y acabó desolado por el triste e inesperado desenlace. El conjunto de San Antonio volverá a competir un curso más en la Regional Preferente pitiusa, por lo que el objetivo de militar en cotas más altas deberà esperar para tristeza de la ilusionada afición que abarrotó el Municipal.

Fue un partido de mucha tensión, alternativas y combate, que pudo caer para cualquiera de los dos bandos como ya sucedió hace siete días en Es Moletes. Sin un fútbol vistoso, solo agitado cuando el balón caía en las botas del local Jordi Serra, el Luchador y el Cardassar se pusieron el mono de combate y se dejaron el alma sobre el tapete de San Antonio, abrasado por el fuerte calor que asoló ayer la isla. Cada balón dividido fue una lucha con mayúsculas dado lo mucho que había en juego, y el colegiado, José Manuel Pardo, tuvo que armarse de paciencia por las continuas protestas de unos y otros.

El duelo arrancó eléctrico, con mucho ritmo, y pronto el equipo local protagonizó dos ocasiones similares, bastante claras ambas, que terminaron con disparos por encima del larguero (9’ y 10’). Reaccionó el equipo mallorquín con rapidez, y un disparo cruzado fue repelido con éxito por el guardameta Raúl Sánchez (11’), y un posterior córner no encontró rematador visitante cuando el esférico se paseó por el área contraria (15’). Tras el frenesí inicial, ambos equipos se asentaron y las ocasiones llegaron con cuentagotas por el mayor protagonismo defensivo, en un escenario mucho más acorde a lo que suele representar un playoff.

El marcador no se movió hasta el descanso, y tras el mismo la dinámica de disputa, choque y confrontación se mantuvo, con apenas ocasiones de peligro para ambos conjuntos y un protagonismo masivo del músculo sobre la clase. Sólo el citado Jordi Serra era capaz de agitar un poco la dinámica del duelo con su talentosa pierna izquierda, pero sus envíos no encontraron continuidad por parte de sus compañeros, y el partido murió sin goles en el marcador con todo por decidir en la prórroga. Pocos podía prever entonces la revolución futbolística que aguardaba a la vuelta de la esquina.

Nada más comenzar el tiempo extra, la defensa del Luchador cometió penalti sobre un atacante del Cardassar (95’), y la pena máxima fue transformada con clase y tranquilidad por Adrián Hernández para alegría de la ruidosa afición mallorquina. Minutos después, una dura entrada del local Jaime Mir en el área rival fue sancionada por el árbitro con roja directa (102’), por lo que la situación se ponía muy cuesta arriba para el cuadro de San Antonio, que aún así no le perdió la cara al partido y buscó con ahínco el tanto del empate. Dicha alegría llegó en el arranque del segundo tiempo de la prórroga, tras un certero remate de Olawale (106’) que desató la máxima alegría y esperanza entre la afición local.

Pero el trepidante guión del tiempo extra todavía había añadido una última y definitiva página. Una buena acción de contraataque del Cardassar, con el Luchador bastante adelantado, generó un preciso envío desde el costado izquierdo, que fue rematado de primeras y con clase por Gaspar Sastre para batir por bajo al local Raúl Sánchez (110’) y dar la puntilla a su fatigado rival. Por más que lo intentó después el equipo de Rafa Payán, las fuerzas ya andaban muy justas y el cuadro mallorquín supo gestionar con éxito la renta adquirida para desolación del cuadro local, que acabó muriendo en la orilla.

2-0. Montaña arriba y con piedras: el Ibiza se la juega en casa tras un mal paso en Andorra

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No se le da bien a la UD Ibiza jugar lejos del mar. Otra vez, como tantas este curso, el equipo se perdió en la montaña. En un estadio pequeño y con trampa como Encamp, los celestes se dejaron media vida en el camino al ascenso. Cayeron 2-0 frente al FC Andorra y ahora están obligados a levantar la eliminatoria en casa, donde todavía creen que todo es posible, aunque el viento ya sople en contra.

Fue un partido con aroma de ‘play-off’, con el cuchillo entre los dientes desde el pitido inicial, pero también con esa tensión que saca a relucir los defectos. Y la UD Ibiza tiene unos cuantos cuando se aleja de Can Misses. Ni pólvora en ataque, ni firmeza atrás. A eso se sumaron las ausencias clave —algunas pesaban como losas— y un Andorra que supo cuándo acelerar y cuándo dejar que el reloj hiciera su trabajo.

El arranque fue engañoso. El equipo de Paco Jémez salió a morder, con presión arriba y la intención clara de mandar. Bebé y Mo Dauda asomaron por los costados, Javi Jiménez se animó con una llegada peligrosa y durante un rato pareció que los ibicencos iban a imponer su guion. Pero ese empuje inicial fue humo. En cuanto los locales descubrieron la espalda de los laterales, el decorado cambió.

Con poco, el Andorra fue encontrando grietas. Y en la primera que tuvo clara, la aprovechó con precisión de cirujano. Álvaro Martín puso un pase con tiralíneas a Casadesús, que se coló por el carril derecho como Pedro por su casa y asistió a Cerdá. El remate, seco y al palo, hizo inútil la estirada de Ramón Juan. Golpe frío, directo a la mandíbula (1-0, min. 20).

A partir de ahí, todo se hizo cuesta arriba. El Ibiza perdió la brújula y el control del balón. Los cambios tácticos no surtieron efecto, y el Andorra, sin hacer demasiado ruido, olió sangre. Antes del descanso, Lautaro aprovechó otra descoordinación defensiva para fusilar el segundo, tras un centro quirúrgico desde la izquierda. Un 2-0 doloroso que desnudaba a los celestes en el momento más delicado de la temporada.

En la segunda parte, más de lo mismo. Mucho balón, poca profundidad. El Andorra se replegó sin complejos y administró su ventaja con oficio. Jémez movió el banquillo, buscó fórmulas, cambió el dibujo… pero nada. El equipo seguía igual de plano, sin chispa y con las ideas confusas. Apenas un par de intentos sin mordiente, algún intento lejano sin dirección y alguna cabalgada aislada de Bebé que no encontró rematador.

Ni el paso de los minutos ni los cambios agitaron el avispero. Ni siquiera cuando Mo Dauda habilitó a Bebé con espacio, apareció la claridad. Todo se hacía espeso, previsible, sin ritmo. Y mientras, el Andorra amenazaba con matar la eliminatoria a la contra, aunque perdonó el tercero en una clarísima de Luismi que no supo definir.

Así se cerró la ida. Con el Ibiza desdibujado, sin respuestas y con la sensación de haber desaprovechado una bala. Ahora, todo o nada en Can Misses. El equipo necesita dos goles para igualar la serie y forzar la prórroga. No es imposible. Pero la versión que ofreció en Andorra no alcanza. Hará falta más fútbol, más fe y menos concesiones. El ascenso aún no está perdido, pero ya no hay margen para tropezar.

Una batalla épica que se escapó en la moneda al aire

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No hay relato más ingrato en el deporte que el de una gesta incompleta. Cuando todo parece apuntar al milagro, cuando el esfuerzo roza la heroicidad y el público empuja como un sexto hombre desesperado por ver historia, pero el desenlace termina abrazando al otro. Eso ocurrió en Sa Pedrera, donde el Class Bàsquet Sant Antoni firmó una noche de baloncesto que rozó la leyenda y acabó sumida en una de esas derrotas que dejan cicatriz.

El marcador decía que el equipo ibicenco debía levantar 22 puntos ante un rival como Melilla, curtido en mil batallas y con la mirada puesta en el ascenso. Y lo hizo. Lo hizo con sudor, con defensa, con corazón. Lo hizo con una grada desbordada, convertida en caldera emocional, y con un grupo de jugadores que parecía poseído por una voluntad inquebrantable. No solo remontaron, sino que llegaron a ponerse 24 arriba. Lo improbable ya era real. El ascenso no estaba a la vuelta de la esquina: se podía tocar con la yema de los dedos.

Pero el baloncesto, como la vida, tiene su ironía. Es un juego de momentos, de decisiones mínimas que pesan como gigantes. Un par de tiros libres que no entraron, un triple con tabla que pareció un susurro del destino, una falta en el momento menos oportuno. Y la prórroga, ese tiempo extra que a veces se vive como regalo y otras como castigo. En esta ocasión, fue lo segundo.

Con De La Rúa eliminado por personales y Smith en idéntica situación, la estructura del Sant Antoni se tambaleó. Sin base puro, con la gasolina en reserva y la cabeza aún buscando respuestas, Melilla aprovechó su oportunidad. No con superioridad absoluta, pero sí con la experiencia de quien sabe cerrar partidos. La moneda cayó del otro lado. Otra vez.

Pero si algo quedó claro es que este equipo no es una anécdota, ni un proyecto pasajero. Lo que ha construido David Barrio al frente del banquillo es una declaración de intenciones: Sa Pedrera ya no es una pista más. Es un fortín. Es una cuna de baloncesto de verdad. El Class no se ha quedado corto: ha superado expectativas, ha hecho soñar a una isla entera y ha demostrado que en Ibiza también se puede hablar de baloncesto en mayúsculas.

Ahora toca digerir la amargura de una derrota cruel, sí. Pero también toca mirar el camino recorrido. Dos temporadas de crecimiento sostenido, de identidad forjada a base de convicción, de poner a Sant Antoni en el mapa nacional. El deporte no siempre recompensa el mérito en el corto plazo, pero tarde o temprano, el trabajo bien hecho encuentra su premio.

El ascenso se esfumó, pero el respeto ya está ganado. Y con eso, el próximo salto parece una cuestión de tiempo. Porque este equipo, pese a la moneda al aire, ya ha demostrado que está hecho para competir con los grandes. Y volverá. Vaya que si volverá.

La UD Ibiza saca el machete en Encamp: la primera trinchera hacia el cielo

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Aquí nadie sube a Segunda en chándal. Para volver al fútbol profesional hay que ganar dos guerras. La UD Ibiza lo sabe, y por eso este domingo en Encamp (17:00 horas) no se juega el ascenso. Se juega el derecho a soñarlo. El pase a la final. La llave para entrar en la sala donde se reparten los billetes para el paraíso. Y para eso toca sacar el machete y bailar en la cuerda floja contra un Andorra que viene con galones, con números calientes y con Piqué moviendo los hilos como si esto fuera el backstage de un documental de Netflix.

Los celestes se plantan en territorio hostil con el gesto serio y las botas afiladas. Porque aquí ya no valen excusas ni florituras. Es mata o muere. Noventa minutos de ida en un campo alquilado, sin historia, pero con el veneno suficiente para dejarte fuera si te despistas. Y luego otros noventa más en Can Misses, donde se dictará la sentencia de esta primera batalla. Porque sí, solo es la primera. La semifinal. El aperitivo picante antes del asalto final.

Andorra llega con la sonrisa torcida del que ha resucitado justo a tiempo. Desde que Beto Company cogió los mandos, los del Principado se han vuelto incómodos, directos, venenosos. Nieto y Lautaro están en modo francotirador, y encima juegan con esa sensación de “a nosotros ya nos daban por muertos”. Peor aún.

Pero si hay un equipo al que le va el papel de villano en la historia del otro, ese es el Ibiza. No llega con todas sus piezas, pero sí con algo que vale más: hambre. Y memoria. Porque esta plantilla sabe lo que es estar arriba y caerse. Y ahora, con Paco Jémez agitando la coctelera, el equipo parece más perro viejo que nunca. Ya no se deslumbra con los focos. Ahora va, muerde y pregunta después.

Eso sí, fuera de casa al Ibiza le está costando encontrar su mejor versión. Desde marzo que no rasca nada serio lejos de Can Misses, y eso, en una eliminatoria a ida y vuelta, es una cicatriz que escuece. Pero también puede ser el motor que lo cambie todo. Porque si vas a ganar algo importante, más vale empezar con una gesta.

Encamp será un escenario raro, casi de ciencia ficción. Campo nuevo, afición dispersa, frío en el aire y tensión en las botas. Un sitio perfecto para escribir el primer capítulo de una historia de redención. No es la final, pero se parece lo suficiente como para que duela. Y los que no sufran, que se quiten del medio.

Jémez no quiere cuentos. Ni épicas vacías. Quiere competitividad, intensidad, colmillo. Sabe que esto va a doble vuelta, y que si llegas vivo a la final, ahí sí puedes volverte loco. Pero primero, hay que pasar por Encamp. Salir vivos, si puede ser con ventaja. Y luego rematar en casa, donde la isla espera con ganas de rugir.

Porque el ascenso no es un regalo. Es una conquista. Y antes de tocar el cielo, hay que ganar dos guerras. La primera empieza ya.

Y en Ibiza, ya están afilando las armas.

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