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El adiós de la Peña: se consuma un descenso inevitable

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No hubo milagro en Sabadell. La Peña Deportiva ya es, matemáticamente, equipo de Tercera RFEF. El desenlace era previsible, pero no por eso menos doloroso. El 1-0 encajado este domingo en la Nova Creu Alta fue la sentencia definitiva para un equipo que se resistía a claudicar, aunque la realidad clasificatoria llevaba tiempo marcando el camino.

El encuentro comenzó con un mazazo difícil de digerir. A los cuatro minutos, un disparo desde la frontal acabó en gol tras rebotar en un defensor ibicenco. Una jugada desafortunada que dejaba a los de Raúl Garrido contra las cuerdas cuando apenas arrancaba el choque.

A partir de ahí, el Sabadell se sintió cómodo. Dominó los tiempos, generó peligro, y solo la intervención de Picón evitó que la renta fuera mayor al descanso. La Peña, aunque logró asentarse con el paso de los minutos, no encontraba el filo necesario para amenazar al rival. Solo un intento de Montalbán y algún destello aislado rompieron la monotonía ofensiva.

Tras el descanso, los ibicencos trataron de apretar. Larry dispuso de las dos ocasiones más claras, pero se topó con un Cassaro impecable bajo palos. Fueron intentos más valientes que efectivos, reflejo de un equipo que quiso pero no pudo.

Sin capacidad de reacción ni margen para la épica, la Peña se despide de la Segunda RFEF tras una temporada llena de obstáculos. Ahora, con tres jornadas por delante, el equipo deberá afrontar el reto de competir solo por el orgullo. El descenso ya es un hecho, pero el escudo aún exige dignidad hasta el final.

2-1. La Penya pierde en Sa Pobla y complica sus opciones de ascenso directo

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Durante muchas semanas, la Penya Independent había conducido con firmeza el tren del ascenso. Pisando fuerte, con un fútbol valiente y un grupo que había sabido creer en su sueño. Pero ese tren parece haberse detenido bruscamente en una estación llamada Sa Pobla, donde el Poblense, líder de la categoría, firmó una victoria por 2-1 que, más allá del marcador, dejó a los de Sant Miquel tocados anímicamente y alejados de la cima.

A falta de cuatro jornadas y con seis puntos de distancia respecto al líder, la empresa de lograr el ascenso directo a Segunda RFEF se torna poco menos que utópica para un equipo que, hasta hace poco, marcaba el ritmo del grupo. El golpe no ha sido solo clasificatorio, también emocional. En el Municipal de Sa Pobla se vivió un duelo tenso, eléctrico y con un desenlace cargado de tensión que acabó con tres expulsados por parte de la Penya: el técnico Ramiro González vio la roja directa en el minuto 67 y, ya en los compases finales, también fueron expulsados los jugadores Sisamón y Mubarak.

El encuentro comenzó con ritmo frenético. Marco Alarcón puso en ventaja al Poblense en el minuto 11, aprovechando una acción de desequilibrio en campo rival. La reacción de los ibicencos fue inmediata: Dani Reales emparejó el marcador apenas siete minutos después, dando esperanzas a una Penya que, por momentos, supo aguantar el empuje local. Sin embargo, el gol de Aitor Pons en el 55 terminó por inclinar la balanza y sentenció a un equipo que, pese al esfuerzo, no logró revertir su reciente tendencia a la baja.

El líder suma ya 60 puntos y demuestra, semana tras semana, un aplomo competitivo que contrasta con la curva descendente de la Penya, ahora cuarta con 54 puntos. En otro contexto, soñar con el liderato podría parecer legítimo, pero la solidez del Poblense y el propio desgaste emocional del equipo de Ramiro González hacen que el ascenso directo se vea como un objetivo difuminado.

No fue una derrota cualquiera. La reacción del entrenador en redes sociales tras el encuentro habla del estado emocional de un vestuario que siente haber dado más de lo que ha recibido. Su mensaje, crudo y visceral, reflejó no solo la decepción por el resultado, sino una sensación más profunda de impotencia ante lo que él percibe como injusticias estructurales, dentro y fuera del deporte.

Pese al varapalo, no todo está perdido. La lucha por el playoff sigue viva y la Penya aún puede soñar con un ascenso que, si no llega por la vía directa, podría conquistarse en el campo de las eliminatorias. El próximo domingo, el fútbol ibicenco vivirá una jornada especial con el derbi frente al Formentera, un choque de máxima rivalidad en el que la Penya buscará redimirse ante su gente y demostrar que todavía tiene fuego competitivo.

Quedan cuatro jornadas, y aunque el tren del ascenso directo se aleje en el horizonte, la Penya aún puede reengancharse a otro vagón: el del orgullo, la resiliencia y el fútbol que todavía tiene mucho que decir. Ficha Técnica 

0-2. El Sant Jordi, contra las cuerdas: derrota ante el Manacor y una salvación que se aleja

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En el Kiko Serra, donde tantas veces se ha respirado lucha y esperanza, esta jornada el silencio fue más elocuente que cualquier cántico. El Sant Jordi cayó por 0-2 ante un Manacor práctico y contundente, y ese tropiezo, lejos de uno más, huele a sentencia anticipada. Aunque la matemática aún no cierra del todo la puerta, la realidad futbolística dibuja un horizonte sombrío para los verdinegros, que con solo 27 puntos en el casillero y doce por disputar, están a siete de una permanencia que se ha vuelto escurridiza.

El equipo dirigido por Carlos Tomás volvió a mostrar síntomas de fatiga anímica. El fútbol, tantas veces injusto con los que pelean desde abajo, esta vez volvió a castigar sin piedad. Dos goles de Alberto Pareja, uno en cada parte, bastaron para que el Manacor se llevara los tres puntos y dejara al Sant Jordi con un pie (y tres cuartos del otro) en Regional.

No hubo heroicidades esta vez, ni revoluciones de último minuto. Lo que se vio fue un equipo que, pese a la voluntad y el esfuerzo, no encuentra el camino ni el gol. La falta de acierto en los metros finales y una defensa que ya no impone respeto han ido cavando un agujero del que ahora solo una gesta mayúscula podría rescatar al conjunto salinero.

A falta de cuatro jornadas, el margen de error es inexistente. Cada encuentro es ahora una final, y la primera de ellas llegará el próximo fin de semana en Sant Antoni, en un derbi ibicenco ante el Portmany que podría marcar un antes y un después. Un empate sería un mal menor; una derrota, probablemente, el adiós definitivo a la Tercera RFEF.

Pero si algo ha demostrado este club es su capacidad para resistir. En la adversidad más cruda, aún queda espacio para el orgullo, para agarrarse con uñas y dientes a una tabla de salvación que se balancea al borde del abismo. No será fácil. De hecho, parece casi imposible. Pero mientras haya puntos en juego, el Sant Jordi no dejará de luchar. Aunque el destino parezca escrito, todavía queda tinta para una última página. Ficha Técnica 

2-4. Beltrán se viste de killer y el Portmany se sube al tren de la salvación

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El Portmany se plantó en Alcúdia con el cuchillo entre los dientes y se llevó un triunfo de los que valen doble: por el marcador y por lo anímico. Ganó 2-4, rompió una racha de cinco partidos sin hincarle el diente a nadie y, de paso, dejó la permanencia prácticamente encarrilada a falta de cuatro jornadas. Un triunfo con sabor a final, con nombre y apellidos: Jorge Beltrán. El ‘11’ rojillo firmó un hat-trick de matador y dejó claro que cuando está fino, el equipo respira otro aire.

Fue un partido de pico y pala, de pelear cada balón como si fuera el último, y el Portmany lo supo jugar como se juegan las finales: con cabeza fría y corazón caliente. No era un duelo más. Era el partido que podía marcar el punto de inflexión en una temporada donde han tocado más piedras que flores. Y esta vez salió cruz… para el Alcúdia.

El plan de Carlos Rico e Iván Granados, la pareja de técnicos que llegó hace cuatro jornadas, por fin dio frutos. El equipo salió enchufado, con las líneas juntas y los colmillos afilados. La presión fue alta, el ritmo, intenso, y la puntería, de las que no se ven todos los días. Jorge Beltrán se movió como pez en el agua dentro del área, aprovechó lo que tuvo y facturó tres goles que valen su peso en oro. El cuarto lo firmó Santi Rosa, que no quiso quedarse sin foto en la fiesta del gol.

Con esta victoria, el Portmany sube a los 36 puntos y mete nueve de colchón con respecto al descenso. Quedan 12 por jugarse, pero con esta dinámica, la salvación está más cerca que nunca. No es matemática, pero sí virtual. Y eso ya es un mundo después de semanas mirando de reojo la tabla.

Ahora toca saborear el triunfo, recuperar piernas y poner el foco en lo que viene: derbi en casa contra el Sant Jordi. Un partido de los que se marcan en rojo, con aroma a rivalidad y con más que tres puntos en juego. Será el momento de comprobar si este Portmany ha despertado de verdad o si lo de Alcúdia fue solo un espejismo.

Pero hoy, por lo pronto, toca disfrutar. Porque cuando el ’11’ está fino, la red se mueve. Y si la red se mueve, el Portmany sonríe. Ficha Técnica

3-0. El Formentera, en modo apisonadora: golpe de autoridad y mensaje al líder

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Hay victorias que valen más que tres puntos. Hay triunfos que, por la forma, por el momento y por el mensaje, resuenan más allá del pitido final. El Formentera firmó una de esas tardes redondas en Sant Francesc Xavier, dejando claro que la derrota en Inca fue solo un traspié y que, si alguien quiere el liderato, va a tener que sudar tinta. El 3-0 ante el Platges de Calvià fue un puñetazo en la mesa. Un aviso a navegantes. Una declaración de intenciones de un equipo que quiere subir por la vía rápida.

Con el aliento de su gente, que convirtió el municipal en una caldera desde el primer minuto, los de Maikel Romero salieron con el cuchillo entre los dientes. La presión, el ritmo, la ambición… todo olía a partido grande. Y no fallaron. El Formentera no solo ganó: se impuso, se gustó y dejó al rival sin aire ni respuestas.

Julen fue el encargado de abrir la lata en el minuto 41, en un momento clave, justo cuando el duelo se movía en esa zona gris que separa la paciencia de la ansiedad. Gol psicológico, de los que duelen. Y si el primero hizo daño, el segundo fue un mazazo. Górriz, con el olfato de los que tienen el gol en la sangre, firmó el 2-0 al borde del descanso. El partido, encarrilado. El rival, noqueado. Y la grada, en éxtasis.

La segunda mitad fue una exhibición de control, de saber estar y de madurez. El Formentera supo administrar, templar, esperar… hasta que volvió a golpear. De nuevo Górriz, esta vez en el 83, puso la guinda con el tercero, certificando una goleada que eleva la moral, recupera sensaciones y mantiene viva la llama del ascenso directo.

Con esta victoria, los rojinegros se colocan segundos con 59 puntos, a solo uno del Poblense. Quedan cuatro jornadas. Cuatro finales. Cuatro batallas donde cada error puede ser definitivo y cada acierto, oro puro. La próxima parada, un derbi de altos vuelos en Ibiza ante la Penya Independent. Un duelo con aroma de final anticipada, donde no solo se juegan tres puntos, sino también el orgullo, el alma y el sueño de toda una isla.

Lo de este sábado no fue solo fútbol. Fue una reivindicación. Un mensaje al vestuario, a la afición, al líder y al campeonato. El Formentera está muy vivo. Y va a pelear hasta el último aliento. Porque cuando el balón quema, este equipo no se esconde. Aprieta los dientes, levanta la cabeza… y muerde. Ficha Técnica 

De vuelta al show: el Class Sant Antoni se pone el mono de MVP y se marca un partidazo canalla en Sa Pedrera

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Dicen que después de una caída, lo importante es cómo te levantas. Y vaya si se levantó el Class Sant Antoni. Como si hubiera salido de un tiempo muerto con la mirada de Jordan, los de David Barrio firmaron una actuación con chulería, talento y ritmo de playoff. Resultado: victoria sin despeinarse ante el Homs UE Mataró (84-72), con el pabellón de Sa Pedrera haciendo la ola y Álex Llorca dominando la pista como si fuera su propio salón.

Había poco en juego en la tabla, pero mucho en el orgullo. Después del tropiezo contra el Palmer Basket Mallorca, tocaba resetear, ajustar el pick and roll mental y volver a meter el miedo en el cuerpo a los rivales de cara a los playoff. Misión cumplida. Los portmanyins no solo igualan su mejor marca histórica en la fase regular (19 victorias), sino que lo hacen con un partido que fue puro flow.

Primer cuarto: fuego desde la línea de tres. El partido empezó en modo tanteo, como dos boxeadores midiéndose el jab. Pero bastó una ráfaga de triples –cuatro seguidos como si repartieran caramelos en carnaval– para que el Sant Antoni dijera “esto es nuestro”. 28-13 tras el primer cuarto, y los de Mataró ya sabían que esa noche tocaría remar con el viento en contra.

Segundo acto: más triples, más ventaja. Con Gantt enchufado desde el 6,75 y Hayes sacando músculo en la pintura, los ibicencos no bajaron el pistón. Aunque Mataró tiró de pundonor con un Jordi Boix desatado (23 puntos), al descanso la cosa ya olía a sentencia: 42-34 y sensación de superioridad total.

Tercer cuarto: apisonadora pitiusa. Si alguien pensó en una remontada, el Sant Antoni lo aplastó sin piedad. En un tercer cuarto para enmarcar, los locales se pusieron a +30. ¡Sí, +30! Como si fueran los Warriors en sus buenos tiempos. Defensa sólida, transiciones veloces y un Llorca en modo comandante: 14 puntos, 5 rebotes y 2 asistencias para firmar la tarjeta de MVP sin discusión.

Último cuarto: trámite y a pensar en lo gordo. Con todo hecho, los de Barrio bajaron el pistón. Mataró aprovechó para maquillar, sí, pero el resultado nunca peligró. La grada ya pensaba en lo que viene: el récord, los playoff y ese anhelo que suena cada vez más fuerte en la isla… el ascenso a Primera FEB.

Un proyecto que va lanzado. El crecimiento del Class Sant Antoni no es casualidad. Terceros en su primer año, cuartos el siguiente, segundos ahora… y con la mirada puesta más arriba. Esta victoria no solo suma, también manda un mensaje: este equipo va en serio. Hay bloque, hay talento, hay ambición. Y hay un capitán que lidera con el balón en las manos y el corazón en el escudo.

El siguiente reto: Salou. La vigésima está en juego en la pista del Salou. No será fácil, pero cuando este equipo juega con alegría, cabeza y descaro… son muy difíciles de parar. Porque el Sant Antoni no solo quiere ganar. Quiere dejar huella. Y si sigue así, que nadie dude que la isla puede volver a soñar en grande.

Porque aquí no se juega solo a baloncesto. Aquí se reparte magia.

Let’s go, portmanyins. La segunda ya es historia. Ahora, a por el ascenso.

Àlex y Jota reventaron corazones (y no cronos) en el Ibiza Marathon

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En un mundo donde muchos corren para bajar marca, Àlex Roca y Jota corrieron para subirnos el alma. Lo suyo no fue una carrera: fue una masterclass de humanidad, compañerismo y ganas de comerse el mundo a golpe de zapatilla. En la octava edición del Santa Eulària Ibiza Marathon, estos dos cracks demostraron que el verdadero podio está donde se abrazan la superación y la emoción.

Imagina la escena: Àlex, con un 76% de parálisis cerebral, y Jota, triatleta paralímpico con discapacidad visual, dándolo todo durante los 12 kilómetros de la prueba popular. Ni una excusa, ni una queja. Solo energía, respeto mutuo y una conexión que ni el mejor GPS podría rastrear. Entre ellos, Mari Carmen, pareja de Àlex, actuando de puente con su lenguaje de signos. Pero la verdad es que, cuando el corazón marca el ritmo, el entendimiento viene solo.

Corrieron juntos, sudaron juntos y cruzaron la meta juntos. ¿Tiempo? ¿Marca? ¿Clasificación? Qué más da. Lo suyo no se mide en minutos por kilómetro, sino en inspiración por metro. Y vaya si inspiraron: dejaron a todo el mundo con la piel de gallina y el nudo en la garganta. Porque cuando ves a dos almas que se entienden sin palabras, que empujan la vida con cada zancada y que se ríen de las barreras, entiendes de qué va realmente esto del running.

El ambientazo en Ibiza era puro festival runner: más de 6.000 corredores, un 70% de ellos internacionales, y una organización que cuida cada detalle como si fuera un maratón de Champions. Pero, aunque había atletas de todos los niveles, ritmos y nacionalidades, los reyes del día llevaban el dorsal invisible de los valientes.

Àlex ya conocía la prueba. Ibiza le tira, le llena de energía y le abraza como en casa. Pero esta vez, el objetivo era distinto: no solo correr, sino dar una lección. Y vaya si la dio. Junto a Jota, nos recordaron que lo verdaderamente importante no está en los kilómetros recorridos, sino en el mensaje que dejas al pisar el asfalto.

No ganaron la carrera. Pero ganaron algo mucho más difícil: el respeto, la admiración y el corazón de todo el pelotón runner. Porque en este deporte de locos que nos levantamos a las seis para entrenar, que hablamos en ritmos y que coleccionamos medallas como cromos, lo que de verdad nos queda son historias como esta.

Gracias, Àlex. Gracias, Jota. Por demostrar que el running es mucho más que correr.

Y sí: ojalá todos los dorsales llevaran un poco de vuestra fuerza.

Ibiza corre por todo lo alto: Keiyo y Hawkins mandan en una edición de récord del Santa Eulària Ibiza Marathon

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Samson Keiyo, ganador de la 42k.

Santa Eulària des Riu no solo fue el punto de llegada, sino también el centro de una jornada que quedará en la memoria de más de 6.000 runners que este sábado llenaron de color, sudor y energía las carreteras ibicencas. Porque correr en Ibiza no es simplemente ponerse un dorsal: es firmar un pacto con la emoción.

El maratón, en su distancia reina, no tardó en dejar claro quién mandaba. Samson Keiyo, con paso firme y ritmo demoledor desde el primer kilómetro, se escapó del grupo como quien se va de fiesta sin mirar atrás. El keniano voló por las cuestas suaves y los tramos costeros como si tuviera alas, y cruzó la meta con un tiempo de 2:19:58. Detrás, dos nombres que también dejaron huella: Dennis Kimetto, aquel que una vez fue el más rápido del planeta en maratón, firmó un digno 2:28:50, y el portugués Nelson Fonseca cerró el podio tras completar una carrera sólida (2:44:40).

En categoría femenina, Ruth Hawkins se convirtió en la reina de la jornada. Su crono de 3:02:56 fue una oda al ritmo constante, a la estrategia bien ejecutada y al aguante mental en los últimos kilómetros, donde se separan las piernas fuertes de las cabezas frías. Hawkins se impuso con solvencia a Lot Stevens y Amy Renyard, completando un trío que dejó el listón bien alto.

Pero si algo tiene el Santa Eulària Ibiza Marathon es que su magia se reparte en todas las distancias. En la 22K, Eddie Garner fue un misil desde el pistoletazo de salida. Marcó un 1:17:35 que deja sin aliento y se llevó una victoria sin discusión. En la femenina, Yesica Mas confirmó los pronósticos y cruzó la meta en 1:23:23 con la tranquilidad de quien sabe que ha hecho los deberes.

Y en los 12K, el ritmo lo pusieron Adrián Guirado (39:50) y Verónica Castro (50:03), ambos firmando una carrera redonda, con ese equilibrio perfecto entre cabeza y corazón que define a los buenos corredores.

Aunque si hablamos de corazón, nada ni nadie brilló más que Àlex Roca y José Luis García Serrano, ‘Jota’. Su llegada conjunta a meta en la prueba de 12K fue mucho más que una foto para la historia: fue una lección de vida con forma de zancada. Él, con una parálisis cerebral del 76%. Él, con una discapacidad visual. Y ambos, sincronizados como si llevaran corriendo juntos toda la vida. No hubo cronómetro que midiera eso. Lo suyo fue una carrera hacia lo más alto del espíritu deportivo.

Ibiza volvió a demostrar por qué es uno de los destinos más deseados del calendario runner. La mezcla de mar, sol, cultura, buena organización y un trazado que es una postal tras otra, hizo que este 2025 el Santa Eulària Ibiza Marathon colgara el cartel de “todo vendido” con semanas de antelación. Un 70% de corredores venidos de fuera de España, casi la mitad mujeres, y un ambiente que ni en la mejor rave de la isla.

El recorrido, como siempre, fue una delicia: desde la imponente Dalt Vila hasta la calma playera de Santa Eulària, con tramos que daban ganas de parar a hacer una foto… si no fuera porque el cronómetro no perdona. El público, entregado. La música, vibrando. La energía, desbordada.

Esta octava edición ha sido una zancada más —o quizá una gran sprint final— hacia la consolidación de un evento que ya no es solo una carrera: es una experiencia. Y quienes cruzaron la meta este sábado lo saben bien. Porque en Ibiza no se corre solo por tiempo: se corre por algo más grande. Por una historia que contar. Por un recuerdo que se pega a las zapatillas. Por ese “yo estuve allí” que se queda para siempre.

Y lo mejor de todo… es que el año que viene, habrá que volver a ponerse el dorsal. Porque Ibiza engancha.

Paco Jémez se pone en el centro del huracán

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La UD Ibiza ha entrado en una espiral que ni los más agoreros podían anticipar. El mismo equipo que deslumbró durante semanas con una racha implacable de siete victorias consecutivas, hoy se asoma peligrosamente al borde del colapso deportivo. Cinco jornadas sin conocer el triunfo han desatado todas las alarmas, pero ha sido Paco Jémez quien ha tomado la palabra para asumir, sin rodeos, el papel de protagonista incómodo en esta caída libre.

El técnico cordobés, conocido por su frontalidad y carácter, ha decidido poner su cargo sobre la mesa, en un gesto que va más allá del discurso habitual en los banquillos. No se trata de una estrategia para apaciguar las críticas ni de una pose teatral. Es una confesión en voz alta, una muestra de autocrítica pocas veces vista con semejante crudeza en el fútbol profesional. Reconoce sin matices que, si el equipo ha cambiado tan drásticamente, él es el responsable directo de ese viraje.

Y es que el desplome ibicenco no se mide solo en puntos perdidos, sino en sensaciones. Lo que antes era un bloque reconocible, sólido y vertical, se ha transformado en un conjunto errático, nervioso y sin respuestas. El problema ya no parece físico ni táctico: es emocional. El desconcierto se ha instalado en Can Misses y los jugadores, según el propio Jémez, comienzan a mostrar signos de desesperación impropios de un equipo que aún pelea por los puestos de privilegio.

La paradoja de este Ibiza es tan cruel como evidente. En su mejor momento, el equipo fue líder moral de la categoría, símbolo de un juego audaz y competitivo. Hoy, con esa misma plantilla, la brújula se ha extraviado por completo. Jémez, fiel a su estilo, no busca excusas. Acepta que el proyecto se tambalea y que, si hay una pieza que no encaja, podría ser él mismo.

En su análisis, aún hay margen para el optimismo. Cree en los giros, como el que los llevó del anonimato al protagonismo, aunque ahora todo apunte en dirección contraria. La clasificación sigue siendo benévola —por ahora—, pero la tendencia amenaza con dejarlos fuera de la zona de playoff si no se reacciona con urgencia.

La duda, inevitable, flota en el ambiente: ¿es Paco Jémez el indicado para revertir esta situación, o su honestidad es el preludio de un relevo necesario? Mientras la directiva medita, la isla espera. Porque el fútbol, como la marea, tiene ciclos, y el azul celeste de la UD Ibiza necesita volver a encontrar la corriente que lo devuelva al buen puerto del ascenso.

Duster Hybrid en Ibiza: un todoterreno con alma eléctrica

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A veces el mejor plan es salir sin uno. Así lo hicimos en Fútbol Pitiuso, cuando nos subimos, gracias a la gentileza de Punicauto, concesionario oficial en Ibiza de Renault y Dacia, al nuevo Duster Hybrid 140 con la única intención de perdernos por Las Salinas y Sal Rossa. Sin prisa, sin mapas, sin expectativas… y con muchas ganas de descubrir si este nuevo Duster, ahora más ecológico y moderno, seguía teniendo ese espíritu de todoterreno sin corbata que tanto nos gusta.

La respuesta, por si hay impacientes, es sí. Pero lo interesante no es la conclusión, sino el camino. Y vaya camino.

La mañana arrancó con ese sol perezoso típico de abril en Ibiza. El Duster esperaba, recién lavado, con esa mezcla entre coche robusto y diseño afinado que ahora luce con más seguridad. No es que haya dejado de ser un coche humilde, pero se le nota más cómodo consigo mismo. Como quien se pone una camisa buena sin dejar de ser el mismo de siempre.

Lo arrancamos y… sorpresa: ni un ruido. El sistema híbrido entra en acción en modo eléctrico y te saca del aparcamiento como si fueras flotando. Extrañamente placentero. Es ese tipo de silencio que te hace bajar la radio para escuchar el mundo. Y ahí estaba Ibiza, despertando.

La primera parada fue en Las Salinas, un entorno natural que pide respeto y que, con un coche de combustión tradicional, casi da pena atravesar. Pero el Duster, en su versión híbrida, se mueve como si pidiera permiso. En tramos urbanos o a baja velocidad, va en eléctrico puro. Sin emisiones, sin gasolina, sin molestar. A nivel sensaciones, es como si Ibiza misma te dijera: “vale, puedes pasar”.

Cuando el camino se complica, el Duster se divierte
Tras la calma vino la tierra. Rumbo a Sal Rossa, nos adentramos en caminos de tierra, salpicados de charcos, arena y algún que otro bache de los que separan a los SUV de escaparate de los que valen para algo más. Y aquí, el Duster se quitó el traje ecológico y se puso las botas.

La suspensión tragona hizo que ni pestañeáramos al pasar por zonas que habrían puesto nervioso a más de un todoterreno de catálogo. La dirección se mantuvo firme, la altura al suelo ayudó a evitar roces, y el sistema híbrido se comportó con inteligencia: el motor térmico entraba solo cuando hacía falta, empujando con solvencia, mientras el sistema regenerativo recuperaba energía en las bajadas. Todo sin que tuviéramos que tocar un botón. Tecnología útil, sin postureo.

Y lo más bonito: hicimos todo eso gastando menos de 5,5 litros a los 100, con cero estrés y sin dejar un humo feo por el camino. Si esto no es evolución, no sé qué lo es.

Dentro, más coche de lo que esperas
Por dentro, el nuevo Duster no pretende competir con marcas premium, pero está muy por encima de lo que uno podría esperar de un coche con su precio. Los acabados han mejorado, el sistema multimedia va fluido y es compatible con todo lo que necesitas, y los asientos (¡gracias, Dacia!) no te dejan la espalda hecha polvo tras dos horas de ruta.

También hay detalles que demuestran que este coche está hecho para usarse de verdad: huecos donde deben estar, una guantera que no parece de juguete, y un maletero generoso que aguantó sin problema nuestras mochilas, equipo de vídeo y foto y hasta una neverita para el post-ruta.

El Dacia Duster Hybrid 140 no va de aparentar. Va de llegar. Y lo hace con una mezcla de eficiencia, sencillez y carácter que lo convierte en uno de esos coches que uno se imagina manteniendo durante años. No porque sea perfecto, sino porque es honesto. Porque sirve para ir al trabajo entre semana y escaparte a perderte el domingo. Porque lo arrancas sin pensar, pero te baja del coche con una sonrisa.

En Ibiza, entre salinas, tierra, caminos olvidados y playas escondidas, el nuevo Duster no solo pasó la prueba. Se ganó un lugar. Y en Fútbol Pitiuso lo decimos convencidos: no hace falta un coche caro para vivir una aventura. A veces, solo necesitas uno que esté dispuesto. Y este lo está.

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