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El Sant Antoni se marca una fiesta en El Prat

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Hay días en los que un equipo no solo gana un partido, sino que lanza una declaración de intenciones que retumba en todo el mapa. Y eso fue exactamente lo que hizo el Class Sant Antoni en El Prat: plantarse, apretar los dientes y montar una verbena baloncestística que acabó en paliza de escándalo. El marcador (58-87) no engaña a nadie. Fue un repaso con banda sonora de épica y sonrisas isleñas. La vuelta en Sa Pedrera pinta más a celebración que a batalla, pero cuidado, que esto es baloncesto y aquí nadie regala medallas.

Desde el salto inicial, los sanantonienses salieron con cara de pocos amigos. Y no porque tuvieran un mal día, sino porque sabían que este era el momento de poner la primera piedra del sueño: la Primera FEB. En tres minutos ya iban marcando territorio con un parcial que olía a dominación. El Prat intentaba sacarse las legañas, pero el vendaval portmanyí no perdonaba ni una. Zidek, ese gigante con mirada de francotirador, empezó a afilar la muñeca como quien afila cuchillos antes de un festín.

Y vaya si hubo festín. Laron Smith, con su físico de superhéroe y alma de gladiador, se dedicó a castigar a los interiores locales sin piedad. Llorca, con su clase de veterano callejero, y Mayo, ese tipo que no sabes por qué pero siempre aparece cuando quema la bola, completaban una función coral de esas que se disfrutan con los cinco sentidos. ¿La grada del Sant Antoni? Enloquecida. Algunos ya hablaban de reservar el bus para la siguiente ronda.

El Prat, mientras tanto, parecía atrapado en una pesadilla sin botón de pausa. Por momentos, reaccionaban, amagaban con meterse en el duelo, pero cada vez que asomaban la cabeza, venía el rodillo balear a recordarles quién mandaba en el parquet. Barrio, el estratega silencioso, movía el banquillo con la precisión de un director de orquesta: ni una nota fuera de lugar. Si había que parar el ritmo, lo hacía. Si tocaba acelerar, soltaba a los galgos. Y los galgos mordían.

Tercer cuarto. Momento crítico. Los locales apretaron, buscaron el milagro, se pusieron a diez. Pero los de Sant Antoni no son de los que se asustan fácil. Aguantaron, aguantaron… y cuando vieron la rendija, entraron como un rayo. Mayo metía libres con la tranquilidad de un franciscano y Smith seguía machacando como si el aro le debiera dinero. Y entonces apareció otra vez Zidek, que firmó un último cuarto de escándalo, con triples que olían a sentencia judicial. Qué barbaridad de jugador cuando se enciende.

Los últimos minutos ya fueron puro gozo ibicenco. El Prat se diluyó como un azucarillo en café caliente, sin respuestas, sin alma, sin plan. Otro triple, otro mate, otra defensa al límite. El marcador iba subiendo, la moral local cayendo en picado, y los de Sant Antoni… sonriendo. Porque sabían que habían hecho el trabajo sucio. Que el paso estaba dado. Que la orilla del ascenso está ahí, tan cerca que casi se puede tocar.

Ahora, con un +29 en el bolsillo, queda rematar la faena en casa. Y Sa Pedrera, ya se sabe, cuando huele a gloria se convierte en una caldera. El Prat necesitará un milagro bíblico. El Sant Antoni, con seguir igual, ya tiene medio pie en la última parada antes del paraíso. Esto no es solo un equipo que juega bien. Es un equipo que cree, que se gusta, que lo disfruta. Y cuando eso pasa… que se aparten los que no estén preparados para bailar.

Ficha técnica:

CB Prat (16+16+15+11): M. Peñarroya: (8), V. Isaac Onuetu (8), Q. Salvans (2), I. Ordóñez (4) y E. Suero (4) -equipo inicial-. S. Costa (2), M. Sesé (11), R. Martí (2), J. Nogués (6), T. Smallwood (5) y P. Carreño (6).

Class Bàsquet Sant Antoni (25+20+17+25): G. Gantt (8), L. Smith (16), A. Llorca (12), D. De la Rúa (6) y E. Arqués (4) -equipo inicial-. I. Mayo (10), S. Taiwo (9), J. Peris (1), R. Hayes, J. Zidek (18) y J. Llamas (3).

Árbitros: Israel Chacón Blázquez y Juan Jesús Betanzos García. Eliminaron, por cinco faltas personales, al jugador local Marc Peñarroya.

Incidencias: Partido de ida de los cuartos de final (segunda ronda) del ‘play-off’ de ascenso a Primera FEB, disputado en el Pavelló Joan Busquets de El Prat de Llobregat (Barcelona).

Las mejores imágenes del UD Ibiza-Alcorcón, con sabor a victoria y a Teka Tapa

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¡Atención, canallas del fútbol y del buen tapeo! Ya puedes disfrutar de las mejores imágenes del partidazo entre la UD Ibiza y el Alcorcón, gracias al patrocinio de Teka Tapa Ibiza, el local de tapas más sabrosón y con más rollo de toda la isla. Sí, ese sitio donde las cañas caen solas, el vermut entra suave y las patatas bravas tienen más picante que una rueda de prensa de Paco Jémez.

Fue una tarde mágica en Can Misses, con golazos, ambientazo y un equipo que ya huele a playoff. Y claro, no podía faltar nuestro fotógrafo pillando cada jugada, cada abrazo, cada grito de gol… y, ojo, cada cara en la grada. Porque si estuviste allí dándolo todo, es muy probable que salgas inmortalizado en plena euforia, en ese momento en el que te olvidaste del mundo y te abrazaste con el de al lado como si fuera tu primo de Cuenca.

Así que ya sabes: entra, busca, disfruta… y si te encuentras en una de las fotos, presume con orgullo y etiqueta a tu gente. Porque cuando el fútbol se vive así, con alma, pasión y unas tapas de escándalo esperando al salir, la vida sabe mucho mejor. Gracias, Teka Tapa Ibiza, por seguir apostando por el fútbol de verdad.

2-0. Davo vuelve con golazo y la UD Ibiza se mete en el playoff con una sonrisa de oreja a oreja

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Si hay algo que le gusta a la UD Ibiza es bailar al ritmo de la épica, y este sábado se montó su propia fiesta en Can Misses con dos goles, una grada entregada y un equipo que parece haber recuperado la alegría justo cuando más la necesita. El invitado al que no le quedó más remedio que aplaudir —aunque con cara de pocos amigos— fue el Alcorcón, que se marchó de la isla con dos goles en la mochila y cero puntos para el recuerdo.

La gran noticia del día fue ver a Davo, por fin, en el once inicial. Regresaba tras un calvario de esos que solo entienden los que se pasan semanas y semanas mirando partidos desde la grada con ganas de saltar al césped a la mínima. Y lo hizo a lo grande: con un taconazo de esos que deberían tener su propio emoji. Minuto 17, jugada trenzada entre Gallar, Zarzana y, claro, Davo. 1-0 y media grada abrazándose como si no hubiera mañana. ¡Qué manera de volver!

Eso sí, no todo fue calma ibicenca y daiquiris al sol. Antes del gol, el Alcorcón se atrevió a asustar. Rayco, que parece tener un resorte en el cuello, cabeceó al larguero en una acción que dejó al estadio con el corazón a punto de pedir un descanso. Ramón Juan respiró hondo, como todos, y se preparó para lo que venía.

Y lo que venía era una segunda parte con una UD Ibiza mucho más suelta, confiada y con ganas de cerrar el chiringuito cuanto antes. Y lo hizo con otro tanto, esta vez de Monju, que aprovechó un córner botado con cariño por Gallar para cabecear como si le hubieran prometido una paella entera si marcaba. Ni saltó. Ni falta que hizo. 2-0, el público en pie y Paco Jémez pidiendo calma pero con una sonrisa que le delataba.

Hubo polémica, claro. Esto es fútbol. Una mano de Rentero dentro del área que olía a penalti desde Ibiza hasta la península, pero el árbitro, que seguramente dejó las lentillas en casa, decidió mirar para otro lado. Lo bueno es que la Udé se desquitó rápido: gol al canto y a otra cosa.

La nota amarga del partido llegó cuando Gallar pidió el cambio por lesión. Domènech entró al rescate, pero habrá que cruzar los dedos para que lo de Gallar no sea más que un susto de esos que se curan con hielo y un buen descanso.

Con el trabajo hecho, el partido entró en esa fase donde el reloj avanza más lento que los lunes por la mañana. Davo, que lo dio todo, se fue ovacionado, igual que Olabe. Jémez aprovechó para mover el banquillo, dar minutos, y empezar a pensar ya en lo que se viene: el playoff.

Y así, sin estridencias pero con mucha clase, la UD Ibiza se metió en la pelea por el ascenso. Con goles, con entrega, y con esa sensación de que, si siguen así, van a dar mucha guerra. Y que siga la fiesta.

En Can Misses se corre con hambre: el Meeting Toni Bonet abre la jaula de las fieras

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En Ibiza no hay primavera. Hay un salto directo a lo salvaje. Lo saben bien los que pisan el tartán del Sánchez y Vivancos con la mirada afilada y los gemelos tensos como cables de alta tensión. Mañana, desde las cinco de la tarde, no se hablará de playa, ni de DJs, ni de brunchs para turistas deshidratados. Lo que habrá en Can Misses será otra cosa: pura necesidad de correr, de volver, de demostrar.

Esto no es un meeting al uso. Aquí nadie viene a trotar. Se viene a ponerse a prueba, a medir hasta qué punto el cuerpo responde y cuánto falta para que esté al nivel de lo que viene después. Y lo que viene después no es moco de pavo.

Quique Llopis tiene cara de que no le gusta perder ni a las canicas. Viene con 13.36 en la mochila, recién traído de China, y con la intención de usar el viento ibicenco como trampolín para su gran objetivo: septiembre, Mundial, Tokio. No le interesa tanto la marca de mañana como la sensación. Si al acabar se le hinchan los pulmones y le pican las piernas, sabrá que va por buen camino.

Pero claro, enfrente estará Asier Martínez, que no se dejó ni un pelo en el cepillo desde que decidió tomarse esto en serio. El navarro no es precisamente simpático cuando pisa la pista. Competitivo hasta la médula, quiere repetir lo que casi logra aquí hace un año: salirse de la tabla y recordar a todos que la élite no se negocia, se impone. Mañana habrá duelo, sí, pero también algo más: un cruce de caminos entre dos tipos que no han venido a saludar.

El atletismo, a veces, es injusto. Te quita sin avisar. Una lesión y desapareces del mapa. Pero también tiene memoria, y cuando alguien como María Vicente vuelve a pisar una pista tras catorce meses fuera, se nota en el ambiente. No hace falta ni que salte. Basta con verla calentar para que el público se enderece en la grada.

No viene a marcar, viene a reconocerse. A probarse en vallas y en longitud. A ver si su cuerpo y su cabeza vuelven a bailar la misma música. Y aunque haya Mundial en el horizonte, ahora mismo solo importa una cosa: sentir que está de nuevo en casa. Porque eso es lo que tiene Ibiza: que te abraza cuando más lo necesitas.

Lucía Pinacchio no necesita discursos. Su forma de correr dice todo lo que hace falta. Va de menos a más, como si llevara una bomba de relojería en las piernas. En los 800 no hay margen para equivocarse, y ella lo sabe. El año pasado enseñó los dientes, y este año parece que ha vuelto con más hambre todavía. No hay drama ni épica, solo una chica decidida a meter miedo en la última curva.

El resto, puro regalo

Hay otras pruebas, claro. Hay salto, hay velocidad, hay jóvenes que quieren ganarse un sitio y veteranos que todavía tienen algo que decir. Pero el foco está bien repartido. Porque el Meeting Toni Bonet va de pulsos acelerados, de competir sin maquillaje, de dejarse algo en la pista.

Aquí no se va a hablar de “postales con encanto” ni de “marcos incomparables”. Basta. Ibiza es mucho más que eso, y lo demuestra organizando un meeting con identidad, sin pretensiones vacías. Se celebra el 50 aniversario del Club Atletisme Pitius, pero esto no es una fiesta. Es una cita seria. Bien organizada, con cariño, pero también con exigencia. Se nota que hay gente que se deja la piel para que esto funcione.

Y eso es lo que convierte al Meeting Toni Bonet en lo que es: no un evento más en el calendario, sino un punto de encuentro necesario. Donde el atletismo se sacude la rigidez de los grandes estadios y se permite ser de verdad.

Con el fuego en la mirada y la grada en la espalda: Sant Antoni se lanza al asalto del Prat

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Hay partidos de baloncesto… y luego están estas movidas. El Class Bàsquet Sant Antoni se planta este sábado en el Joan Busquets con la mecha encendida, la moral por las nubes y el objetivo entre ceja y ceja: dar el primer golpe en esta serie a cara de perro contra el CB Prat. Ya no hay red, no hay redención. O ganas, o te vas a casa a comerte los highlights de los demás.

Los de David Barrio llegan en llamas, como un tirador con la muñeca on fire. Vienen de fundir plomos a base de defensa agresiva y transiciones letales frente al Iraurgi. Esa eliminatoria la pasaron como quien se come un bocata en el banquillo. Pero ahora toca bailar con una pareja que no perdona una mala rotación: el Prat, que no será cabeza de cartel, pero tiene un fondo de armario de esos que dan miedo.

Y es que este duelo ya viene con historia. En la fase regular hubo ‘toma y daca’: el Prat asaltó Sa Pedrera con sigilo y sangre fría, pero los pitiusos se la devolvieron con creces en Llobregat. Nadie olvida. Los dos equipos se conocen de memoria, y eso lo hace más sucio, más físico, más mental. Aquí no basta con tirar bien o tener pizarra, hay que ser más perro que el rival.

La clave del Prat está en su perímetro, que no perdona. Tienen dinamita con nombre propio: Peñarroya, Costa, Carreño… tipos que si les das medio segundo te enchufan un triple en la cara y se giran como si nada. Encima cuentan con un arsenal interior que mezcla músculo y talento: Ordóñez, Oneutu, Smallwood. Para Barrio, el scouting no ha sido precisamente una tarde relajada viendo vídeos. Esto es un equipazo que no necesita presentación.

Pero ojo, porque el Class tampoco es un grupo de amateurs. Este equipo ha madurado como un buen base: ya no corre por correr, elige el momento, aprieta en defensa cuando huele sangre, y castiga en ataque como un veterano que se las sabe todas. La idea es clara: reventar el ritmo del Prat, dominar los tableros y forzar el error desde la presión constante. Si les dejas pensar, te pintan la cara.

El Pabellón Joan Busquets será una caldera, seguro, pero a estos portmanyins no les tiemblan las manos. Ya han demostrado que saben ganar fuera, que no necesitan el calor de Sa Pedrera para morder. Van a muerte. Lo saben ellos, lo sabe Barrio y lo saben los que llevan semanas con el calendario marcado en rojo.

Esto no va de favoritos, va de carácter. Y si algo ha demostrado este Sant Antoni, es que carácter le sobra. La eliminatoria es a 80 minutos, sí, pero si este sábado logran ponerle una piedra en el zapato al Prat, la vuelta en Ibiza puede ser una fiesta. De esas con confeti, abrazos sudados y olor a ascenso en el aire.

La batalla empieza ya. Y como dicen en las canchas: aquí se viene a ganar o a sudar sangre.

Y que nadie piense que el Sant Antoni va a jugar solo en territorio enemigo. Más de un centenar de fieles portmanyins se han subido al carro —y al ferry, y al bus, y a lo que haga falta— para acompañar al equipo en esta cruzada catalana. Serán pocos en número comparados con el rugido del Joan Busquets, pero su aliento vale por mil. Van con bombos, gargantas afiladas y el corazón a ritmo de contraataque. Porque cuando el partido se atasque, cuando las piernas pesen y las luces aprieten, esos locos de la grada serán el sexto hombre. Y eso, en un ‘play-off’, puede valer medio ascenso.

Entre las dudas del presente y la sombra del “casi”

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Hay ruedas de prensa que no se limitan a los titulares. A veces, lo que realmente importa no se encuentra en las frases preparadas, sino en el poso de sinceridad que deja un técnico cuando, más allá de lo táctico, se desnuda emocionalmente ante los micrófonos. Eso fue lo que ocurrió con Paco Jémez en la previa del duelo de esta tarde (16:00 horas) ante el Alcorcón, un encuentro decisivo para calibrar las opciones reales de la UD Ibiza en su pulso por el playoff. No habló solo del rival, ni del planteamiento. Habló de frustración, de desgaste, de una temporada que ha dejado más heridas que sonrisas.

La UD Ibiza llega a la recta final del campeonato en tierra de nadie: sin el premio del liderato, pero con la ilusión encendida de colarse en los playoffs por la vía del segundo puesto. Una lucha que, según su entrenador, no debería haberse complicado tanto si el equipo hubiese evitado tropiezos contra los más débiles del calendario. Una autocrítica poco habitual en tiempos donde el discurso triunfalista suele imponerse, pero que refleja con crudeza la realidad del conjunto celeste: un equipo capaz de lo mejor y lo peor, pero que ha regalado demasiado.

La semana fue caótica. Un viaje de regreso que se convirtió en odisea, con vuelos cancelados y cansancio acumulado. Entrenamientos a medio gas, sesiones de recuperación más psicológica que física, y un vestuario que sigue intentando recomponerse tras cada contratiempo. No es la mejor antesala para medirse a un Alcorcón que, lejos del ruido de la clasificación, llega sin urgencias pero con ese aire de amenaza silenciosa que tienen los equipos liberados.

Y es que, como bien analizó Jémez, cuando un rival ya no se juega nada, puede jugarlo todo. Sin presión, sin ansiedad, sin el vértigo del descenso. El Alcorcón ha cambiado desde aquel primer cruce: nuevos nombres, otra filosofía, menos pelotazo y más balón al pie. Es el tipo de rival que obliga a la UD Ibiza a madurar sus ataques, a no precipitarse. La pausa, ese elemento tan olvidado en los partidos a vida o muerte, será clave si los ibicencos quieren hacer daño en campo contrario.

En ese contexto, el técnico optó por cerrar la persiana de su alineación. Se acabaron las pistas, se acabó el juego de mostrar las cartas antes de tiempo. Una decisión más emocional que estratégica, un reflejo del hartazgo de quien ha sentido que ha dado más información de la que recibió en otras plazas. En el fondo, una anécdota más de un año agotador.

Pero quizá lo más punzante fue su mirada hacia la grada. El eco constante de un Can Misses que no siempre ruge como debería, de una afición que aparece y desaparece como la marea. Jémez no lo dijo con rencor, sino con una mezcla de resignación y deseo: el deseo de ver el estadio como en las grandes noches, el deseo de que el esfuerzo de sus jugadores no se pierda en la indiferencia. Porque, si algo ha tenido este grupo, según su entrenador, es compromiso. Aunque no haya sido suficiente para ser primeros, ha sido heroico para no hundirse.

El próximo duelo ante el filial del Atlético será otra final, pero antes hay que sumar frente al Alcorcón. Y no se trata solo de puntos. Se trata de recuperar sensaciones, de encender una chispa que despierte a la isla. Porque si algo dejó claro esta semana el banquillo celeste es que no hay fórmulas mágicas, pero sí una certeza: o se empuja todos juntos, o el sueño se apaga en silencio.

La Penya Independent se mete en el playoff a lo bestia

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¿Qué pasa cuando juntas una grada con hambre de gloria, una tarde de fútbol aplazada con sabor a sentencia y un equipo que lleva todo el año dando guerra? Pues pasa esto: la Penya Independent se mete en el playoff de ascenso a Segunda RFEF por la puerta grande, sin llamar, tumbando la puerta de una patada y bailando sobre las ruinas del Campos (6-0), que se ha llevado el rapapolvo del año en Sant Miquel de Balansat.

El partido no se jugó este finde. ¿Y qué? La fiesta no entiende de horarios. Esta tarde, en cuanto sonó el silbato, los de Ramiro González salieron como si llevaran pólvora en las botas. ¡Vaya barbaridad! El Campos no sabía si defender, rezar o pedir el cambio. Pero da igual, porque la Penya no perdona ni en el calentamiento.

Leo, ese delantero con cara de no haber roto un plato y alma de asesino del área, se sacó un hat-trick de manual, con definición, olfato y mala leche de la buena. Tres veces besó la red y tres veces la grada se volvió loca. ¡Y aún hubo tiempo para más!

Billy, otro que no se anda con chiquitas, se apuntó un doblete para enmarcar, de esos que hacen que el portero rival quiera pedir traslado a Preferente. Y como guinda al pastel, Dani Reales, ese que siempre aparece cuando hay que romper defensas, se sumó al festival con su golito. ¡Una fiesta, vamos!

Pero esta película no empieza hoy. Esto viene de largo. Ramiro González ha construido un ejército con alma de barrio y fútbol de quilates. La Penya ha sido una roca en casa, una pesadilla fuera y un equipo que juega con los dientes apretados y el cuchillo entre los dientes. No hay poses de estrella, aquí se curra, se corre y se muerde. Y si se puede, se golea. Como hoy.

Esta clasificación para el playoff, a falta de una jornada, no es casualidad. Es el premio a una temporada de mucho sudor, mucho grito desde el banquillo y mucho fútbol del bueno. Ramiro, que tiene más fútbol en la cabeza que muchos en las piernas, ha gestionado el vestuario como un maestro del ajedrez con sangre caliente. Y el equipo ha respondido: solidez atrás, verticalidad en el medio, pólvora arriba y un hambre de lobo ibicenco.

Ahora, con el pase sellado y la moral por las nubes, la Penya apunta a la Segunda RFEF como quien mira un filete después de un mes a dieta. Y cuidado, que cuando esta gente se lo propone… más de uno acaba lamentando haber cruzado el Mediterráneo.

Adiós al caucho en Sant Josep, hola al fútbol del futuro

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Esta semana ha empezado un pequeño cambio en Sant Josep que, aunque pueda parecer menor, dice mucho de hacia dónde vamos. El campo de fútbol municipal ha cerrado temporalmente sus puertas para dar paso a unas obras necesarias: se va a sustituir la vieja alfombra de césped artificial por una nueva, completamente libre de relleno de caucho.

Quien haya jugado o pasado por ahí en los últimos años sabrá que el estado del terreno ya pedía relevo. La superficie estaba desgastada, con zonas donde el césped apenas conservaba su forma, y eso no solo afectaba al juego, también aumentaba el riesgo de lesiones. Lo que ahora se pone en marcha no es solo una renovación estética, sino una mejora pensada para quienes pisan ese campo a diario, ya sean niños que empiezan o veteranos que no faltan a su partido de los jueves.

La nueva instalación no tendrá ese típico caucho negro que se colaba por las zapatillas y acababa en las mochilas, en los coches o en casa. Pero más allá de la incomodidad, hay una razón de peso: el caucho se descompone en partículas que terminan en el suelo y en el agua, y la Unión Europea ya ha puesto fecha para su retirada obligatoria. En Sant Josep, se han adelantado.

Se trata del primer campo de fútbol de Baleares con un sistema completamente sin relleno, lo cual convierte esta obra en algo más que un simple cambio de césped. Es un paso hacia un modelo más limpio, que busca reducir el impacto ambiental sin renunciar a las condiciones óptimas para la práctica del deporte.

El Ayuntamiento calcula que los trabajos durarán alrededor de un mes. Mientras tanto, el campo queda en silencio. No habrá entrenamientos, ni partidos, ni gritos de gol por un tiempo. Pero el parón tiene sentido. Porque cuando se vuelva a abrir, no solo se estrenará una superficie más segura y moderna, también se habrá dado un paso real —y nada simbólico— hacia un deporte más responsable.

Zarzana, motor de ilusión en el tramo final

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El jugador de la UD Ibiza Antonio Zarzana ha encontrado su momento. Tras una temporada marcada por la incertidumbre, las lesiones y los partidos desde el banquillo, el extremo andaluz ha vuelto al once titular con fuerza y determinación. Tres partidos consecutivos como titular han servido para confirmar que su fútbol no se había ido, solo esperaba su oportunidad.

Su implicación ha sido total. En un equipo que todavía pelea por acabar lo más arriba posible, Zarzana representa esa mezcla de talento y trabajo que define a quienes no se rinden. A falta de tres jornadas para el final de la liga regular, la escuadra celeste mantiene la esperanza del play-off viva, aferrada al compromiso de una plantilla que no mira atrás.

El de Jerez ha sido clave en los últimos encuentros. A pesar de que el partido en Huelva no fue brillante en ataque, su esfuerzo y el del resto del equipo evitaron la derrota ante un Recreativo que exigió al máximo. No hubo grandes ocasiones, pero sí una entrega absoluta. Para Zarzana, ese empate fue un punto de oro, no por el juego, sino por lo que transmitió el grupo cuando el partido se complicó.

La categoría es dura, imprevisible, y lo han comprobado en cada jornada. No hay rival fácil, y los equipos de la zona baja han sabido cerrar espacios y dificultar el juego asociativo de la UD Ibiza. Aun así, el equipo ha mantenido su propuesta, basada en el toque, en la calidad individual y en la lectura colectiva del juego. Zarzana ha sabido adaptarse a ese contexto, ofreciendo desborde desde ambas bandas y sumando recursos cuando el partido lo exige.

En el vestuario, la consigna es clara: quedan tres finales, y la primera es la del sábado. Nadie quiere hacer cálculos ni pensar más allá del próximo rival. El Alcorcón se presenta como una nueva piedra en el camino, pero también como una oportunidad para seguir creciendo. No hay miedo a la presión, solo hambre de fútbol, de competir, de demostrar que este equipo aún tiene mucho que decir.

Zarzana forma parte de ese espíritu. Su regreso al once ha coincidido con un tramo de la temporada en el que la UD Ibiza necesita convicción y energía. Él aporta ambas cosas. Sabe lo que hay en juego y lo vive con naturalidad, con la madurez de quien ha aprendido a esperar sin perder la fe.

Mientras tanto, la afición se convierte en el combustible emocional del equipo. Cada vez que Can Misses se llena, el equipo se transforma. Zarzana lo sabe bien. No se trata solo del ruido, sino de la conexión. Esa energía que llega desde la grada en los momentos clave, cuando el partido se atasca o las piernas pesan. En esos instantes, sentir el respaldo del público marca la diferencia.

Ahora, con el tramo final por delante, todo el equipo se alinea con un mismo objetivo: sumar los nueve puntos que restan y llegar al play-off en el mejor estado posible. Zarzana, desde su posición en el campo y su compromiso fuera de él, representa a la perfección el espíritu de un vestuario que no ha dejado de creer.

El Santa Eulària Marathon ya tiene fecha para 2026

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Hay carreras que se corren con las piernas… y otras que se corren con el corazón. El Santa Eulària Ibiza Marathon es de esas que se sienten desde el primer paso. No importa si eres veterano de maratones o si apenas estás empezando, porque aquí lo que cuenta no es el crono, es la experiencia. Y ya hay fecha para la próxima: 18 de abril de 2026. Guárdala. Porque no es solo un evento deportivo. Es un regalo.

Lo de este 2025 fue, simplemente, mágico. Una marea de más de 6.000 almas, cada una con su historia, su mochila emocional, sus miedos y sus ganas, llenó de vida la isla blanca el pasado 12 de abril. Vinieron de todas partes: de aquí, de allá, de más allá. Unos buscando superarse, otros simplemente buscando sonreír. Y todos encontraron lo mismo: una carrera que va mucho más allá del asfalto.

Es difícil explicar con palabras lo que se vive en Ibiza ese día. Las vistas quitan el aliento, sí. Correr junto al mar, con ese sol que acaricia más que quema, es un lujo. Pero lo que realmente te toca es el ambiente. Los ánimos desde los balcones, la música en cada esquina, los abrazos de desconocidos en la meta. Es como si la isla entera te empujara hacia adelante, como si te dijera: “Tú puedes, sigue, esto lo estás haciendo para ti”.

Y es que correr aquí no es una prueba. Es un homenaje. A tu cuerpo, a tu mente, a todo lo que superaste para estar en la línea de salida. Desde los que se enfrentan a los 42 kilómetros con una mezcla de respeto y valentía, hasta quienes prefieren los 22K o los 12K. Incluso los más pequeños, que en la carrera infantil corren como si el mundo les quedara grande y pequeño a la vez.

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