Sergio Cirio: la leyenda que nunca se quitó la camiseta

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En Ibiza hay jugadores que se recuerdan. Y luego está Sergio Cirio. Él no se recuerda. Él se siente.

Es imposible hablar de la UD Ibiza sin que su nombre aparezca, aunque nadie lo mencione. Porque hay figuras que no necesitan presentación: basta con pisar el césped, mirar el banquillo o cruzarse con un chaval de la cantera para notar que su legado sigue ahí, latiendo con cada pase y cada mirada de complicidad dentro del club.

Cirio llegó cuando el club todavía soñaba con ser algo más que una ilusión. Y él, sin estridencias, sin discursos, simplemente se convirtió en el alma del equipo. Máximo goleador, capitán silencioso, líder sin imponer. Cada gol suyo no era solo una celebración: era una promesa. La promesa de que este escudo podía aspirar a todo. Y lo hizo.

Pero lo que realmente hace grande su historia no es lo que hizo con el balón en los pies, sino lo que decidió hacer cuando lo dejó. Porque muchos se van cuando termina el último aplauso. Él eligió quedarse. No para mirar atrás con nostalgia, sino para construir lo que viene.

Desde el banquillo del filial empezó una nueva etapa. La del mentor, la del formador, la del que acompaña sin robar protagonismo. Y ahora, con la llegada de Miguel Álvarez al primer equipo, Cirio da un paso más: se convierte en su asistente en el cuerpo técnico de la UD Ibiza.

Una evolución natural para alguien que conoce el club por dentro, que lo ha sentido en la piel, en la grada y en el vestuario. Lo que aporta no se mide en pizarras ni en apps de análisis. Es otra cosa. Es intuición, es temple, es memoria viva. Cirio lleva en su mirada los ascensos, las derrotas que duelen más por dentro que en la tabla, los abrazos con la grada, el silencio del vestuario después de una batalla… Lleva la historia reciente del club escrita en el cuerpo.

El vestuario lo respeta porque saben que antes que entrenador fue compañero. Y el club confía porque saben que antes que referente fue ejemplo. Y si los aficionados lo sienten tan cerca, es porque Sergio Cirio nunca dejó de ser uno de ellos, solo que con la camiseta sudada y el alma siempre encendida.

Hoy, no entra al campo como jugador. Pero cada vez que la UD Ibiza salta al césped, hay algo de Cirio que juega con ellos. Y ahora, desde el cuerpo técnico del primer equipo, será parte activa del nuevo proyecto que empieza con Miguel Álvarez al frente.

Porque hay camisetas que uno no se quita nunca. Solo cambia de lugar para seguir defendiéndolas mejor.

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