Este sábado hay lío en Sant Antoni. Y no un lío cualquiera, sino uno de esos que se cuentan con los pelos de punta y voz ronca de tanto gritar. El Class Bàsquet Sant Antoni tiene una misión suicida entre ceja y ceja: levantar 22 puntos a un Melilla que en la ida les pasó por encima como un bulldozer sin frenos. ¿Misión imposible? A otros con eso. Esto es basket, baby. Y en Sa Pedrera, cuando huele a sangre, el balón quema y los corazones laten a ritmo de triple.
Los de David Barrio no vienen a jugar. Vienen a sudar, a dejarse el alma, a romper la lógica y a escribir una de esas páginas que los nostálgicos del parquet recordarán con una cerveza en la mano dentro de veinte años. Porque sí, el partido en Melilla fue un puñetazo en la mandíbula. De esos que te mandan a la lona. Pero este equipo se levanta. Siempre. Porque los portmanyins tienen más orgullo que presupuesto y más garra que excusas.
Sa Pedrera va a ser una olla a presión. Y quien no venga, que no venga luego con cuentos. Aquí no se pide apoyo con florecitas. Aquí se pide que vengas a dejarte la garganta. Que animes como si no hubiera mañana. Que seas el sexto hombre. El séptimo. El octavo si hace falta. Que el parquet tiemble y las gradas suden. Que el Melilla sienta que ha viajado al mismísimo infierno y que de ahí no sale vivo.
David Barrio lo tiene claro: es el último baile. El cierre de una temporada bestial, con récords, con gloria y con heridas. Pero también con una afición que ha estado siempre. Y ahora es cuando más se necesita. Si alguien quiere ascender, que lo demuestre. Que meta la mano en el barro. Que defienda con los dientes. Que coja ese rebote como si fuera el último plato de comida en la isla. Que se tire al suelo, que se parta la cara, que lo dé TODO. Porque eso es el Class. Porque eso somos.
Y ojo, que no se despisten los visitantes. Que fuera de casa se desinflan como balón de playa en invierno. Y en Sa Pedrera no se regala nada. Aquí se suda cada punto. Aquí, para ganar, hay que morir varias veces. Y el Class ya está acostumbrado a resucitar.
Después habrá fiesta. Himno nuevo, Canallas del Guateke, bailoteo y alegría. Pero antes hay guerra. De la bonita. De la que se gana con alma y con sangre en las rodillas. Así que afición, pon el hombro. Coge tu camiseta negra, pinta la cara, calienta la voz y ven a rugir como nunca.
El ascenso está lejos, sí. Pero la historia, esa se escribe en noches como esta. Y si alguien puede hacerlo, ese es el Class.