La mañana en Can Misses dejó algo más que un marcador favorable. Dejó una sensación clara: la UD Ibiza empieza a respirar diferente. El equipo celeste volvió a abrazar la victoria con un juego práctico, inteligente y, sobre todo, cargado de señales positivas.
Sin necesidad de exhibirse, el conjunto de Miguel Álvarez mostró una versión más reconocible, con más aplomo en campo rival y una mejor lectura del partido en momentos clave. El nuevo técnico apenas lleva unos días al frente, pero ya se intuyen algunos matices: orden en las transiciones, compromiso colectivo y una apuesta por jugadores capaces de dar continuidad al juego cuando el equipo más lo necesita.
El primer tiempo fue notable, con un Ibiza decidido a llevar la iniciativa. Supo manejar los ritmos y golpear cuando tocaba. En la segunda mitad, pese a algunas imprecisiones, el equipo mantuvo el tipo y supo aprovechar los espacios dejados por un Algeciras volcado al ataque. Ahí fue determinante la intervención desde el banquillo: los cambios ofrecieron soluciones, frescura y velocidad. La entrada de futbolistas con buen pie permitió recuperar el balón y enfriar el impulso rival.
Los goles llevaron firma propia: Davo, Fran Castillo y Sofiane aprovecharon su momento y respondieron con eficacia. Pero más allá de las estadísticas, lo destacable fue la actitud. Jugadores comprometidos en defensa, generosos en el esfuerzo y decididos en campo contrario. Se empieza a percibir una mentalidad más firme, más unida.
Miguel Álvarez valoró el triunfo con mesura, consciente de que el camino es largo, pero no ocultó su satisfacción por el trabajo del grupo. Este primer paso no solo suma en la tabla: refuerza la confianza interna, da tranquilidad y permite trabajar desde un lugar más sereno.
La UD Ibiza necesitaba una jornada así. Un partido que devolviera algo de luz tras semanas irregulares. Y aunque quedan aspectos por pulir, lo importante es que el equipo vuelve a creer. El nuevo ciclo ha comenzado con buen pie, y esa, por ahora, es la mejor noticia.
