La UD Ibiza se despide entre lágrimas al ver escapar el sueño del ascenso

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El cielo de Can Misses se vistió de gala, pero la tarde terminó envuelta en sombras. La UD Ibiza, que soñaba con una remontada épica ante su afición, se despidió del sueño del ascenso con un silencio que dolía más que cualquier pitido final. El Andorra, sin alardes pero con un plan claro, firmó su billete a la final del ‘play-off’ y dejó a los celestes con las manos vacías, el corazón roto y una sensación amarga de déjà vu.

No faltó ambiente, ni ilusión. Desde temprano, la grada se tiñó de esperanza, como si el empuje de la isla pudiera mover montañas. Pero en el césped, la historia fue otra. El equipo de Paco Jémez, valiente en la intención pero errático en la ejecución, volvió a chocar contra el muro andorrano. Ni el aliento del público ni el deseo colectivo bastaron para derribar una eliminatoria que ya estaba cuesta arriba tras el 2-0 de la ida.

El guion, cruel y caprichoso, se escribió con tinta azul celeste, pero las páginas las pasó el Andorra. Y cuando Bebé tuvo en sus botas el giro de la trama, el destino decidió girar hacia otro lado. Corría la primera parte cuando el atacante se plantó ante la oportunidad dorada: un penalti para agitar la eliminatoria y devolver la vida al sueño ibicenco. Pero su disparo, potente pero previsible, se estrelló en la inspiración de Ratti, un portero que se convirtió en héroe visitante y verdugo de Can Misses.

La UD Ibiza no bajó los brazos, pero tampoco encontró respuestas. Intentó abrir el campo, apretó en la presión y buscó por tierra y aire una rendija en la defensa rival. Pero cada intento moría entre dudas, disparos centrados o decisiones precipitadas. Y en el fútbol, como en la vida, las oportunidades perdidas rara vez llaman dos veces.

El gol del Andorra, frío como un puñal, llegó por donde más duele: un error propio. Bebé, protagonista involuntario de la tarde, se complicó en una salida y dejó un balón muerto que Lautaro no perdonó. El 0-1 fue más que un tanto: fue el final anticipado, el golpe que dejó sin aire a un equipo que ya tenía poco margen.

Quedaba media hora por delante, pero el reloj ya no marcaba tiempo sino resignación. Los intentos del Ibiza fueron más desesperación que estrategia, más empuje que convicción. Y aunque no se rindieron, nunca pareció posible la remontada. No con ese peso en las piernas ni esa falta de claridad en los últimos metros.

Al final, el marcador global de 0-3 resumió una eliminatoria en la que la UD Ibiza no logró marcar ni un solo gol. Pero el verdadero drama no está en los números, sino en la sensación de que esta plantilla, este club, este estadio… merecían algo más.

Ahora llega el tiempo de la reflexión. Porque lo que dolió en Can Misses no fue solo la eliminación, sino el eco de una temporada que prometía más de lo que terminó ofreciendo. Una vez más, el objetivo del ascenso se esfuma en la orilla, dejando preguntas abiertas y una afición fiel que vuelve a quedarse esperando.

El fútbol, tan generoso a veces, puede ser implacable cuando se combinan la falta de puntería, los errores groseros y un rival que sabe exactamente a lo que juega. Esta vez, la moneda cayó del lado de Andorra. Y la UD Ibiza, una vez más, tendrá que levantarse desde el suelo.

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