¿Qué pasa cuando juntas una grada con hambre de gloria, una tarde de fútbol aplazada con sabor a sentencia y un equipo que lleva todo el año dando guerra? Pues pasa esto: la Penya Independent se mete en el playoff de ascenso a Segunda RFEF por la puerta grande, sin llamar, tumbando la puerta de una patada y bailando sobre las ruinas del Campos (6-0), que se ha llevado el rapapolvo del año en Sant Miquel de Balansat.
El partido no se jugó este finde. ¿Y qué? La fiesta no entiende de horarios. Esta tarde, en cuanto sonó el silbato, los de Ramiro González salieron como si llevaran pólvora en las botas. ¡Vaya barbaridad! El Campos no sabía si defender, rezar o pedir el cambio. Pero da igual, porque la Penya no perdona ni en el calentamiento.
Leo, ese delantero con cara de no haber roto un plato y alma de asesino del área, se sacó un hat-trick de manual, con definición, olfato y mala leche de la buena. Tres veces besó la red y tres veces la grada se volvió loca. ¡Y aún hubo tiempo para más!
Billy, otro que no se anda con chiquitas, se apuntó un doblete para enmarcar, de esos que hacen que el portero rival quiera pedir traslado a Preferente. Y como guinda al pastel, Dani Reales, ese que siempre aparece cuando hay que romper defensas, se sumó al festival con su golito. ¡Una fiesta, vamos!
Pero esta película no empieza hoy. Esto viene de largo. Ramiro González ha construido un ejército con alma de barrio y fútbol de quilates. La Penya ha sido una roca en casa, una pesadilla fuera y un equipo que juega con los dientes apretados y el cuchillo entre los dientes. No hay poses de estrella, aquí se curra, se corre y se muerde. Y si se puede, se golea. Como hoy.
Esta clasificación para el playoff, a falta de una jornada, no es casualidad. Es el premio a una temporada de mucho sudor, mucho grito desde el banquillo y mucho fútbol del bueno. Ramiro, que tiene más fútbol en la cabeza que muchos en las piernas, ha gestionado el vestuario como un maestro del ajedrez con sangre caliente. Y el equipo ha respondido: solidez atrás, verticalidad en el medio, pólvora arriba y un hambre de lobo ibicenco.
Ahora, con el pase sellado y la moral por las nubes, la Penya apunta a la Segunda RFEF como quien mira un filete después de un mes a dieta. Y cuidado, que cuando esta gente se lo propone… más de uno acaba lamentando haber cruzado el Mediterráneo.