A veces el fútbol no avisa. A veces simplemente arrasa. Y este domingo, en Manacor, lo que ocurrió fue eso: una tormenta sin previo aviso, una Peña Deportiva desatada que se llevó por delante al que hasta entonces era el líder intocable. Cinco goles, cero respuestas. Una manita que no solo vale tres puntos, sino que cambia por completo el paisaje de la liga.
El partido duró lo que tardó Montori en marcar el primero. Apenas habían pasado dos minutos y el delantero ya celebraba, mientras la defensa local intentaba entender por dónde se les había colado. Ese gol, tan tempranero, fue un disparo al corazón del Manacor, que no encontró nunca el pulso del encuentro. Y cuando quiso reaccionar, ya era tarde.
La Peña olió el miedo. Se hizo dueña del balón, del ritmo y del campo. A los 24 minutos llegó el segundo, desde los once metros, obra de Salinas. Penalti claro y ejecución sin temblores. Era el 0-2, pero el vendaval no se detuvo. Montori volvió a aparecer al filo de la media hora para firmar el tercero, y antes del descanso Salinas hizo doblete. Cuatro goles en 40 minutos. La Peña no solo estaba ganando, estaba dando una lección.
El Manacor, superado en cada rincón del campo, no encontraba respuestas. El bloque que hasta ahora había sido compacto y fiable parecía desbordado, como si no reconociera su propio estadio. Ni el banquillo, ni los cambios, ni el orgullo. Nada funcionó. La Peña, en cambio, jugaba como si se tratara de una final.
El quinto, obra de Nico tras el descanso, fue ya casi una cuestión simbólica. El broche a una tarde perfecta para los de Santa Eulària. Sin concesiones, sin bajar el ritmo, sin piedad. Porque en partidos así, además del resultado, se mide el hambre. Y la Peña demostró que tiene más que nadie.
Con este triunfo, los de la Villa del Río se colocan líderes por primera vez en lo que va de temporada. Pero más allá de la clasificación, lo que deja esta jornada es una sensación clara: la Peña ha dado un golpe encima de la mesa. Y lo ha hecho lejos de casa, contra el rival más fuerte y con un marcador que duele.
El Manacor, pese a tener aún un partido por disputar, tendrá que levantarse. La derrota es dura, pero también reveladora. Porque hay tropiezos que escuecen, y hay otros que obligan a mirar dentro. El de hoy, sin duda, es de los segundos.