Nadie había llegado en la isla tan lejos como el Ibiza. La Segunda B ha sido históricamente el techo de cristal del fútbol ibicenco. Hasta la fecha ningún equipo insular se había clasificado para el playoff de ascenso a Segunda A. El único precedente es la promoción que jugó, desde Tercera División porque entonces no se había creado la división de bronce, la extinta Sociedad Deportiva Ibiza en la temporada 1966/67 (cayó en segunda ronda contra el Lugo). Después, la mayoría de incursiones de equipos ibicencos en Segunda B tuvieron como objetivo la permanencia. A veces se conseguían, otras no. Acercarse a la zona noble parecía una quimera, pero el club que preside Amadeo Salvo subió al tercer escalón del fútbol nacional dispuesto a romper todos los moldes. Y lo está consiguiendo.

Después de conseguir el billete para jugar la Copa del Rey el curso pasado, la segunda temporada de Pablo Alfaro como entrenador del Ibiza se ha traducido, de momento, en la primera clasificación para una fase de ascenso a la que acudirá acompañado por la Peña Deportiva, que también ha firmado la mejor campaña de su historia. Los celestes viajarán a Málaga a mediados de julio con las credenciales que otorga ser el subcampeón del grupo I, donde le pisó los talones al Baleares hasta que la competición se suspendió al decretarse el Estado de Alarma el pasado 14 de marzo. Solo dos puntos de diferencia privaron al Ibiza de jugar la eliminatoria de ascenso directo, una circunstancia que no le quita el sueño a Alfaro: “Cuando se detuvo la Liga solamente pensé en la posibilidad de haber sido líderes durante los primeros quince días de confinamiento. Después cambié el chip. De haber terminado la temporada como estaba previsto, nadie sabe si hubiéramos sido primeros o, incluso, segundos. Coges una mala racha en los diez partidos que nos quedaban y te descuelgas. Por eso nos pusimos a trabajar para aspirar al máximo en el playoff. Somos humildes pero sabemos que podemos conseguirlo”.

El objetivo será adornar un pastel “que se ha cocinado muy bien y al que solamente le falta la guinda”. Para hincarle el diente hay que ponérsela, logrando un ascenso que supondría un punto y aparte en la historia del deporte ibicenco. El pasaporte para que la isla cruce la frontera de la Liga de Fútbol Profesional, un exclusivo club –la mejor competición regular del planeta– que solamente admite 42 socios cada temporada. Ese es el objetivo que persiguen los futbolistas que se vestirán de corto en el playoff que se disputará en Andalucía, el premio con el que sueña una afición que lleva años –desde 2015, cuando nació el Ibiza rodeado de un puñado de fieles que vieron que ese proyecto iba en serio– creciendo y multiplicándose. Los mediodías y las noches llenos de magia que se han vivido en Can Misses han sido determinantes para llegar al corazón de los ibicencos. De Punta Grossa a Cap des Falcó, de los amaneceres tras la silueta de Dalt Vila hasta las puestas de sol sobre la bahía de Portmany la isla se ha teñido de celeste.

El equipo ya suma esta campaña unos cuantos partidos para guardar en la retina. La remontada en Valdebebas contra el Castilla. La victoria en el derbi de Santa Eulària. El asalto del Estadi Balear. Tantos domingos anónimos haciendo los deberes en casa y batallando en los fríos y húmedos campos del norte de España. Lesiones y celebraciones de gol. Infinitas horas de trabajo dentro y fuera del campo. Y la Copa del Rey, claro; donde se compitió con el descaro necesario para llegar lo más lejos posible. La maratoniana eliminatoria contra el Pontevedra. La tanda de penaltis contra el Albacete donde 4.500 aficionados contuvieron la respiración hasta que Diego Mendoza desató la euforia. El partido contra el Barça, cuando se metieron 7 mil almas en Can Misses y toda Ibiza fue una fiesta; una semana y noventa minutos que pusieron a la isla en el centro del mapa del fútbol mundial. Pablo Alfaro repasó algunos de estos momentos en su última rueda de prensa. No pueden caer en el olvido. Es la memoria, reciente, sentimental y colectiva, el viento que empuja la vela celeste en este viaje al que aún le faltan unas cuantas millas de navegación antes de llegar a puerto. Una semana de competición. Tres partidos que son tres saltos sin red. 270 minutos de emociones a flor de piel. Aunque se jugará sin público por motivos de seguridad sanitaria, será un playoff de ascenso vibrante, fútbol en estado puro. Al Ibiza le sobran, entonces, los motivos para realizar ese último desplazamiento lleno de motivación. La principal, regalarle a la isla un ascenso a Segunda División que convierta el de 2020 –pese a todo– en el verano más dulce que muchos ibicencos sean capace

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