Hace exactamente ocho días, el domingo 13 de enero a las 11 de la mañana, la UD Ibiza ilusionaba a su parroquia al encontrarse a “tan solo” 8 puntos del play-off. Una semana y unas horas después, se encuentra a dos (que pueden ser tres al final de la jornada). Así que es fácil imaginar hasta dónde se ha disparado esa ilusión que está inundando la isla de azul celeste. Cada día un poquito más. Cada día algo más cerca de lo que sería un hecho inaudito en la historia del fútbol, y del deporte, pitiuso. Cada día, cada partido, más cerca de disputar las eliminatorias de ascenso a la LFP, al fútbol profesional, al eslabón inmediatamente posterior a la Liga de las Estrellas.

El paso de gigante alcanzado en Sanlúcar se consiguió bajando al barro, trampeando en el fango de un campo pequeño, con un ambiente hostil, y todo aliñado con un fuerte viento de esos que tanto molestan a los futbolistas.También baja al barro, en otro sentido, Amadeo Salvo. El presidente, otrora anfitrión del palco de Mestalla y visitante de tribunas glamurosas como las del Bernabéu o el Camp Nou, también sabe bregar en “palcos” como el del Palmar de Sanlúcar o el insospechado espacio que le fue habilitado en la ciudad deportiva del Atlético Malagueño. A su lado, el director deportivo, un hierático Fernando Soriano que, dicho sea sin ninguna mala intención, aún no ha “trabajado”. En su currículum por Vila, ni una salida, ni una entrada. Ambos, por cierto, aprovecharon para charlar al final del duelo con el exunionista Edu Oriol, ahora en las filas gaditanas.

La UD tuvo la suerte del campeón. O, mejor dicho, la suerte “del que entra en play-off”. Fue un partido gris, feo, intenso, eso si, pero un partido que se ganó como se pudo haber empatado e incluso perdido. El viento condicionó mucho el juego de ambos conjuntos. La primera parte sopló a favor de los blanquiverdes, y se notó. El Sanluqueño mereció más en una primera parte en la que el rockero más viejo sobre el verde, el incombustible Dano Güiza, se echó el equipo a su ancha espalda y inquietó hasta en tres ocasiones la portería vilera. En una de ellas, solo la aparicion celestial sobre la misma línea de Rodado evitó el tanto local. La UD prácticamente no pasó del centro del campo en unos 45 minutos para olvidar ( ¿o para recordar épocas no tan pasadas de la primera vuelta).

La ausencia del lesionado Verdú obligó a Palop a recomponer su línea defensiva, resituando a Núñez de vuelta al eje de la zaga y dando entrada a Riverola en el doble pivote (hacía mucho que no era titular el catalán). Arriba, una vez más el “cuarteto de la muerte”: Cirio, Chavero, Javi Serra y Rodado. La apuesta acabó por funcionar en el electrónico, pero quizá no tanto en el juego.

El segundo tiempo, eso sí, mejoró algo la UD. Chavero (partido sosete el suyo) probó fortuna nada más comenzar, en lo que fue una declaración de intenciones de los ibicencos: atacarían algo más ahora, ya con el viento a favor. Aún así, tan sólo un penalti, a la vez, claro y estúpido, hizo ver la luz del túnel. Cirio lo transformó en su quinto tanto de la temporada y el triunfo ya no se escapó. El pitido final dio pie al comienzo del sueño, que, ahora sí, pieza a parecer más real.

Se acabó el duelo y lo primero que hicieron todos los aficionados unionistas fue echar mano del móvil para mirar la clasificación. Ahí encontramos a la UD ya sexta ( a la espera de lo que sea capaz de hacer el Murcia), tocando ya con los dedos la zona noble. Y lo mejor no es eso, sino la sensación de equipo con empaque, un equipo que ha hecho de su casa un fortín y que saca también los puntos de 3 en 3 el día que no tiene eso, el día. Los rivales empiezan a mirar con desconfianza un equipo que, no descubrimos nada, espanta por quién tiene detrás.

Y todo esto, sin fichar. Quedan tan solo 11 días para el final del plazo y aquí no llega ni sale nadie. Uru, por ejemplo, se cayó de una lista en la que sí estaban los jóvenes del filial Ndao y Emilio. Estaría, pues, en la rampa de salida. Veremos quien acaba tocando a la puerta de entrada.

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